Puede que ésta sea la cuarta o quinta entrevista en lo que va de mañana. Así que Lea Vélez (Madrid, 1970) ha de llevar tantas Cocas-Colas como entrevistas. "Voy a necesitar un Valium para contrarrestar el efecto", dice la escritora, riendo como una loca. Y su risa está bien. Despoja de solemnidad una mesa en la que hasta las empanadillas quieren salir bien retratadas en las fotos y los servilleteros hacen morritos. No puede existir en el mundo persona más distinta de ese tipo de cosmética que ella. Por eso sus risotadas, por eso su pelo revuelto. Por eso este libro y esta entrevista.
Narrado en la voz de uno de los niños, Nuestra casa en el árbol (Destino) se sirve de la pequeña gesta de construir una casa en el árbol como una elaboración de la pérdida y la capacidad de sobreponerse
Nuestra casa en el árbol (Destino) es la historia de una familia que podría ser cualquiera, aunque en realidad es la suya –quienes hayan leído su novela anterior, El jardín de la memoria, lo pillarán al vuelo–. Todo ocurre con una decisión vital. Tras la muerte de su marido, Ana -la protagonista- vende todo cuanto la ata a Madrid y se marcha al sur de Inglaterra, al hostal inglés que su marido le dejó en herencia. En compañía de sus tres hijos, se marcha al campo. Juntos buscan su lugar en el mundo, uno esencial, uno que se desarrolla alejado del ruido y que coloca el oído sobre lo verdaderamente importante.
Narrado en la voz de uno de los niños, Nuestra casa en el árbol (Destino) intercala trozos del diario de la madre y se sirve de la pequeña gesta de construir una casa en el árbol junto al río como una elaboración de la pérdida y de la capacidad de sobreponerse a los golpes de la vida usando su impulso como una fuerza para avanzar. No es ni mucho autoayuda metamorfoseada en ficción, en absoluto. Es un libro sobre la educación y la pérdida, sobre la familia como escuela y la vida como elección.
"Es un libro sobre la educación y la pérdida, sobre la familia como escuela y la vida como elección"
En las páginas de Nuestra casa en el árbol hay imágenes demoledoras y de una belleza rotunda, por lo sencillas que son. Estampas hermosas como una pedrada o la risa loca de los que beben mucha Coca cola. Una madre que pierde unas llaves en un metro cuadrado de hierba y a la que la mirada de sus hijos le hace entender que la supervivencia de todos pasa por sus manos. Pero también las largas conversaciones de los niños entre sí. El rumor del río. Una mujer odisea, un niño que lleva dentro de sí el asunto que será.
Como ella misma dice, ser guionista es lo más parecido a ser taxista en Londres sin GPS. No importa cómo ni en qué tiempo. Tienes que llegar
Lea Vélez nació en Madrid, en 1970 en una familia para la que la literatura eran palabras mayores. Y acaso, recuerda ella con sus Cocas-Cola de más, podría ser esa la razón por la que se dedicó al asunto: por aquello de retar o ser aprobada por el padre –crítico literario- . Tras estudiar Ciencias de la Información en la Universidad Complutense, Lea Vélez se licenció en periodismo en 1994. Pronto se dio cuenta de que además de escribir, le apasionaba el cine, así que decidió convertirse en guionista de ficción. Y ahí aprendió lo duro. Como ella misma dice: ser guionista es lo más parecido a ser taxista en Londres sin GPS. No importa cómo ni en qué tiempo. Tienes que llegar. En 2004 y 2006 tras publicar sus primeras dos novelas co-escritas con Susana Prieto, publicó El jardín de la memoria, al que sigue Nuestra casa del árbol.
-Árbol y río, las dos imágenes que jalonan esta historia.
-Esta es una ficción literaria basada en unos personajes, mis hijos y yo, y también más gente, claro. Pero no necesariamente plantea una voz autobiográfica. La casa en el árbol es una metáfora de la educación, el río es una metáfora de la vida, de usar la fuerza de la gravedad a tu favor en lugar de estar permanentemente a contracorriente. Tiene que ver con la idea de no levantar pesos que no te corresponden.
-Se vale de los mecanismos de las ficción y también del registro auto ficción para hablar de algo más. ¿Pero exactamente qué?
-Este libro es un tratado de todo, quizá de cómo ser una persona completa. Para mí todo lo que somos o seremos nace de las raíces de la infancia, en lo que hemos visto en nuestros padres. Nos convertimos en nuestros padres, a fin de cuentas. Sé que es así, porque ya siento estar convirtiéndome en la madre que yo recuerdo. Esta novela la han inspirado mis hijos: la forma como son, las cosas que dicen. Todo lo que vivo es literario, porque procuro que todo cuanto me ocurre lo sea. En lo cotidiano, trato de darle la vuelta.
"La casa en el árbol es una metáfora de la educación, el río es una metáfora de la vida, de usar la fuerza de la gravedad a tu favor en lugar de estar permanentemente a contracorriente"
- Esta estructura es más ambiciosa que la anterior
-Hice esta estructura más elaborada. Me costó un poco más decidirme por ella. Me gustaba la idea de que lo contara uno de los protagonistas. No quería contarlo yo, porque entonces ya era Lea Vélez, y eso implicaba una repetición. La entrada de los niños me permitía hablar de mis hijos y de mi propia infancia. Además, los elementos fragmentarios permiten resolver temas sobre quién narra y quién vive lo que narra. Hay cosas que un narrador en primera persona no puede contar y sentimientos que no conoce. Para eso necesitaba la voz de los niños y el diario de la madre. El mecanismo de un libro ha de tener una lógica, un por qué. Y esa razón está en la idea de por qué alguien se sienta a escribir esta historia.
-¿La constante presencia de la orfandad y la pérdida reivindican el aprendizaje como una manera de sobreponerse? La casa en el árbol en una perspectiva, ¿de qué?
-La enseñanza la vemos sólo desde la perspectiva de que los padres enseñamos a los niños, de eso sólo me di cuenta con la maternidad. Son los hijos los que nos educan a nosotros. Eso quería retratarlo en la novela. La educación como binomio es un tema del que hablamos poco. Pensamos la educación como algo que le damos a los hijos, eso plantea una relación de poder que es injusta y frustrante. Yo quería reflejar un equilibrio. La madre lo aprende todo de los hijos y al mismo tiempo les está enseñando todo. El libro sí tiene una metáfora de enseñar, lo que ocurre es que está oculta. No es literal. Es un libro que habla de cómo educar pero no dice cómo hacerlo.
"De eso sólo me di cuenta con la maternidad. Son los hijos los que nos educan a nosotros"
-Usted realmente tiene su casa en el árbol. ¿Por qué?
-Sí, yo vivo alejada de la ciudad y tengo una casa en el árbol. Hay un elemento claro. Somos personas solitarias, porque a veces llegamos a la sensación de que entiende sólo nuestra familia o aquellas personas que estamos seguros de que nos quieren y todo lo que está por fuera es hostil.
-¿Qué plantea para usted la auto-ficción?
-Yo de las personas que cree que hay que usar la dificultad a tu favor, siempre. Porque igual va a llegar, cuando menos te lo esperas. Y lo mejor que puedo contar es lo que me pasa a mí, es de lo que más conozco y más he vivido. No tengo que demostrarle a nadie que sé escribir ficciones inventadas y asesinatos, ya yo pasé por ahí y a destajo además –Lea Vélez fue guionista- La alta literatura tiene que ir de la mano de la alta empatía.