Su padre murió repentinamente cuando ella estaba a punto de cumplir 30 años. Era pintor. Una enfermedad mortal atacó su cerebro y luego los ojos impidiéndole por completo retomar sus lienzos. Después de varios meses, y para alejarse del dolor que le ocasionó su pérdida, Laura Cumming fue a Madrid, una ciudad en la que ni su padre ni ella habían estado jamás. Podría olvidar, al menos un rato, pensó. Todo parecía empujarla al Prado, ese museo en el que todo comienza y desemboca. Fue ahí, buscando un cuadro del Greco, uno de los pintores favoritos de su padre, cuando se topó de frente con Las Meninas. Nada volvió a ser igual. Ni su visión de aquel lienzo, ni de Velázquez. Tampoco lo fue su tristeza, que pareció de pronto volcada en otro lugar y otro propósito: investigar la vida del artista sevillano. De esa pasión nació Velázquez desaparecido (Taurus), un libro que podría leerse al mismo tiempo como una biografía, un ensayo crítico o acaso el más bello alegato que sobre la pintura de Velázquez se haya escrito en estos últimos años.
"Para mí Las Meninas no es una pintura, es un evento”, dice la crítica de arte Laura Cumming
Laura Cumming es crítica de arte de The Observer desde 1999, sin embargo su aproximación al asunto es mucho más apasionado que el de cualquier especialista. Sólo hay que verla llegar a la entrevista. Está sonrojada y su respiración es desigual. Viene del museo del Prado, donde ha podido estar a solas con Las Meninas. Sin público y a puerta cerrada, así ha estado . "Para mí Las Meninas no es una pintura, es un evento”, dice Cumming. El pintor sevillano ha arrancado de la pluma de esta mujer joyas que forman parte de las páginas de Velázquez desaparecido (Taurus) -un ensayo a medio camino entre la biografía y el relato de misterio- y en el que Cumming cuenta la historia del librero inglés John Snate, un hombre que en 1845 se topó con un retrato ennegrecido de Carlos I de Inglaterra que se atribuía a un pintor flamenco, pero que él sospechó que podría tratarse de un Velázquez perdido. Y en efecto: lo era. La anécdota, cien por cien real, fue motivo suficiente para reconstruir la historia de ese cuadro de Velázquez pero también del librero que decidió entregar su vida entera, incluso perderlo todo, con tal de conservarlo.
Tras ser embargado, perder su librería y contraer enormes deudas con quienes quisieron hundirlo, Snate abandonó a su mujer y a sus dos hijos y huyó a Estados Unidos con el lienzo de Velázquez. Murió solo, prácticamente en la indigencia, con la única compañía de ese cuadro por el que lo había dado todo. "Es una historia que me absorbió por completo, Era dramática y a su manera terrible y cuanto más investigaba más detalles conseguía. Este hombre murió sin nada, sólo ese cuadro", asegura. Algo en e l libro de Cumming hace lo que las grandes obras de arte: es una tragedia que se completa con la presencia del espectador, en este caso del lector, que asiste al texto como quien recompone un terrible naufragio. El ensayo, sin embargo, aporta una imagen del arte durante el siglo XIX inglés: un tiempo histórico en el que las pinturas se conocían poco, pues viajar para visitar museos no era una costumbre accesible y no existía todavía la figura al uso de las láminas o las reproducciones. Por eso es que resulta sorprendente que este librero consiguiera distinguir el Velázquez y decidiera pujar por él en la subasta. Hay además una compleja elaboración
La democracia de Las Meninas
Velázquez desaparecido tiene páginas realmente memorables. Sin embargo, las más brillantes son aquellas que tocan las motivaciones más personales de Cumming. Para lograr explicar cómo y de qué forma llegó a conocer esta historia del librero Snate y su lienzo de Velázquez, Laura Cumming relata su relación con el artista sevillano y lo hace justamente a través de Las Meninas, lienzo pintado por Velázquez en 1656 en el Alcázar de Madrid. La escena incluye a un grupo de servidores palaciegos, que se disponen alrededor de la infanta Margarita, a la que atienden doña María Agustina Sarmiento y doña Isabel de Velasco, meninas de la reina. Están también los enanos Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, que azuza a un mastín, a la dama de honor doña Marcela de Ulloa, junto a un guardadamas, y, al fondo, tras la puerta, asoma José Nieto, aposentador. En el espejo se ven reflejados los rostros de Felipe IV y Mariana de Austria, padres de la infanta y testigos de la escena. Finalmente, Velázquez se incluye como parte de la escena, al retratarse en la ejecución del lienzo. Esa imagen, ese lienzo, es explicado con apasionamiento por Cumming.
"Este cuadro pone el mundo boca abajo, de forma que los ciudadanos puedan ocupar el lugar de los reyes, y los reyes aparezcan empequeñecidos en comparación con los niños"
"Todo el que se coloca ante Las Meninas, retenido por los ojos de esos niños y sirvientes desaparecidos, se halla exactamente donde estuvieron situadas otras personas en el pasado. Y esto forma parte del contenido del cuadro. Nos pone en compañía de todos los que lo han visto , desde la pequeña infanta y sus doncellas, que debieron de acercarse corriendo para verse en el momento en que Velázquez lo terminó , hasta el rey y la reina, que aparecen en miniatura en ese espejo que se vislumbra a fondo. Nos encontramos donde ellos estuvieron una vez , da a entender el espejo (y la mirada de los sirvientes), observando la escena, el momento que se ha mantenido intacto a lo largo de los siglos. Este cuadro pone el mundo boca abajo, de forma que los ciudadanos puedan ocupar el lugar de los reyes, y los reyes aparezcan empequeñecidos en comparación con los niños. Estamos todos juntos en la historia, y Las Meninas nos reúne en su democracia sin límites", escribe Cumming en una introducción que explota al espectador más emocional y al crítico de arte más entusiasta.