"Aguanté la respiración para que no supiera que yo estaba viva", "la obsesión era evitar que volviese a matar". Estas son dos de las citas que se recogen de la nueva docuserie de Netflix sobre el llamado 'asesino de la baraja'. Es el relato de uno de los asesinos en serie más mediáticos y que más perturbó a la población madrileña durante meses. El documental 'Baraja: la firma de un asesino' se estrena este viernes en la plataforma.
El gigante audiovisual vuelve a apostar por el 'true crime' tras estrenar series y documentales como 'En el nombre de ellas', sobre la trama de abusos sexuales de Kote Cabezudo; '¿Dónde está Marta?', sobre el caso de Marta del Castillo; o la atroz historia de Jeffrey Dahmer. Además, hace unas semanas se supo que está preparando una nueva cinta sobre el 'caso Asunta'.
En este caso, Netflix devuelve al presente uno de los casos más mediáticos de la sociedad madrileña de principios de los 2000. El caso de una sucesión de asesinatos sin ningún hilo conductor ni ningún elemento común que obsesionó a la Policía e hizo saltar todas las alarmas.
Alfredo Galán, el llamado 'asesino de la baraja'EFE
La plataforma rescata 20 años después y a través de tres episodios de entre 45 y 60 minutos, los hechos que se saldaron con una condena a 140 años de cárcel, aunque finalmente el asesino solo cumplirá 25. Una historia de seis asesinatos y tres intentos de acabar con la vida de personas al azar, sin ningún motivo y a sangre fría.
El documental sumerge al espectador en la retaíla de noticias y programas diarios que se sucedían sobre este caso y, a través de los testimonios de periodistas, investigadores, supervivientes y familiares de las víctimas, recoge cómo estos sucesos se conviertieron en un auténtico "rompecabezas".
Alfredo Galán, el llamada 'asesino de la baraja'
Todo comenzó el 5 de febrero de 2003, hace poco más de dos décadas. El documental trata de recordar a la audiencia qué estaba haciendo en el momento en el que se comenzaban a conocer los crímenes. Noticias sobre Sadam Huseín y George W. Bush, el partido de Champions entre el Lokomotiv y Real Madrid donde los 'merengues' ganaron 0-1, el Congreso de las Naciones Unidas...
Primer asesinato: un joven de 28 años en una parada de bus
Esa noche, de madrugada, sin miramientos y sin cubrirse la cara, un hombre se baja de su vehículo y dispara en la cabeza a otro que espera en una parada de autobús en la madrileña Plaza del Mar de Alameda de Osuna. Fue el conductor del autobús el que, al realizar su ruta diaria, se encontró a un joven de 28 años tirado en el suelo y cubierto de un charco de sangre.
Ocurrió de madrugada y los servicios de limpieza procedieron a recoger el escenario. No había fotos, no había testigos, ningún establecimiento estaba abierto a esa hora y se limpiaron las pruebas, no había ADN. Sin embargo, parecía que quedaba algo a lo que nadie le había prestado demasiada atención: un naipe, un as de copas.
Un as de copas Netflix
En ese momento, el suceso no parecía demasiado relevante, explican los expertos, ya que se trataba del mes más sangriento de la historia de España: ocurría un crimen cada tres días de media -hubo 100 homicidios en 2023, 97 de ellos dolosos, es decir, buscando matar-. Podía ser un robo, un ajuste de cuentas... Pero no le habían robado ni golpeado, no se había resistido, no había ningún móvil.
¿Los medios impulsaron su firma de asesino?
El as de copas empezó a cobrar protagonismo y, pese a que aún a día de hoy se cuestiona si realmente estaba allí adrede o fue fruto de la casualidad, los medios comenzaron a señalarlo como algo característico del asesino. El criminal ya tenía una firma que le hiciese más notorio.
Así, todo el mundo se preguntaba qué significa el as de copas, todo el mundo empezó a darle simbolismo y, pese a que desde el grupo de homicidios de la Policía Nacional se consideró que había sido un hecho del azar, el asesino lo tomó como propio.
Ese mismo día por la tarde tuvieron lugar otros dos asesinatos. El escenario era muy distinto: el Bar Rojas, en Alcalá de Henares. En su interior, la dueña del mismo, su hijo y una clienta. La gerente del local vio entrar a un individuo que, sin mediar palabra, incrustó una bala en la cabeza del joven. También lo hizo con la clienta y, finalmente, intentó matar a la dueña, que pese a recibir varios balazos, optó por aguantar la respiración, hacerse la muerta, con su hijo ensangrentado al lado, y esperar a que pasase.
Documental sobre el 'asesino de la baraja'Netflix
El siguiente crimen data del 7 de marzo, un mes después del primero y en otra localización distinta, Tres Cantos. Allí, el asesino caminó por unos soportables donde un par de amigos charlaban. Disparó en la cara al primero y, al intentar hacerlo con la segunda, se encasquilló el arma. Ambos sobrevivieron y ella se convirtió en testigo protegido, siendo fundamental en la investigación.
Presión mediática insufrible
Las cartas seguían apareciendo y la presión mediática era insufrible. Los investigadores estaban entre la espada y la pared, querían resolver el crimen, atrapar al asesino y, lo más importante, que este dejase de matar. No había cadena de televisión que no contase con un programa de sucesos y un análisis sobre qué significaba el dos de copas, el palo elegido...
Confesó todo una noche y, a la mañana siguiente lo negó. Posteriormente, aseguró que un grupo de neonazis le obligó a declararse culpable o matarían a sus hermanas.
El último asesinato ocurrió pocos días después, el 18 de marzo, en Arganda del Rey. Una pareja andaba por un parque solitario, el asesino empuñó su arma y disparó por detrás a un matrimonio. Él murió en el instante, ella, que acababa de llegar a España desde Rumanía, estuvo 44 horas en coma antes de morir. Dejaron a dos hijos de 10 y 14 años huérfanos.
Sin embargo, antes que todos esos, hubo un crimen que se qudaba descolgado, no había naipes y ocurrió en otro lugar completamente distinto. Un portero de un edificio de Chamberí, en la calle Alonso Cano, fue hallado muerto, ensangrentado y con su hijo de dos años al lado, vivo. Su mujer y sus hijos han ofrecido también sus testimonios en el documental. El asesino, el mismo que el de resto de crímenes, el 'asesino de la baraja', y utilizaba un arma: una tokarev, solo asequible en Europa del este, clave del caso.
Documental sobre el 'asesino de la baraja'Netflix
Los periodistas reconocen en esta docuserie que es de los pocos casos donde "realmente" han "pasado miedo personal". "Llegaba a altas horas de la madrugada del periódico y tenía que recorrer 400 metros hasta casa. Si me pegaban un tiro en la nuca, no se enteraba nadie", admite el periodista Francisco Javier Barroso. Si no le encontraban "la única certeza es que iban a seguir matando". "El tiempo era oro", indican en un caso en el que 150 policías estaban trabajando día y noche.
El caso estuvo embarrado por el contexto político del momento. Las elecciones autonómicas estaban a punto de celebrarse y la presión era inhuama. Había que detener a alguien. El documental recoge un relato desgarrador, según Barroso, en medio del caso, se produjo "una detención por mandato político". Tenían a un sospechoso ultraderechista, pero sabían que no era el asesino. Aún así, debido a la cercanía de los comicios y para tranquilizar a la población, según el relato, fue retenido durante un mes.
El 'asesino de la baraja' se entregó
La fecha clave del caso llegó el 3 de julio, cuatro meses después del primer asesinato. Un individuo llamado Alfredo Galán se entrega en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real) y, en evidente estado de embriaguez, se declara culpable de los crímenes y comienza a dar detalles que nadie, excepto los investigadores, conocía.
Empezó la cuenta atrás, tenían 72 horas para determinar si era culpable y se ponía a disposición judicial o se le dejaba en libertad.
Aseguró querer tener "la experiencia de lo que es matar a otro ser humano". Fue condenado a 128 años de cárcel, pero solo cumplirá 25. Saldrá de prisión en el año 2028, cuando cumpla los 50.
"Teníamos clarísimo que estábamos ante el autor", relata el documental. Ticks en los ojos, respuestas monosílabas, frialdad. Tenía 26 años, era huérfano de madre, mal estudiante, se crió con su abuela y tenía cuatro hermanos. Se alistó en el Ejército. A la mañana siguiente, negó todo lo dicho la noche anterior.
No obstante, lo hallado en los registros le apuntaban directamente: cartuchos de la tokarev, rotuladores y ropa empleada en los crímenes... Él aseguró que un grupo de neonazis le obligó a declararse culpable o matarían a sus hermanas.
El tercer y último episodio muestra cómo era el criminal. Mediante testimonios de amigos y compañeros del Ejército, señalan cómo su comportamiento cambió y comenzó a relacionarse con personas de extrema derecha. Aún así, uno de sus amigos de entonces asegura que cuando iban "a practicar tiro, se ponía a temblar".
Además, los psiquiatras y psicólogos añaden que pese a pedir el alta por voluntad propia tras un episodio de ansiedad, continuó yengo al Hospital Gómez Ulla para ser tratado por un psiquiatra. Mientras, había cometido tres asesinatos. El informe era "demoledor". "Esta persona se va a psicotizar, tiene muchos rasgos paranoides", pensó la psicóloga forense Paloma García Nieto.
El juicio a Alfredo Galán comenzó en febrero de 2005, fue uno de los más mediáticos recordados y concluyó con la decisión del asesino confeso de no hacer una última declaración. Dando a entender que no tenía nada que rebatir y aceptaba la acusación.
El individuo aseguró querer tener "la experiencia de lo que es matar a otro ser humano", no experimentaba "nada" después de hacerlo, mostraba un "claro desprecio a la vida humana" y "no tenía síntomas de arrepentimiento". Fue condenado a 128 años de cárcel, pero solo cumplirá 25. De esta manera, saldrá de prisión en el año 2028, cuando cumpla los 50 años.