Cultura

Idea de la ceniza: María Virginia Jaua y la eleboración del duelo como género literario

Idea de la ceniza (Periférica) narra, de manera retrospectiva, una pérdida que no se adivina como tal hasta que avanza la lectura. El motor del libro es la correspondencia entre dos amantes –a veces no sabemos quién es uno y el otro-, un intercambio que se sospecha imposible a veces. Al final, la demolición lo deja todo muy claro.

  • María Virginia Jaua, escritora.

Este es un libro arenoso, hecho de las muchas tierras que se atascan en la boca de un embudo. Mientras el tiempo se precipita como una muerte, otro transcurre en paralelo: el tiempo de quienes quedan vivos.  Si la muerte es la certeza, la supervivencia es la trampa, el atajo, el artefacto.

¿Puede un texto comportarse al mismo tiempo como un ensayo, una novela y un poema? ¿Puede recoger el espíritu de esas tres formas?

El duelo ha dado magníficas páginas a la literatura –con Conrad hay para rato-. Sin embargo éste es un caso distinto, acaso inusual. Se trata de Idea de la ceniza (Periférica), un libro cercano a la vez que racional. ¿Puede un texto comportarse al mismo tiempo como un ensayo, una novela y un poema? ¿Puede recoger el espíritu de esas tres formas? En Idea de la ceniza, María Virginia Jaua elabora una conceptualización al mismo tiempo que ejecuta una purga. Una catarsis de la pérdida del ser querido, del amante. Eso sí, sin estridencias ni lírica. Lo hace como quien se detiene a pensar, a releer.

En una congestionada cafetería del centro de Madrid, María Virginia Jaua conversa –es una mujer preciosa, delgada, elegantísima- sobre las razones de este libro. Ella, que es una pensadora impenitente, ha procurado hacer de su naufragio una orilla. “Está basado en mi experiencia autobiográfica”, dice.  Y sí: hay una historia propia detrás de estas páginas, pero también una reflexión que la universaliza.

Idea de la ceniza narra, de manera retrospectiva, una pérdida que no se adivina como tal  hasta que avanza la lectura. El motor del libro es la correspondencia entre dos amantes –a veces no sabemos quién es uno y el otro-, un intercambio que se sospecha imposible a veces. Al final, la demolición lo deja todo muy claro.

En el trasiego de la narración, queda un largo y fértil camino que reflexiona sobre el despojo. Ha muerto el ser amado, sí: quedan cenizas, resto, prueba de aquello que ardió alguna vez. Esa es la ceniza: aquello que da título al libro y sentido a estas palabras. La vida rehaciéndose en palabra y resto.

Dice Jaua que se trata de un homenaje a Agamben, el filósofo italiano que tanto y con tanta lucidez reflexionó sobre la ceniza como rastro, pero también como prueba y registro, como memoria

Dice Jaua que se trata de un homenaje a Agamben, el filósofo italiano que tanto y con tanta lucidez reflexionó sobre la ceniza como rastro, pero también como prueba y registro, como memoria. En Idea de la ceniza hay algo más que una elaboración testimonial del duelo. Se trata del balance entre sentir y pensar y la pérdida como elemento que trastoca ese proceso. Ese tiempo que la vida le regatea a la muerte. El gesto de rebañar lo vivido en el registro que de esa vida queda.

“El libro está lleno de claves y guiños. Se trata de temas que constelan. Desde la propia reflexión sobe los géneros literarios -puede ser un ensayo, un poemario, una ficción- hasta el juego de los amantes”, explica María Virginia Jaua. Lo hace con la naturalidad de quienes saben vivir entre fronteras. Ella, curadora y ensayista, sabe moverse en ese tono mixto, raro, del vivir  el pensar. "No veo el duelo como algo oscuro", asegura.

Esta novela-ensayo, como ella lo llama, nació de una extracción. Cuando su pareja murió, María Virginia Jaua, cual lento minero, extrajo de la correspondencia que sostuvieron durante años la ruta de este libro. El manuscrito, finalmente, fue transformándose en algo autónomo, que trasciende y esquiva lo confesional o testimonial.

Este libro se comporta como quien lo ha escrito. María Virginia Jaua es la mezcla por excelencia. Periodista, escritora, traductora, editora. De padres venezolanos, ha vivido en Caracas, México, París, Beirut y Madrid. De sus diversos orígenes proviene el interés por los viajes, las culturas nómadas, la diáspora, la libertad del pensamiento, el traspaso de fronteras y la diversidad cultural más allá de los géneros literarios y artísticos. Justamente esa simultaneidad, esa mezcla -de géneros literarios y formas de mirar- es lo que recoge Idea de la ceniza.

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