Pierre Magnier, José Ferrer, Steve Martin, Christopher Plummer, Gérard Depardieu e incluso nuestro Plácido Domingo, entre otros muchos, han encarnado en el cine a Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac (París, 6 de marzo de 1619 – Sannois, 28 de julio de 1655), el poeta, dramaturgo, pensador, seductor y espadachín inmortalizado en la obra de Edmond Rostand estrenada en el Teatro de la Porte Saint-Martin de París en 1897. Desde el principio su ficción, una poética combinación de amor exaltado, romanticismo casto y patriotismo, obtuvo un éxito rotundo en un país desmoralizado por la pérdida de Alsacia y Lorena a manos de los alemanes.
Muchos años antes, Cyrano, culmen narigudo del amor, heroísmo y fantasía, vencía a los españoles en el campo de batalla y regalaba su amor por su amiga de la infancia Roxanne en el campo de los versos a su camarada Christian. Pues bien, este camino de siglos termina, por ahora, en la mesa de escritorio de la escritora Erica Schmidt, que adaptó la obra transformándola en un musical que se estrenó en el off-Broadway en 2019 y que ha escrito el guion de esta película, dirigida con brillantez por Joe Wright (autor de una de las mejores adaptaciones de los últimos años, Expiación) y musicada por los componentes del oscuro grupo The National.
Como ya ocurriera en su arriesgada visión de Anna Karenina (2012), Wright cambia todo respetando -también- todo. La ya clásica historia de trío amoroso permanece, por supuesto, pero ahora Cyrano (Dinklage, esposo de la guionista) mide 120 centímetros, Christian de Neuvillette (Kelvin Harrison Jr.) es negro y solo permanecen blancos Roxanne (Haley Bennett, pareja del director y protagonista de la inolvidable Swallow) y el malvado De Guiche, interpretado por el siempre deslumbrante Ben Mendelsohn (en valoración de este cronista de Vozpópuli).
Cyrano: un musical que no parezca un musical
En este lío de dobles parejas muy diferentes no solo cambian físicos (los crueles chistes dedicados a la nariz de Cyrano ahora se dirigen a su estatura) y colores de piel, sino también escenarios (el film se rodó en Noto, un pueblo al sureste de Sicilia) y vestimentas, de Massimo Cantini y Jacqueline Durran, algo más modernas de la obra original y nominadas al Oscar este año. Pero todo esto, si bien importante, es solo relativo si nos centramos en la principal novedad de la nueva adaptación de Rostand: el nuevo Cyrano es un musical puro y duro, al mejor estilo de la Metro Goldwyn Mayer, la productora, con sus tradicionales monólogos transformados en canciones escritas por el grupo de Brooklyn The National.
Algunas son memorables, como "Wherever I Fall" cantada por los soldados franceses antes de la batalla
“Un musical que no parezca un musical”. Es lo que quería el realizador Joe Wright cuando vio la obra en Nueva York y se decidió a adaptarla con el mismo reparto. Quería una historia del año 2022 basada en otra ambientada en el siglo XVII pero, si así era su deseo, los resultados no pueden ser más contrarios. El nuevo Cyrano de la pareja Schmidt-Dinklage es un musical en toda regla, mucho más teatral que la muy semejante Los miserables (Tom Hooper, 2012) y con todos los actores con su porción de lucimiento vocal. Pero once canciones, once, en una película pueden ser una prueba dura para los ajenos a un género cada vez más de moda.
Algunas son memorables, como "Wherever I Fall" cantada por los soldados franceses antes de la batalla (contra unos españoles con fugaz acento mexicano) y muchas ganan con las voces de Haley Bennett, toda una revelación, y Peter Dinklage. Y todas pierden cuando interrumpen la acción o el romance entre Roxanne, Christian y Cyrano como guía. Pero, al contrario de lo que se pueda pensar sin haber visto la película, el cuerpo y la voz de Dinklage finalmente refulgen como lo mejor de la arriesgada película, evidentemente enfocada a los siempre cantarines Premios Oscar. Quizás nunca nos creamos que este nuevo Cyrano venza a diez espadachines en el duelo nocturno del principio de la obra, o que sea capitán de guardia, pero sí que pueda conquistar el corazón de una dama con su poesía. Y al final, ¿no es eso el verdadero amor?