Cultura

La increíble -pero cierta- historia de Mike, el pollo sin cabeza

Un pollo sin cabeza es la viva imagen de la desorientación, la desesperación, el nerviosismo, la cercanía de un violento final... ¿o quizás no? Hoy rescatamos en Marabilias la historia de un espléndido pollo de la raza Wyandotte que logró sobrevivir después de que su dueño le ‘acariciara’ el gaznate con la hoja de un hacha en el Colorado de los años 40. 

  • Mike, el pollo sin cabeza.

Era el 10 de septiembre de 1945. La rendición de Japón en la II Guerra Mundial había tenido lugar unos días antes y Estados Unidos daba la bienvenida ese día en San Francisco al general Jonathan Wainwright, comandante de las fuerzas aliadas en Filipinas y prisionero durante años del Ejército Imperial. Los noticiarios cinematográficos daban cuenta de su epopeya con todo detalle, aunque la fecha sería finalmente recordada por algo mucho más anecdótico y sorprendente que estaba ocurriendo en un sitio bien distinto. Al fin y al cabo, las cosas más asombrosas suelen ocurrir en los lugares más insospechados.

El pollo era capaz de sostenerse sobre una percha y andaba haciendo movimientos reflejos con el cuello.

Lejos de los fastos de la victoria, en su granja al oeste de Colorado, Lloyd Olsen acababa de salir al jardín. Allí estaba Mike, el pollo que su mujer había escogido para protagonizar la cazuela de esa noche, y a él le tocaba ser el matarife. “Vamos a hacerlo bien, que viene la suegra a cenar”, debió de pensar. Era algo que había repetido muchas veces antes: un hachazo certero en el punto preciso del cuello –a la suegra de Lloyd le gustaba mucho saborear el cuello–, y a la cocina.

Esa era la teoría, pero algo salió mal en esta ocasión. A pesar de la sangría, y de que la cabeza ya no estaba unida al resto del cuerpo, Mike seguía caminando. Lo que parecía imposible estaba ocurriendo: el pollo era capaz de sostenerse sobre una percha y andaba haciendo movimientos reflejos con el cuello, el dichoso cuello, como tratando de encontrar granos de maíz en el suelo. Asustado, su errado verdugo no quiso rematar la faena y lo dejó pasar hasta el día siguiente, cuando vio que el ave seguía viva. ¿Señal del fin de los tiempos? ¿Quizás una broma? Olsen salió de dudas llevando a Mike a la Universidad de Utah, donde se concluyó que el hachazo no había llegado a seccionar la yugular y que la coagulación había evitado su muerte por desangramiento. Sí, es verdad, la cabeza ya no estaba unida al resto de Mike, pero tanto el tronco del encéfalo como uno de sus oídos permanecían en el cuerpo, por lo que podía mantener sus funciones vitales básicas y las acciones reflejas. Era un pollo aparentemente sano. De acuerdo, sin cabeza, pero sano.

Cada mes de mayo, los habitantes de Fruita recuerdan a Mike con un festival… en el que comen alitas de pollo.

No contento con haberle cortado la cabeza, y al ver la fascinación que el animal despertaba entre sus vecinos, su dueño decidió continuar con la crueldad y aprovechó la circunstancia para convertir a Mike en una estrella nacional. El pollo recorrió Estados Unidos de feria en feria, mostrando su sensacional y descabezado brío junto a corderos bicéfalos y otras criaturas especiales. Apareció en revistas como Life y continuó creciendo, a pesar de las obvias dificultades que puede tener para alimentarse un animal que carece de cabeza. Olsen le proveía de comida a través de un cuentagotas y fue precisamente en una ocasión en la que perdió este utensilio, durante el transcurso de uno de esos viajes, cuando el ave se asfixió y acabó falleciendo. Mike, el pollo al que su dueño ni siquiera dejó morir en paz, pudo por fin dejar atrás su agónica vida. Dieciocho meses después de aquella tarde de septiembre dejaba de existir el animal, pero nacía la leyenda. 

RECORDANDO A MIKE EN SU PUEBLO NATAL

Avisan los folletos turísticos de que Fruita es un lugar único por su ubicación junto al Colorado National Monument. Miles de viajeros llegan hasta aquí cada año para practicar mountain bike y otros deportes de aventura, aunque es uno de esos sitios en los que no suelen pasar cosas muy a menudo. Por eso, cada último fin de semana de mayo, la ciudad se vuelca con el recuerdo de Mike en su festival anual. Más que una reivindicación de los derechos animales, se trata de una sucesión de concursos absurdos y torneos deportivos. Hay una carrera de cinco kilómetros, una competición de disc golf y una exhibición de autos, además de mercadillos y concursos de comida (alitas, cómo no). En este vídeo, con Los pajaritos de María Jesús como banda sonora, se puede ver un resumen.

https://youtube.com/watch?v=1b3LEqvlqqI%3Flist%3DPL1DFCAC7F7CF68241

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