No esperen algo demasiado previsible de Furia: Justo cuando el noir nórdico o literatura negra nórdica, y sus adaptaciones a la pequeña y gran pantalla, empezaban a perder vigencia y deja respirar al resto de tendencias de la novela de crímenes o misterio llega esta producción noruega con dos singularidades que se aprecian en los primeros minutos de sus ocho capítulos: ¡no hay nieve!, por fin, y el protagonista, Asgeir (Pål Sverre Hagen) parece un joven agente de operaciones especiales simpático y educado, nada que ver con los habituales detectives amargados y alcohólicos que descongelan platos precocinados en sus miserables cuartuchos.
Pero, por supuesto, hay tragedia bajo la fina capa de felicidad de Asgeir. Su mujer fue asesinada por la mafia rusa y desde entonces viaja de incógnito con su hija pequeña de pueblo en pueblo de las montañas. El último, Romsdalen, está lo bastante lejos de Oslo para empezar una nueva vida de incógnito, pero unas pintadas racistas en un refugio de inmigrantes perturban a una comunidad muy tranquila hasta ese momento. Cuando el joven autor del delito de odio aparece con la cabeza destrozada en el río, Asgeir comprende que su nuevo destino no va a ser nada tranquilo. ‘Nunca habíamos tenido un asesinato aquí’, frase pronunciada por el comisario del pueblo, alerta sobre la condición frágil de una nación que ha pasado de la paz a la masacre en muy poco tiempo. Además, a los pocos días Asgeir descubre que una policía, Ragna (Ine Marie Willman), lleva años infiltrada en una célula de ultraderecha radicada en ese mismo pueblo que planea un megaatentado en Oslo.
'Furia' de derecha radical
Coproducida entre Noruega y Alemania, Furia comienza como uno de esos gélidos thrillers rodados en paisajes de postal pero, pasados unos capítulos, viaja hasta Berlín, donde todo se urbaniza y burocratiza. El hecho de que Ragna dirija el blog supremacista Furia, que proclama que ‘nuestro cuerpo europeo está envenenado por el Islam’, provoca que el espectador comprenda enseguida la importancia de las redes sociales en la expansión de los radicalismos. También pronto conocemos la relación de la misma Ragna con el atentado del 22 de julio de 2011, veinte años atrás, en el que Anders Breivik asesinó a ocho personas en Oslo y a 69 en el campamento de Utoya.
Esta nueva derecha no viste de uniforme pero es igual de peligrosa", según el creador de la serie
La posibilidad de que otros islamófobos y radicales puedan repetir la masacre, ahora en las elecciones alemanas, planea durante todo el metraje de una serie que gana interés según su argumento se complica más y más con cada nueva ramificación de la trama y con la aparición de otro fascinante personaje femenino, Kathi (Nina Kunzendorf) en Berlín. Ella y Ragna son, también, furias, diosas de la venganza y la justicia que habitan el inframundo, según la mitología griega.
‘Estábamos interesados en las personas que se convierten en terroristas, no son seres extraños sino que se parecen a nosotros y que pueden ser nuestros vecinos o amigos. La extrema derecha, esta nueva derecha, no viste de uniforme, ha tomado otra forma menos llamativa pero igual de peligrosa. No ondean banderas en las calles ni gritan consignas neonazis. Son más sofisticados, algunos de ellos están bien educados y pueden ser hasta simpáticos, a diferencia de lo que solíamos ver en la extrema derecha antes” declaró en la presentación de la serie su creador Gjermund Eriksen.
“Noruega es uno de los países más seguros del mundo -continúa el premiado productor- , un país tranquilo y pacífico en el que no hubo ni un asesinato en el primer trimestre de 2021, y eso provoca que esta historia sea tan universal. Tenemos muy pocos inmigrantes en comparación con otros países, pero, sin embargo, este odio hacia el otro también está en algunos hogares donde crece la extrema derecha inspirando a la gente a la violencia y propagando el miedo. Si puede pasar aquí, la gente en todas partes debería estar aterrorizada’.