Cultura

'Empieza el baile': tango, carretera y ecos de Billy Wilder en la comedia argentina más deliciosa

Darío Grandinetti y Mercedes Morán protagonizan esta película, una comedia agridulce llena de secretos, recuerdos y deseos que ganó el premio del público en el Festival de Málaga

Han pasado 30 años y una distancia de 14.000 kilómetros y la pareja de tango más importante de la historia de Argentina se reencuentra para enfrentarse a la nostalgia, a los recuerdos y a los deseos en la comedia argentina Empieza el baile, de Marina Seresesky. El mundo ya no les mira como les miraba entonces, sus nombres ya no lucen en los carteles y el glamur ha dado paso a una precariedad inevitable a la que se han de enfrentar con unos cuerpos que cargan canas, arrugas, enfermedad y algunos secretos.

Darío Grandinetti, Mercedes Morán y Jorge Marrale son, además de tres de las personalidades más importantes de la actuación argentina, las tres patas de esta historia, que ganó el galardón del público en la pasada edición del Festival de Málaga, donde participó en la sección oficial a competición. Los dos primeros interpretan a Carlos y Margarita, respectivamente, una pareja de tango que se reencuentra tiempo después de sus años de mayor esplendor. Junto a su amigo Pichuquito, amigo y manager, emprenden un viaje en una furgoneta destartalada desde Buenos Aires a la cordillera de Los Andes para encontrar algunas respuestas y revelar misterios.

"Esta es una comedia dramática, pero es ácida, con mucha ironía, mucho poso, con la que la gente se emociona mucho", cuenta la directora en declaraciones a Vozpópuli con motivo de su visita a Madrid para presentar el filme. En esta película, que llega este viernes a los cines, el nudo se enreda con la risa en la garganta y, lejos de ser una sucesión de chistes y gags, evoca los momentos de humor al tiempo que revela el lado más trágico de la vida.

"Por lo general en las comedidas te das cuenta de que el personaje está forzando la risa, pero en este caso trasciende de una manera tan natural, que el humor entre y ayude a contar la historia dejando el espacio al drama, a la nostalgia, a la ternura. Me gusta mucho la comedia y hago poco, me llaman para hacer poca comedia", agrega el actor protagonista, Darío Grandinetti, que da vida a un bailarín que emigró a Madrid, donde formó una familia, y que decide regresar a su país natal para despedirse de su compañera de baile.

El personaje de Merceces Morán podría ser el reverso menos glamuroso y más precario de la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses, la famosa película de Billy Wilder, una de las muchas inspiraciones para Seresesky

El personaje de Merceces Morán podría ser el reverso menos glamuroso y más precario de la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses, la famosa película de Billy Wilder, una de las muchas inspiraciones para Seresesky, según reconoce, que siempre buscó "la otra cara de la moneda" en el perfil de esta bailarina de tango que, tras actuar en todo el mundo, ha sido relegada al olvido con el paso del tiempo. No obstante, a diferencia del personaje que interpretó Gloria Swanson en la película de 1950, en esta ocasión esta protagonista "no deja que ese pasado se mantenga idealizado".

"Todos tendemos a ubicar el pasado en algún lado, ponerle una etiqueta para quedarnos tranquilos, y cuando es compartido a veces nos gusta dejarlo en alto. Este es un personaje que, aunque admite el glamur, reconoce que se comían los mocos, que no tenían dinero. Hace un contrapunto con el personaje de Darío Grandinetti, que llega y quiere que todo sea como lo dejó, y es imposible. Nada puede ser como era antes, todo cambia. Pasa tiempo y pasan kilómetros", señala sobre el "contrapunto cómico" que existe entre los dos.

En este sentido, y en referencia a las declaraciones hace unos días en el programa de Évole del actor Juan José Ballesta acerca del "privilegio" de los actores, la directora de Empieza el baile ha señalado que lo que se ve acerca del mundo del cine "ni siquiera es el 1%" de todo el trabajo, sino tan solo "el estreno y la alfombra roja". En cualquier caso, coincide con el protagonista de El bola.

"Somos un poco privilegiados porque nos dedicamos a algo que nos gusta mucho, y eso ya de por sí es un privilegio. Claro que nos podemos quejar de muchas cosas -de la economía, de que las mujeres seguimos sin estar representadas- pero podemos trabajar de lo que nos gusta y con gente que nos gusta. En mi caso, he escrito algo sola en mi casa y de repente hay 300 personas haciéndolo. Es un milagro lo que sucede", reconoce.

Si tienes la posibilidad de trabajar por supuesto que es un privilegio, algo incomparable con el señor que se levanta a las cinco de la mañana y va a estibar"Darío Grandinetti

En este sentido, Darío Grandinetti coincide en el "privilegio" que supone hacer lo que a uno le gusta, aunque matiza en que eso ocurre siempre que haya "continuidad". "He trabajado de otras cosas y conozco la diferencia. Hay otras dificultades en este oficio que son la falta de continuidad y de seguridad en el trabajo, pero si tienes la posibilidad de trabajar por supuesto que es un privilegio, algo incomparable con el señor que se levanta a las cinco de la mañana y va a estibar, que no sabe si le va a alcanzar el sueldo ni si va a tener vacaciones", agrega.

Empieza el baile: ternura, humor y aventura

Empieza el baile se mueve entre la nostalgia y un deseo que les obliga a mirar al futuro, a reavivar sus vidas en el momento en el que se reencuentran. En esta trama, que se mueve con tanta soltura entre la ternura, el humor más puro y blanco y la aventura inocente, el tango funciona como motor y como símbolo, un eje vertebrador que ayuda a entender la historia de estos personajes en los 30 años previos al encuentro al que el espectador asiste en la gran pantalla.

"El tango no lo puedes bailar a medias, ni tampoco solo. Es un baile improvisado y se improvisa entre los dos, por lo que la entrega tiene que ser total, y es muy difícil bailarlo porque necesitas la entrega absoluta del otro", comenta la directora sobre este baile, en el que es experta, y que no ha desterrado a pesar de vivir afincada en España desde hace varios años. Así, tres décadas y varios miles de kilómetros después, los protagonistas de esta historia redescubren la "entrega y la apertura física, mental y afectiva" en un recorrido en el que caen poco a poco las barreras.

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