Cultura

Guille Milkyway (La Casa Azul): “El pop tiene un enfoque antidogmático que conecta con mi forma de ver las cosas”

El grupo celebra sus 25 años de trayectoria con conciertos en Madrid (11 de octubre) y Barcelona (9 de noviembre)

  • Guille Milkyway (La Casa Azul)

Guille Milkyway es uno de los grandes nombres del pop en español de nuestra época. Aunque nunca ha cosechado cifras de venta espectaculares, fue capaz de enganchar a un público fiel que crece sin prisa pero sin pausa. Sus canciones tienen potencial para emocionar a grandes audiencias, como saben quienes asistieron a la gira de Operación Triunfo en 2018, donde se usaba “La revolución sexual” como broche del repertorio. Puedo decir que he visto al Bernabéu entero cantarla con emoción en la gala benéfica de OT en abril de ese año. La prensa cultural no siempre fue amable con él, incluso le colgaron la injusta etiqueta de “Tontipop”, precisamente a uno de los letristas más valientes y capaces de nuestra escena musical. A pesar de los pesares, La Casa Azul ha pasado ya a la historia por sus himnos de alto voltaje emocional, donde la vulnerabilidad sirve de combustible para conectar con el público, que en tantas ocasiones convierte los conciertos en ceremonias de catarsis colectiva donde se hace karaoke del primer minuto al último. En este cuarto de siglo, el proyecto ha conseguido incluso una espléndida madurez, tarea especialmente compleja para un grupo de pop. Celebran sus bodas de plata con un concierto en el Wizink Center de Madrid (11 de octubre) y otro en el Sant Jordi Club (9 de noviembre).

P. ¿Cual es el planteamiento de estos dos conciertos para celebrar el 25 aniversario de La Casa Azul?
R. Si te soy sincero, nunca estuvo en mi mente hacer este tipo de cosa. No suelo celebrar cumpleaños ni aniversarios. No es que me dé rabia en los demás, yo he ido a conciertos de Brian Wilson (Beach Boys) celebrando tantos años de un disco suyo mítico y lo he disfrutado, pero no es algo que haga en mi vida. Pero, bueno, como estoy lleno de contradicciones me pareció bien la idea que surgió en charlas con mi banda y con el sello Elefant. Me hace ilusión y estoy nervioso por esta celebración en un recinto tan grande. Será una noche de recuerdo y también de celebrar el gran momento del grupo. Lo que no habrá es invitados, algo que muchas veces se convierte en una especie de desfile random que no disfruto como espectador. La verdad es que nunca me había planteado tocar en el Wizink, para nosotros es algo muy fuerte y no resulta nada fácil. Nos sentimos superafortunados. Nos hace sentir orgullosos.

P. Desde el año 2000, el pop ha evolucionado mucho y La Casa Azul ha incorporado nuevos recursos y sonoridades de moda, pero mi impresión es que son incorporaciones accesorias, en el sentido de que te has mantenido muy fiel a la idea de grupo que manejabas al principio.
R. Eso lo analizaré mejor dentro de diez años, no puedo hacerlo ahora sin cierta distancia. Sí que tengo claro que he mantenido algunos pilares: la canción melódica, la no contención, esos estribillos que se sueltan de manera libre…Hay ciertos recursos que yo me prometí que no iba a dejar de utilizar. Te hablo de recursos que no eran muy aceptados, por ejemplo hacer estribillos eufóricos, que llega un punto en que lo pienso y digo “me la suda” porque los estribillos eufóricos me gustan y es lo que quiero hacer. De hecho, es lo que más me gusta de la música pop. A nivel sonoro, no fue todo tan explícito, ni tenía un plan de basarme en la música ‘disco’ del año setentaytantos, aunque ahora lo mires y pueda parecer que sí. Seguramente si yo lo mirase desde fuera vería eso. Lo que sí fue un pilar es la ‘no ortodoxia’, un principio que tengo muy claro desde que comencé a ir a tiendas de discos desde muy chiquitín.

P. ¿Podrías explicar un poco esa ‘no ortodoxia’?
R. Tuve la suerte de no tener el típico mentor: un amigo, un padre, un hermano mayor que te va guiando y que te dice “ah, este disco es la buena música”. Eso me ayudó a ir por libre, escuchando al mismo nivel piscodelia, pop y música muy melódica, de Italia o de España en los 70. También me apasioné con la evolución del house en Francia, con unas texturas que me interesaron mucho. Soy un apasionado de la música popular en general, cualquier cosa que escucho me interesa más allá del género al que pertenezca, creo que el pop está cercano a esa idea, a que uno no se tenga que justificar por lo que escucha o usa en sus canciones. El pop tiene un enfoque antidogmático: a mí me interesan más los sonidos que los géneros con sus reglas. Decir “el reguetón es una mierda” no tiene ningún sentido y es algo que se ha reprochado al hip-hop, al punk, a la música electrónica y casi cada género. A mí me suelen interesar elementos de cada canción, me da igual si es reguetón o drill, todo tiene piezas interesantes para la construcción. Ibon Errazkin (Le Mans, Single) me dijo un día que lo muy melódico ya te remite de forma inevitable a una época pasada, aunque nadie sepa bien cuál, pero que no es actual. Creo que algo de eso hay en mis canciones y me gusta. No es algo que busque, pero de alguna manera define a La Casa Azul. Paco Tamarit, un miembro de mi grupo que estuvo en proyectos psicodélicos como The Flauters y Señor Mostaza, me dijo un día que daba igual que qué género fuese una canción, que si dentro tú puedes cantar “Gwendolyne” (Julio Iglesias) ya nos sirve. Diría que es un poco eso. (Risas).

P. Hace poco pasaste por el podcast Revelación o timo de la página web JNSP, donde hiciste un alegato sobre la importancia de mantener una mirada inocente sobre el mundo. Me pareció emocionante la forma en que lo explicabas.
R. Yo soy así, al cien por cien, e intento cada día mantener esa mirada (tanto en lo artístico como en mi vida personal). Cuando juzgamos a alguien, si por ejemplo lo que calificamos de ‘gilipollas’, luego siempre me interesa el motivo. Por ejemplo, si es porque vemos en esa persona algo infantil en su manera de proceder, al final a eso le puedo dar algo de valor, me interesa mucho más que una persona que basa su carácter en una personalidad muy definida. No sé si ‘infantil’ es la palabra, quizá es mejor decir ‘inocencia’. Igual que cuando entraba de pequeño en la tienda de discos, me interesa tener el corazón abierto de par en par para sentir lo que sienta, que puede ser horror o una felicidad infinita en su interior, una sensación profunda, que te deje como después de un orgasmo. Nos vamos haciendo mayores, y esto es un poco de libro de autoayuda, pero mucha gente se pone demasiadas corazas todos los niveles, basadas en clichés que no se sabe bien de donde han salido, si de ciertas aguas de una cierta corrección o de cierta normalidad vital que hacen que no sea verdad nada de lo que están sintiendo. Cuando tienes esta actitud, la de apostar por estar abierto, lo más difícil es que te tomen en serio, que no te traten como a un tonto, a veces por tener un tono de amabilidad vital. Es algo que notas en los comentarios de que gente que te juzgó así hace años y que de repente comentas algo y te suelta “Ah, mira, que interesante, no me lo esperaba…” Ahí te das cuenta de que no tenían una buna opinión sobre ti.

P. Tu reciente canción “Ahora o nunca”, con Soleá Morente, parece conectada con ese espíritu: apostar por el amor sin cálculos, algo que parece una hazaña en tiempos de Tinder y este tipo de aplicaciones. ¿Crees que las relaciones sentimentales se han deteriorado de alguna forma en estos veinte años?
R. No, no pienso que las relaciones sentimentales se hayan deteriorado, creo que son más o menos como siempre. Tener una relación más inmediata no es tan distinto. Lo que cuentan las canciones que la gente muy joven escribe hoy no es tan diferente a lo que contaban los boleros. Es verdad que tienen menos tabúes, pero eso es una evolución natural de la humanidad, quitarse tabúes. Dicho esto, en nuestra canción sí que hay un cierto dramatismo que es lo que quizá a veces está más ausente estos días. Antes se hacían estas canciones tipo juicio con frases como “Sí, me declaro culpable de haberme enamorado” o “Sí, asumo que he pecado y pecaré toda mi vida”. Estamos un poco demodé con este registro, pero justo al decirte esto me ha venido a la cabeza la canción “Ateo” de C.Tangana, que también tiene ese tono demodé. Son un poco ejercicios de estilo, la nuestra es un canto al amor prohibido. A medida que va habiendo menos prohibiciones, yo diría que por suerte hay menos prohibiciones, se pierde un poco esa épica de ir contra lo prohibido.

Me ha pasado algo que no creí que me fuera a pasar nunca y es que estoy disfrutando un huevo de tocar en directo

P. El encuentro entre humanidad y tecnología, muy presente en tus canciones, es hoy un asunto central en el debate público, desde el transhumanismo a la Inteligencia Artificial. ¿Crees que la omnipresencia de la tecnología puede llegar a deshumanizar?
R. Buf, es una pregunta muy compleja. Estuve haciendo una canción, que se llama “Sueño Delta”, que ni siquiera sé si voy a poder meter en el nuevo disco. Habla, un poco desde el romanticismo, de saber cómo nos afectará el transhumanismo, si la uniformidad nos hará perder un poco la gracia de la vida. En el día a día, en la realidad, creo que nuestra historia nos enseña que es muy difícil que esto ocurra. Algunos expertos te dirán que es la primera vez en la historia en que la humanidad se enfrenta a entidades más inteligentes que ella. No lo sé. Los expertos tendrían buenos fundamentos teóricos, pero yo sigo viendo la tecnología como una posibilidad y algo divertido, algo guay, me da cero miedo. El miedo que pueda tener yo no es tanto por la tecnología como por el ser humano, quien gestione todo esto, por ejemplo el hecho de que cada vez haya menos trabajo. Ojalá podamos liberarnos y dedicarnos a una vida más contemplativa, con la Renta Básica Universal o algo parecido. Podríamos tener un paraíso en vida, por llamarlo de alguna manera, pero sabemos que eso no va a ocurrir porque alguien lo impedirá. La historia también prueba que cuando hay una masa humana que no es necesaria se la deja al margen y ya está.

P. ¿Cuál ha sido el mejor y el peor momento de La Casa Azul en estos 25 años?
R. Me considero muy afortunado. Muy poca gente se puede dedicar a lo que le gusta durante tantos años. Considero que ahora estoy el mi mejor momento. ¿El peor? Es algo que se repite en mi vida: no saber tirar adelante las ochenta cosas que tengo en la cabeza. Lo peor es no saber encontrar el equilibrio entre mi vida personal y mi vida profesional. Me cuesta cerrar algunas cosas que quiero hacer. Hay momentos horribles cuando no puedo tirar adelante las cosas, tengo épocas donde no puedo dejar de procastinar y sufro mucho. Quizá lo más duro fue el momento entre La Polinesia meridional (2011) y La gran esfera (2018), que ha sido el único periodo en el que pensé que todo esto igual no merecía la pena. Pero, como digo, el principal sentimiento es de ser muy afortunado. También fue muy duro el momento en el que trabajaba en una empresa que no me gustaba y grabé los dos primeros discos de La Casa Azul durmiendo una o dos horas al día, para luego volver a ese trabajo que detestaba. A Jodorowski le preguntaban si había sido capaz de amar a su padre, un ser aparentemente despreciable, y él respondía que si no hubiera tenido ese padre no seria hoy el padre que es. Hay algo de eso hay: los peores momentos te hacen como eres.

P. Hay algo que me impresiona mucho de La Casa Azul y es el alto nivel de las composiciones. Se supone que el pop es un género efímero, pero las canciones que compusiste en el 2000 suenan tan frescas y bonitas como entonces. ¿Estás de acuerdo?
R. Agradezco el cumplido, aunque no parto de la idea de que el pop sea efímero. Entiendo que existe el rockismo con sus diez pilares, como algo casi religioso. En la música popular también hay esos clichés que no se sabe mucho de donde salen. Este es uno de ellos: el pop es efímero.¿A qué pop se refieren? Incluso los ‘one hit wonders’, éxitos brutales de artistas que luego desaparecen, en realidad se recuerdan muchos años más tarde. Igual no se acuerdan del artista, pero sí de la canción, durante décadas. Aparentemente, el pop más insustancial es efímero, pero luego me encuentro un día a mi hijo de nueve años cantando “La barbacoa” (Georgie Dann), que es algo que ni yo ni mi chica cantamos en casa. He pinchado en fiestas del colegio y es increíble como se vuelcan en la música y el baile de canciones como “Saturday Night” de Whigfield. “La barbacoa” es efímera por naturaleza, se escribe para sacar rendimiento en un verano concreto, pero hoy sigue más viva que muchas cosas que en esos años se consideraban como gran música. ¿Por qué “La barbacoa” es mala música? Intuyo que lo que respondan quienes la odian se les podría rebatir punto por punto. Tú puedes salir de un concierto convencido de que ha sido una mierda, pero te encuentras caminando a un tipo que está explicando por el móvil a su amigo o a su mujer que le ha emocionado muchísimo. ¿Cómo es posible? ¿A la gente le gusta la mierda? Habrá quien te diga que sí, que a la gente le gusta la mierda, pero no es verdad. Mucha gente va al McDonalds a comer, a algunos le encanta, pero nadie se emociona con esas hamburguesas, así que lo de emocionarte con un grupo que consideramos malo debe de tener otra explicación. “La barbacoa” no es para escuchar en todos los entornos, pero cumple su cometido muy bien, que es generar una especie de alegría. Y es algo que consigue décadas después de su lanzamiento. En realidad, esta es una de las cuestiones claves sobre el pop.

https://www.youtube.com/watch?v=p9wizmPXdhI

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