Hacerte una lista de propósitos para el Año Nuevo es, para empezar, una victoria de la esperanza sobre la experiencia.
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O echarse el mundo a la espalda o darle la espalda. Todo lo demás, es ponerse de perfil.
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La rutina no existe, porque cuando crees que siempre haces lo mismo del mismo modo es que lo estás haciendo distinto y cada vez peor.
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Hay muchas cosas mejores que ponerse a leer, pero hay que haber leído mucho para disfrutarlas.
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En cuanto voy a protestar de los tontos incesantes que nos rodean, me contengo. Si no fuese por ellos que bajan la media, ¿podría estar yo medio satisfecho de mi inteligencia?
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Batallas: ganarlas o perderlas es secundario. Lo suyo es darlas.
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Lo malo de trabajar en lo que te gusta es que no sabes qué hacer con las vacaciones. (También que te da mucha más vergüenza cobrar).
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Cuánta justicia poética en dormir cada noche a pierna suelta con mi mujer, símbolo de lo dormido que está casi siempre uno ante la maravilla del amor feliz y correspondido.
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¡Ah, ser feliz es hacer feliz!
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La gran ventaja moral del escritor es haber experimentado de primera mano cuánto nos mejora una buena corrección.
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Batallas: ganarlas o perderlas es secundario. Lo suyo es darlas.
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La belleza interior de los demás depende de tu interior.
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Ponte un solo propósito. ¿Cuál? Ponte.