Esta es una historia muy cinematográfica, tanto por el personaje protagonista como por la sucesión de los acontecimientos. La vida de Enric Marco (Barcelona, 1921-2022) salta a la pantalla de cine con la dirección de Aitor Arregi y Jon Garaño, quienes años atrás hicieron posible la emotiva La trinchera infinita (2019) y que brillaron en sus inicios con la delicada Loreak (2014). En esta ocasión, se entregan por completo al thriller para ficcionar la vida de un impostor con mayúsculas, un personaje incapaz de separarse de la persona incluso cuando todo se sabe, cuando no queda ninguna mentira por descubrir, y compiten así con las ansias de un hombre por seguir llevando su vida a un terreno inverosímil.
El protagonista de esta historia es Enric Marco, supuesto superviviente de los campos de concentración nazi de Alemania que durante años encabezó una asociación y se convirtió en una figura mediática, siempre dispuesta a darlo todo y alzar la voz, en actos públicos o ante estudiantes de instituto, para que las víctimas españolas tuvieran el reconocimiento que se merecían por parte de las autoridades y de toda la ciudadanía. Nunca cobró un euro por toda su dedicación .Solo fallaba un pequeño detalle: él nunca había estado en ningún campo de exterminio y su vida distaba mucho de la del resto de supervivientes.
Con una butifarra en la mano como regalo, Marco se acercó a estos directores para proponerles retomar la película sobre la que habían estado hablando durante años, un combustible necesario para quien no podía evitar ser carne de la prensa y que incluso llamó la atención de Javier Cercas en su libro El impostor (2014). Tras entrevistarle, pensaron en sacar adelante un documental en el que volcar su propia experiencia con este individuo, pero finalmente apostaron por la ficción. "Si Enric Marco se ha inventado un personaje ficticio, ¿por qué no hacer nosotros lo mismo?", comenta Jon Garaño en una entrevista concedida a Vozpópuli con motivo del estreno en cines de este filme, protagonizado por Eduard Fernández y Nathalie Poza.
"Hay una parte que habla de los demás: todos somos un poco narcisistas, nos gusta que nos admiren, que nos quieran"
Marco, título del filme, les sirvió, pues, para hablar no solo de la personalidad ególatra de este señor, sino también para abordar los límites entre la realidad y la ficción, cómo se perciben en la sociedad y cómo se cuentan las historias. "Ahora se habla mucho sobre la verdad, sobre qué es, y se confunde mucho con otras cosas. Marco nos servía para hablar de todo eso, era un material muy potente", cuenta.
El protagonista de esta historia necesita estar en el centro de todo: muestra un narcisismo extremo y una necesidad voraz por acaparar la atención de los demás en cada instante de su vida. "Parece un personaje porque se sale de la norma, poca gente reaccionaría así cuando se conoce la verdad o cuando le van descubriendo. No mucha gente lo hubiese hecho como lo hizo él. Pero también hay una parte que habla de los demás: todos somos un poco narcisistas, nos gusta que nos admiren, que nos quieran. En Marco, lo que lo hace especial es que es extremo, era su gasolina de vida", explica.
Las lágrimas de Carme Chacón
Para Garaño, este perfil casa bastante con la actitud que se percibe hoy en día en las redes sociales, en las que "todos muestran su mejor versión, se ponen en el centro de todo y quieren enseñar lo guapos, inteligentes y majos que son". En su caso, Marco contaba con el "superpoder de la palabra" y la capacidad de seducir y conmover a la gente. De hecho, la película recoge un momento real en el que el protagonista de esta historia lee un pasaje en teoría real de su experiencia en los campos de exterminio en el Congreso de los Diputados, ante políticos de la época como José María Lassalle o la fallecida Carme Chacón, a quien se ve secarse las lágrimas de la emoción que le provocan sus palabras.
¿De qué sirve estar en un sitio si no sabes comunicarlo? Eso piensa el protagonista de esta historia, que directamente se salta el primer paso y que es capaz de reivindicar el poder de su palabra incluso cuando ya se conoce la realidad sobre su farsa. "Una vez se descubre la verdad es lo que reclama: quedan pocos deportados y se siente el único capaz de contar esta historia", cuenta Garaño acerca de la dimensión egocéntrica de este personaje.
Esta película también habla de la caída del mito, cuando uno descubre que el ser inmaculado no es tal. "Cuando tienes una figura que es un referente, si de repente descubres que es toda una careta y que lo que se ve no se corresponde con la realidad, para quien le ha admirado es algo muy doloroso. Nos ha pasado con Marco: gente que le conoció y que estuvo muy cerca, que ni siquiera quisieron hablar de él por el dolor que les causaba. Necesitamos unos referentes y si son de barro, cuando se deshacen es muy doloroso", cuenta.
Más allá de funcionar como espejo del presente, Marco también refleja el contexto político de los primeros años del siglo XXI, y cuenta cómo José Luis Rodróguez Zapatero accede a presidir en 2005 un acto de homenaje a los republicanos que estuvieron en campos de concentración nazi, en un interés, posiblemente, por empezar a situar los cimientos de su proyecto de memoria histórica. "Marco aprovecha ese momento para que por fin se haga caso a los deportados españoles, que tuvieron una situación al del resto de deportados en Europa. En otros países pudieron volver y los españoles no pudieron y la mayoría se quedó en Francia", señala Garaño.