Pocos diputados en activo recuerdan jornadas tan caóticas como la que se vivió este lunes en el Congreso de los Diputados. Se votaba un amplio paquete de enmiendas, mediante el cual el Gobierno pretendía colar cargas fiscales. Entre ellos, los 'impuestazos' a banca y energéticas, o la subida del diésel.
El desastroso resultado final para la coalición demostró no sólo la fragilidad de los apoyos de Pedro Sánchez, sino también el egoísmo exacerbado de la mayoría de las fuerzas parlamentarias, concentradas en mendigar votos o robárselos a quienes se sientan en los escaños vecinos. El puzzle de intereses cruzados y alianzas es tal que exige casi una guía para entender qué pretende cada cual. Sobre todo, en vista de que este jueves los mismos diputados volverán a discutir los mismos asuntos en el Hemiciclo.
1. El origen de todos los males
La votación surrealista del lunes nunca habría tenido lugar si Sánchez contara con una mayoría holgada o -al menos- con unos apoyos fiables. Sin ninguna de las dos cosas, el líder socialista se ha visto obligado a gobernar sin Presupuestos, sudando tinta para aprobar medidas con cuentagotas, por la vía del real decreto.
Lo sucedido el lunes es un ejemplo. El Gobierno intentó colar un 'sucedáneo' de reforma fiscal a través de enmiendas, usando la transposición prevista de una directiva europea sobre la tributación mínima de las multinacionales. Esos cambios impositivos son indispensables para cumplir con lo prometido a la Comisión Europea, de la que depende el próximo desembolso de fondos europeos (7.000 millones).
La jugada no salió como pretendían los socialistas, que no supieron anticiparse a los quiebros de última de hora de sus aliados. PSOE y Sumar entraron al Congreso el lunes convencidos de sacar adelante el impuestazo a la banca, anular el de las energéticas, subir el diésel, o endurecer la fiscalidad a las socimis y los seguros privados. Cuando acabó la sesión, a excepción de la 'tasa' de los banqueros, casi todas las pretensiones fiscales de la coalición se habían derrumbado como un castillo de naipes.
2. El órdago a lo grande de ERC y Bildu
Los dos socios parlamentarios son conscientes de que la coalición necesita ofrecer a Bruselas una mínima reforma fiscal. Aún así, amenazaron al PSOE con tumbar el conjunto del dictamen -con todas sus medidas-, si no se mantenía el impuestazo a las energéticas. Esa derrota habría dejado a la coalición en una situación más dramática de la que ya está.
ERC y Bildu volvieron a demostrar que los cálculos electorales en sus respectivos territorios están por encima del futuro de la coalición; y, por supuesto, de los intereses del país, sumido en la incertidumbre fiscal y regulatoria, y necesitado de las inversiones transformadoras que exige la UE.
ERC quería apuntarse un tanto ante el electorado catalán y lo logró, vapuleando -aparentemente- a Junts, que había pactado con el PSOE días antes la supresión del impuesto a las energéticas.
Bildu, por su parte, volvió a ganar protagonismo frente al PNV, demostrando su capacidad de influencia en la coalición; y también frente a los electores del País Vasco, donde se afianza como una alternativa de gobierno cada vez más creíble (en las últimas elecciones europeas ya dio el 'sorpasso' al PNV en número de votos).
3. La contraofensiva de Puigdemont
La posición del líder de Junts es complicada. Por un lado, su principal rival en la carrera del soberanismo (ERC) tiene mayor proyección, por su alianza con el 'Govern' de Salvador Illa. Por otro, necesita recuperar el espacio que ocupaba en Cataluña la antigua CiU, atrayendo de vuelta al electorado más conservador. Para lograrlo, es clave ganar terreno en el tejido empresarial catalán, donde hay grandes empresas (CaixaBank, Sabadell o Naturgy) e infinidad de pymes.
El pacto con la coalición para anular el impuesto a las energéticas hay que entenderlo en ese contexto. Puigdemont logró, primero, apuntarse el tanto de la retirada. Y cuando ERC (junto a Bildu y BNG) arrancaron a los socialistas el compromiso de prolongarlo, forzó a Hacienda a emitir un comunicado de madrugada para salvarle la cara. De esa escueta nota -y de la satisfacción que se respira estos días en las filas de Junts- pueden extraerse dos conclusiones.
La primera es que el partido soberanista sólo aceptará un impuesto muy descafeinado, con desgravaciones para los afectados aún por negociar. La segunda es que Junts se guarda otra carta para hacer chantaje a Sánchez. Dado que la carga fiscal se aprobará por real decreto y debe convalidarse después en el Congreso, Puigdemont puede tumbarla en cualquier momento. O negociar otras prebendas a cambio de votar a favor. No hay que olvidar que el líder independentista está pendiente de su amnistía.
4. El doble juego del PNV
A diferencia de Junts, el PNV no planteó objeciones sobre el impuesto a las energéticas mientras duraron las negociaciones. El partido que lidera Andoni Ortuzar vio, en un primer momento, una vía para ganar mas autonomía fiscal. Por eso, presionó para quedarse con la gestión del impuesto, si la coalición lograba hacerlo permanente. A cambio, se comprometía a conceder desgravaciones a las compañías afectadas con intereses en el País Vasco (como Repsol, dueña de Petronor, o Iberdrola).
Votar a favor del impuesto, sin embargo, le alineaba con la posición de Bildu, algo poco comprensible para una formación conservadora y con gran predicamento en la clase empresarial vasca. Finalmente, el PNV pactó con el PSOE y Junts la retirada del impuesto. Si se desarrollara, finalmente, una versión 'light' de la tasa, la formación vasca intententará sacar tajada política, al igual que Junts.
5. La venganza de Podemos frente a Sumar
Casi sin esperarlo, el partido morado se ha topado con un pequeño balón de oxígeno. En manos de Podemos está la posibilidad de tumbar la 'pseudo reforma fiscal' en bloque, a pesar de que muchas de las medidas van en su ADN. Los impuestazos a banca y energéticas son dos ejemplos, y el endurecimiento de la fiscalidad sobre las socimis o las herencias, dos más.
Es cierto que Podemos defiende una versión mucho más dura de esas cargas fiscales. Pero en la amenaza latente de oponerse a las medidas asoma el deseo claro de venganza sobre Sumar. El partido de Yolanda Díaz nunca ha estado en horas tan bajas e Ione Belarra quiere cobrárselo cuanto antes y en votos.
6. Quién gana y quién pierde
El 'trilerismo' manifiesto que se ha apoderado estos días del Congreso de los Diputados tiene pocos ganadores y muchos perdedores. Pueden sacar tajada los partidos que han logrado arañar un puñado de votos a cambio de defender casi una cosa y la contraria. El 'esperpento' parlamentario también aporta al PP más argumentos para defender una alternativa de gobierno sólida, cuando la coalición acabe de caer (si es que cae). Este augurio enlaza con el lado de los perdedores, al frente de los cuales se alzan PSOE y Sumar.
Los dos partidos han vuelto a chocarse estrepitósamente con la realidad, sumiéndose en un estado de agonía permanente. Con la mayoría que sostiene a la coalición hecha añicos, el presente queda sumido en una incertidumbre cada vez más densa. Si PSOE y Sumar no han sido capaz de sacar adelante ni un paquete fiscal, los Presupuestos de 2025 se convierten en una quimera.
Ese horizonte es pésimo para las grandes empresas, las pymes y los autónomos que operan en España. Y también para los inversores que desean desembarcar en nuestro país. Tarde o temprano, la economía -y, por lo tanto, el empleo- acabará resintiéndose. La política de los trileros tiene un coste.