El 25 de diciembre de 2019, una menor de 13 años tutelada por los servicios sociales del Gobierno de Baleares denunció ante la policía haber sido violada en grupo la noche anterior por seis menores de edad. Aquel suceso destapó una red de prostitución y de tráfico de drogas que se convirtió en un escándalo cuando los medios de comunicación se hicieron eco y que, sin embargo, era conocido entre policías, trabajadores de los servicios sociales y educadores. Ahora, cinco años después llega a los cines Las chicas de la estación, una película en la que su directora, Juana Macías, se hace eco de aquella historia para sensibilizar al espectador.
Macías, responsable en los últimos años de comedias como El favor (2023), Fuimos canciones (2021) o Bajo el mismo techo (2019), regresa al drama en una película que bebe de hechos reales para construir una ficción en torno a las experiencias de Jara, Alex y Miranda, tres adolescentes que han crecido en un centro de menores sin el amor de sus familias, y que buscan medios económicos fáciles para disfrutar de su tiempo libre. La película, que se presentó en la pasada edición del Festival de San Sebastián, llega este viernes a los cines y su directora ha hablado con Vozpópuli.
Pregunta: ¿Cómo llegaste a esta historia qué te llamó la atención?
Respuesta: Lo primero que me llamó la atención fue la violación grupal a una chica de 13 años, pero sobre todo el resto de casos que salieron a la luz a raíz de esto, que hablaban de menores tuteladas que estaban siendo explotadas sexualmente. Lo que más me sorprendió era que se trataba de algo que se sabía que estaba pasando. Lo conocía la policía, los educadores e incluso las instituciones, era algo que no se estaba abordando. Tenía sensación de incredulidad por una parte y, por otra, de querer saber más, quiénes son estas chicas y cómo era esta realidad. Cuando pensé en la posibilidad de hacer esta película sí que empecé este proceso exhaustivo de entrevistas a gente que conocía de primera mano el tema. Lo que me movió fue ese impacto por un lado y esas preguntas que me surgían al hilo de estas noticias.
P: ¿En qué consistió el proceso de investigación?
R: Estuve trabajando en este proyecto con la coguionista, Isa Sánchez. Lo primero fue decidir desde dónde se iba a contar de esta historia, que narra una realidad muy compleja. Quería abordarlo desde el punto de vista de las chicas, pero para elegir cómo organizar la historia, y decidir qué parte de ficción y qué parte de realidad íbamos a incluir, empezamos a llamar a varias puertas. Hablamos con educadores de Madrid, Mallorca y Madrid, padres de acogida y chicos que habían sido tutelados, psicólogos especializados en traumas y abusos sexuales en la infancia o periodistas. Se quedaron sorprendidos de que quisiéramos saber y todos fueron generosos a la hora de contarnos.
"Estos menores ya no dependen de sus familias, sino del Estado"
P: Lo más llamativo de Las chicas de la estación y, en general, de este asunto, es el conocimiento y las sospechas por parte de los adultos que rodeaban a estas jóvenes.
R: Había titulares como ese que contaba cómo cuando llegaban con unas zapatillas nuevas sabían que se habían prostituido. Incluso esto en un titular era muy impactante. Por otro lado, se culpabilizaba a las chicas con el tipo de vida que llevaban, si se escapaban de los centros. Si un hijo se escapa de su casa, el padre o la madre le busca y se preocupa, es una responsabilidad que tenemos. Estos menores ya no dependen de sus familias, sino del Estado.
P: Se habla mucho de la valentía y la fortaleza que hace falta para denunciar y pasar por un proceso judicial. Sin embargo, tras el caso de prostitución de menores en Murcia. ¿Cómo se explica todo esto a las víctimas, especialmente cuando son menores?
R: Incluso hay que ir un paso antes. En la película he intentado reflejar que ni siquiera las víctimas se consideran como tales. Hay un punto de normalización de los abusos por parte de estas niñas que ni siquiera se plantean denunciar. Una vez eso está encima de la mesa, evidentemente es un proceso larguísimo -en el caso de Murcia, diez años- en el que las víctimas, siendo menores, se agrava, y aunque haya culpables, no van a la cárcel. Es duro y debería haber una mayor protección para los niños.
Testimonio en primera persona
P: Las protagonistas hablan en primera persona, directamente al espectador. ¿Es una manera de sensibilizar? ¿Cuál era el objetivo?
R: Mi objetivo era contarlo desde su punto de vista, pero no solo para seguirlas en su día a día, sino porque somos capaces de saber lo que piensan. Se presentan entre ellas, y de alguna manera se presentan también a sí mismas, y en situaciones concretas escuchamos los pensamientos de estas niñas. Por ejemplo, para qué les gustaría tener el dinero, no para comprarse nada, sino para no aguantar a quien no quieren. Si no nos metemos en ellas es difícil saberlo. Es un tema muy complejo y no pretendo hacer ni un retrato general ni un estudio exhaustivo. Mi idea es contar una historia basada en hechos reales que sea una especie de ventana a la que te asomas, y las conclusiones las saca cada uno.
P: ¿Cuáles eran las líneas rojas en una película como esta, que aborda un asunto tan delicado?
R: Sabía que no quería caer en la sexualización gratuita ni en lo explícito, pero una cosa es saberlo y otra las decisiones que debes tomar y hasta dónde llegar, qué muestras y qué dejas a la imaginación del espectador. Fue una línea que encontré en el guion, pero también en el rodaje y el montaje. Era importante porque esto marca el tono de la película, que habla de una realidad dura, y pretendo que el espectador se sienta incómodo en ciertas situaciones, porque es la manera de empatizar, pero que no caiga en el morbo ni en recrear ciertas situaciones. No fue fácil porque llegar y no pasarse es difícil de veces, encontrar ese equilibrio.
P: Has utilizado el verbo incomodar. ¿Quiénes se van a sentir apelados o incómodos?
R: Quienes tengan un poco de empatía con estas niñas. Si tienes hijos te puedes sentir así y si lo ves en primera persona, también. Esta película puede conectar con un público muy distinto. Me gustaría que el espectador se pusiera en su piel, pero también he intentado reflejar y transmitir esperanza y luz, que hable también de la resiliencia en los aspectos más individuales.