España no sabía que, cada noche que ponía la televisión y veía al tridente formado por Antonio Resines, Jesús Bonilla y Antonio Molero, estaba siendo testigo mudo de un modo de hacer comedia que tenía los días contados en nuestro país. 'Los Serrano', mítica serie que forma parte del imaginario colectivo por su gran inicio y terrible final, fue la punta de lanza de un periodo dorado para la televisión nacional.
Aquella serie, creación original de Daniel Écija y Alex Pina, mostraba semanalmente las virtudes y defectos del ingenio guionizado de los españoles. Los tres pilares compartían espacio en una barra de bar, un taller y una casa familiar donde no faltaba nunca un plato encima de la mesa ni una silla para sentarse. Señas de identidad (ocio, trabajo y familia) de los valores que compartían muchos ciudadanos en esos años.
Antes de entrar en profundidad en lo que supuso la serie y el devenir de los últimos años, cabe destacar que la pequeña pantalla tuvo una competencia feroz con productos muy similares. 'Camera Café', 'Aquí No Hay Quien Viva', '7 Vidas', 'Aída' o 'Los Hombres de Paco', entre otras. Todas ellas eran el espejo de buena parte de la sociedad de aquellos años.
Un país que solo buscaba reírse de sí mismo, de sus muchas virtudes y también abundantes defectos. Un rato de esparcimiento para olvidar un día de trabajo, un disgusto personal o, única y exclusivamente, por ocio. ¿Por qué triunfaron todas estas series que hacían unos índices de audiencia ahora inalcanzables? Porque nos veíamos reflejados en ellas. 'Los Serrano' era el perfecto ejemplo.
Los personajes podían ser, perfectamente, el alter ego de muchos telespectadores. El padre de familia superado por las circunstancias, el gañán entrañable, el liante con aires de grandeza, la madre 'sargenta', el/la adolescente calenturiento o la suegra metomentodo. Había para todos. Y nadie se quejaba, al revés, agradecía que alguien le pusiese chascarrillos y una dosis de drama a algo tan cercano como la vida real. Claro que lo bueno no dura para siempre.
Diego Serrano se acabó suicidando en uno de los mayores esperpentos televisivos nunca vistos, en la planta 17 se acabó el café y desengaño 21 se llenó de termitas. Llegaron las redes sociales, y con ellas nuestro particular comité de actividades antihumorísticas. Nos dicen qué debe haceros gracia y que no. Tremendo.
Hordas de jueces y verdugos de lo políticamente correcto que ahondan a dilucidar qué puede ser escrito, rodado o dicho delante de una cámara. Repito, delante de una cámara. Una ficción. Ningún otro género se ha visto sometido a semejante escrutinio como la comedia en España en los últimos diez años. Solo hace falta asomarse a la actualidad y ver lo huérfanos que estamos de estos formatos. No tenemos ingenio, únicamente programas donde ponen en antecedentes a los espectadores y tratan de hacer un humor tan blanco que no produce ningún amago de sonrisa en el espectador.
'Los Serrano' ahora serían vetados
Está claro que algunas series no han envejecido bien, y eso es un hecho indiscutible. 'Los Serrano' puede ser el perfecto ejemplo. Las desventuras de esta singular familia supusieron para la época un espaldarazo cómico tremendo, pero visualizando muchos capítulos y escenas, está claro que no le ha sentado bien el siglo XXI. Para muestra, un botón. ¿Se podría decir esto en antena en pleno 2022? No creo. ¿Mucha gente en España ha dicho o ha usado expresiones así? Cada día de sus vidas, incluso hasta los que enarbolan banderas censoras.
Pero este análisis es muy distinto del revisionismo existente en la actualidad, el cual pretende vetar, prohibir o enterrar todas estas producciones pasadas. Una de ellas es 'Los Serrano', la cual, más allá de su indecente final, ha sido puesta como ejemplo de lo que no hay que hacer en la actualidad según los cánones impuestos.
Lo que hay que entender, y es mi objetivo con estas letras, es que tenemos que ver las cosas y reírnos entendiendo el contexto y el prisma del momento en que fueron rodadas. Es un ejercicio tan sencillo de hacer que no se entiende cómo se ponen tantas trabas mientras se leen o ven obras del pasado con menos espíritu crítico y son bien recibidas.
Un panorama actual desolador
Basta con darse una vuelta por las principales redes sociales y ver que, salvo en contadas excepciones, hemos perdido el sentido del humor. Todo ofende, nada gusta y parece que solo se puede tener debates sesudos sobre temas trascendentales. No hemos sabido adaptar nuestros orígenes cómicos a la actualidad, nada más que hemos puesto en marcha una táctica de tierra quemada a escala nacional. Una lástima.
Mismos síntomas presenta el humor en otros formatos televisivos. De programas atrevidos y divertidos como 'El informal' o 'Sé lo que hicisteis' hemos pasado a bodrios 'bienquedistas' como 'Zapeando', 'El Hormiguero' y demás Frankenstein de lo políticamente correcto. Únicamente ficciones como 'Vergüenza' parecen tener claro que, aunque lo hagan de modo muy exagerado, no hay nada de que avergonzarse en nuestra forma de ser de puertas para adentro.
Fíjense ustedes si la cosa es tremenda, que suena con fuerza el regreso del 'Grand Prix', aquel maravilloso programa veraniego que unía a la gente en sus casas en pleno verano. Lo montará Ibai y lo presentará Ramón García. Hasta ahí, todo bien. Me juego una cena que tratarán de contentar a todo el mundo y acabaremos viendo el enésimo experimento sin alma ni gracia alguna. Avisados están. Mientras tanto, pónganse 'Los Serrano'. Se reirán.