Cultura

ANÁLISIS

El bucle tóxico de Jordi Évole

El programa 'Txakurras' confirma que 'Salvados' ya no ofrece nada más allá del narcisismo progresista

Jordi Évole en los Premios Goya
Jordi Évole en los Premios Goya EUROPA PRESS

A estas alturas de la vida, deberíamos tener claro cómo funciona el bucle tóxico de cualquier contenido de la factoría Évole (contenidos políticos, se entiende). La casilla de salida es alguien tipo Gonzo que comparte el minuto más polémico del metraje, en esta ocasión dos escoltas soltando que había amenazados por ETA que se pasaban el día entre amantes, puticlubes y excursiones a herriko tabernas para cantar el "Cara al sol". Entonces, entre cientos de tuiteros cabreados, yo entre ellos, aparece alguien de prestigio como el escritor Lorenzo Silva lamentando la mezquindad del enfoque. Aquí es cuando aparece Évole, en plan primo de zumosol, para afearle opinar sin haber visto la pieza completa, como si valorar un tráiler no fuese legítimo (así decidimos casi siempre qué productos audiovisuales ver y cuáles descartar).

Como Silva es un caballero, se ve el programa entero y opina lo que ya sabía que iba a opinar. Un fragmento: "Mientras narraciones como esta son hiperexigentes con los errores de las víctimas, del lado de quienes avalaban los crímenes se practica una indulgencia infinita con las atrocidades de los verdugos. Esta asimetría refuerza a los que en su día apostaron por la violencia", escribe en un potente hilo de Twitter. Ahí es cuando Évole pone la prosa aflautada, le da las gracias por haber visto el episodio completo y le suelta que "bienvenidos siempre la crítica y el debate". Es su forma de decir que ya le has hecho la promo y que hasta la próxima.Así llevamos la tira de años ya.

Como soy curioso compulsivo, muchas veces hasta la idiotez, también yo piqué y vi el programa. Me pareció aún peor de lo que pensaba. Bajo una atmósfera de cercanía y cordialidad, emerge el maniqueísmo más burdo: todos los buenos son del PSOE y todos los malos del PP y de Vox. Al primer grupo se le invita a hablar, el segundo no tiene voz en el programa. Los escoltas escogidos se dedican a menospreciar a sus compañeros de trabajo, a quienes retratan como macarras fuera de control, con propensión al alcohol, la cocaína y a disparar porque sí a las señales de tráfico. Uno de los escoltas llega a pedir perdón por el hecho de que la mayoría del gremio es “de derecha", pero Gonzo no se siente satisfecho y repregunta “¿muy de derecha?” Sí, padre, “muy de derecha”, le responde. Solo falta el alzacuellos y poner como penitencia al colectivo ver diez veces El intermedio o escuchar quince programas de Angels Barceló.

El minuto más lamentable llega cuando se cuenta que hubo dos políticos protegidos que deseaban más atentados para mantener el apoyo del Estado y de la prensa. No se dan fechas, ni nombres, ni otros datos sobre una conversación casual, que no tiene más apoyo que un testimonio personal. Tampoco se pregunta a los demás escoltas si alguna vez oyeron algo parecido.

Desplome de calidad

Hubo un tiempo en que Salvados era capaz de facturar programas sustanciosos: recuerdo por ejemplo uno doble muy bueno titulado Hijos de la misma rabia, donde el equipo realmente buscaba explicar el trumpismo y el lepenismo en vez de sermonearnos contra su existencia. Me acuerdo también del momento en que decidí no ver más el programa: tras una escena entre bufa y bochornosa donde Gonzo perseguía por un hotel de lujo a  Marion Maréchal, joven líder de la derecha francesa, gritándole "Meritxell, Meritxell". No se había molestado ni en aprender bien su nombre. 

'Salvados' es ya una parodia de lo que era, sin más objeto que reproducir el relato progresista en su versión más ramplona

Desde entonces, solo veo programas de Évole por imperativo profesional. En este último es obvio que ha faltado el testimonio de un psiquiatra. Las charlas explican que tanto escoltas como amenazados estaban bajo una enorme presión, por eso comportamientos como cantar el "Cara al sol" en una herriko taberna bien podrían ser patológicos. Seguramente es demasiado pedir: en el programa no hay matices ni profundidad, tampoco testimonios que sirvan de contrapunto a la tesis que manejan. Solo vemos un cuidado publirreportaje del relato progresista más previsible, que es el que reina por defecto en La Sexta

Dos minutos finales rematan el producto. En el primero, Gonzo pregunta a un escolta si se siente mejor tras haber rememorado esa etapa, como invitándole a decir que la charla con Salvados ha sido una especie de terapia. Por supuesto, el hombre contesta que sí, qué va a contestar.  Poco después, Gonzo quiere saber si cree que el trabajo de escolta no ha tenido en España el reconocimiento que merece. Extraña cuestión cuando lo que ha hecho Txakurras es utilizar las voces de tres trabajadores afines a su mirada para encender un ventilador de mierda que salpique a los escoltas que no encajan en su marco mental y no tienen oportunidad de replicar. 

¿Aprenderemos de una vez a dejar de ver productos de Évole? Lo dudo: volveremos a picar el anzuelo de la próxima promo incendiaria y don Jordi volverá a pedirnos que lo veamos entero antes de opinar. Y así hasta que nos muramos o Évole amase tanto dinero que se canse de pescar en lagos de espectadores tan mansos e ingenuos como nosotros.

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