Cultura

Lucía Etxebarría: “Sufrí un acoso salvaje en el que participó Irene Montero”

Lucía Etxebarria (Valencia, 1966) se adelantó a toda España en cualquier tema posible: bisexualidad sin medida, estupefacientes de asimilación lenta y novelas sáficas aceleradas. Ahora, en los márgenes, sobrevive en

  • Lucía Etxebarría durante una entrevista con Vozpópuli. -

Lucía Etxebarria (Valencia, 1966) se adelantó a toda España en cualquier tema posible: bisexualidad sin medida, estupefacientes de asimilación lenta y novelas sáficas aceleradas. Ahora, en los márgenes, sobrevive en una honesta autoedición gracias a su indiscutible prestigio internacional y una legión de seguidores. ¿Su última obra? Selene y los 4 elementos, autoeditada en el sello que lleva su nombre, donde trata de los secretos de las élites. Sus lectores siguen apreciando la ternura innegable de una mujer que siempre tuvo un poco de niña grande. Vozpópuli habló extensamente con la autora.

Pregunta: ¿Cómo comienza tu interés por la novela negra? En mi recuerdo, tus anteriores obras apenas tenían trazos de esta…

Respuesta: No, en Cosmofobia había un tío al que le mataban, lo habían decidido, y El contenido del silencio era un “noir”. Lo que pasa es que por entonces no estaba de moda la novela negra y la editorial hacía su marketing con el término “novela femenina”. En esta novela hay una forma clara de “voy a seguir los dictámenes del género” porque el tema era tan sórdido que solo podías hacerlo de una forma que enganchara muchísimo o la gente a la página 40 lo iba a dejar. Lo que hice es una narración seriada, de serie de televisión y es técnica pura y dura.

P: ¿Existen precedentes a este 'noir' solo con mujeres? Hay piezas con detectives privadas, pero no recuerdo un reparto solo de mujeres

R: Esto me sorprende, ya que esta pregunta ya me la han hecho (risas). Si te fijas hay hombres: el mismo número con las mismas apariciones. El malo, malísimo es un hombre y también el malo romántico que la caga por amor es un varón. El abogado, también, es un hombre. Como no estamos acostumbrados a ver mujeres, ellas destacan más. Luego hay otra cosa: estas mujeres no dependen de ningún tío. Son todas millonarias. Están emancipadas de los hombres, no hablan de ellos. No dicen cosas como “ay, mi chico…”

P:¿Cuánto te ha costado armar la estructura de la novela? Es de gran densidad…

R: Muchísimo. Se hizo revisando y revisando, metida a calzador. Es complicado de hacer: solo ahora, a los 55 años, he podido realizarlo. Se necesita técnica: ésta es como correr una maratón. Tienes que entrenarla…

La autora retratada por Julio Tovar

P: ¿De dónde surge utilizar los nombres de elementos con las protagonistas? Ya existían metáforas de astros en 'Beatriz y los cuerpos celestes', pero aquí la ambición es mucho más grande

R: Sol y Selena, las protagonistas, son el sol y la luna. Los cuatro elementos también. Todo lo demás son nombres simbólicos: Sirio, Fausto, Damián, Samael, etcétera. Enya, la que cuida del niño de Fulvia, significa fuego. Arminda, que es la que defiende a Celeste cuando está encerrada, significa “guardiana”. No hay ni un solo nombre, ni siquiera la bailarina de striptease, que no tenga un significado.

P: Un nombre es un destino…

R: Exactamente. Por eso lo he hecho.

P: “Mar y Tierra, Fuego y Viento, divinos monstruos. ¡Posiblemente! Divinos porque son Eternidades” dice Rubén en Luces de Bohemia, parafraseando la teosofía.

R: Bueno, es mentira que se construya la novela con un propósito, pero a medida que avanzas se comienza a liar. A estas cuatro personas yo las conozco (risas), pero perfectamente, además. Cuando vi que eran cuatro elementos lo empecé a liar.

P: ¿Cómo concibes la dualidad clara en la novela de Sol y Selene? Una de ellas eclipsa a la otra a medida que avanza la trama. Es un juego muy agudo…

R: Son la misma. Tienen vidas paralelas, marcadas por el pasado, y toman caminos opuestos respecto al sexo. Pero, para mí, son el sol y la luna y sólo esta última brilla a través del primero. Todo estaba muy pensado: a mí me gusta la idea de la redención de los dos personajes. De ahí que el final conduzca a eso. Selene, de hecho, es una sociópata de libro y sus cambios en la novela son el abandono de una forma de ser; toma conciencia de lo que hace. Es una idea muy humanista y católica: todo el mundo puede tener un momento en que cambie de vida. Sol es la iluminación, se ilumina, mientras a la otra se redime.

La violencia contra la mujer descrita de manera gráfica tiene una parte de misoginia tremebunda y además es peligrosa porque hay alguien que se va a masturbar

P: La novela defiende la posibilidad de cambiar.

R: La formación que tengo (filología, periodismo -casi ni la cuentes (risas)- y dentro de poco psicología) me hacen defender la posibilidad de cambiar.

P: ¿Imaginaste desde el inicio los elementos como símbolos gráficos? Es bonito que cada personaje parezca una especie de anagrama que recuerda al anime 'Sailor Moon'…

R: Esto lo hizo Gabriel Plaza. Uno de los personajes, Marcial, el elemento es Asmodeo, el cual es el diablo de la avaricia. Este se empareja con Lilit y tiene como símbolo a Lucifer. He estado muy metida en cabalística, no lo imaginé en principio, pero luego pensé que cada uno tenía su símbolo.

P: Resulta difícil imaginar a la Lucía Etxebarria de los 90 curioseando el mundo de la mística.

R: (Risas) Yo leo muchísimo, las cosas más raras del mundo. He decidido leer menos, porque me volvía loca. De teosofía y ocultismo lo sé casi todo. En ese sentido, Juan Eduardo Cirlot es un poeta que España ha olvidado. Lo leí y dije: “Dios de mi vida”. También la poeta argentina Alejandra Pizarnik estaba muy metida también en todo esto.

P: En el mundo místico actual, ¿Estás con Iker Jiménez o con Alejandro Jodorowsky?

R: Ninguno de los dos. Me quedaría con Cirlot, la verdad. Entré en ese mundo por feminismo y estuve en Coven escoceses. Estos eran muy feministas. Te empiezas a meter ahí y tienes que salir porque es fascinante y obsesivo.

P: En la novela se describe el mundo sáfico madrileño de la alta burguesía ¿Lo has descubierto hace poco? ¿Es tan interesante como parece en tu obra?

R: (risas) No, no lo he descubierto hace poco. Pero creo que todas ellas son bisexuales. Algo que no se plantea en la novela es el cuestionamiento de su sexualidad. La viven como tal. Las fiestas donde tienen stripper claro que existen, especialmente en Los Ángeles, y eligen chicas que no son muy exageradas, del gusto femenino.

P: ¿Cuántas grandes señoras de esta alta burguesía en Madrid están armarizadas? Algunos perfiles, especialmente el de Gaia, recuerdan a Encarna Sánchez…

R: Encarna Sánchez no llega al nivel de Gaia, pero hay señoras así estupendísimas. En ningún momento pensé en Encarna Sánchez, tengo que decir: no tiene el glamur de Gaia. Tiene más que ver con la duquesa de Medina Sidonia, que dejó todo el dinero a su mujer al morir. En esos entornos se habían casado jóvenes y a partir de cierta edad o se separan o llegan a un acuerdo con su marido. Una anécdota: la madre de una amiga mía se iba con otras a Lourdes en excursiones religiosas (risas). ¡Nadie de la familia se daba cuenta! Esto era muy sorprendente. La madre de mi amiga se puso muy enferma, operación de vida o muerte, llamaron a una de sus amigas de Lourdes (risas). Claro que ha habido estas relaciones en la alta burguesía, pero incluso Selene en la novela jamás cuenta en su Instagram que está casada con Gaia.

P: Aunque es novela negra, hay poca violencia en la trama ¿Has preferido centrarte en los giros y misterios que en las escenas de acción?

R: No quise, intencionadamente, meter violencia por la historia es violenta de por sí. Que violen a una niña o la vendan con trece años ya es tremendamente violento. También porque detesto la novela negra, y no voy a citar nombres, basada en el gore. Me parece que la violencia contra la mujer descrita de manera gráfica tiene una parte de misoginia tremebunda. Y, además, es peligrosa porque hay alguien que se va a masturbar con eso.

Pasé la novela a amigos argentinos y todos decían 'qué fuerte que te atrevas con esto', quien lo cuenta allí dura dos días

P: La crítica Pauline Kael reprochaba 'La Naranja Mecánica' porque hacía estética de la violencia.

R: Pues a mí me encanta La naranja mecánica (risas), pero es un buen ejemplo. Hemos llegado al nivel en que La naranja... no nos parece violenta, una chorradita, ya que a un golpe de clic tienes porno, novelas muy salvajes, siempre centradas en la mujer. No quería colaborar…

P. Está una obra, también, de manuscrito encontrado. Esta novela “oculta” en la trama es de gran gravedad ¿Cuánto has investigado de la realidad argentina para crear este “manuscrito”?

R: Muchísimo. Esa historia parte de una historia real. Llego a esta historia por una amiga, cuya hermana es la amante de un político. Nunca supe su nombre, ni se podía saber. No se podía ir porque le habían quitado el pasaporte, tal como le pasa a Selene en la novela. Empiezo a investigar Narcosur, la efedrina importada por los Kirchner y empiezo a flipar. Las redes de trata que hay en Argentina, donde se llega a raptar a niñas a través de secuestros en auto.

P: Lo que se llama “el gran Buenos Aires” …

R: No, no, las secuestran en sitios más rurales como Salta. A uno de los personajes de la novela lo han traído de un pueblito. Y, cuando se cansan de ellas, aparecen en un galpón: en Argentina hay miles de mujeres asesinadas al año y desaparecidas ni se sabe.

P: Es curioso porque los feminicidios en México son más conocidos que los de Argentina.

R: Hay una organización llamada Madres contra la trata de personas que perdieron a sus hijas por esta y no las volvieron a ver. Una de ellas llegó hasta España y encontró a su hija en un bar aquí. No tenemos esa idea de Argentina nadie. Pasé la novela a muchos amigos argentinos y todos decían “qué fuerte que te atrevas con esto”. Solo podía hacerse fuera de Argentina, ya que allí dentro duras dos días.

P: ¿De dónde viene tu querencia por la cultura argentina? No la recuerdo en anteriores obras tuyas o era más reducida…

R: Por Pizarnik y otras siempre. Pero la historia viene a mí: conozco a esta chica y a su hermana, y como intenta traerla a España. Hablaba constantemente de “mi hermana…”, que en inicio era actriz y modelo, y cómo no podía irse porque debía 60.000 dólares de “una reforma de la casa” (¡milongas nunca mejor dicho!). Todo esto en sitios lo más pijos posibles.

P: Estableces un buen paralelismo, en cierto sentido parodia de la cultura sáfica allí, entre Gaia y Selene y Victoria Ocampo y Alejandra Pizarnik ¿Por qué no existió una figura como Ocampo en las letras españolas antes de la dictadura?

R: No tengo ni idea (risas).

P: Pardo Bazán no es comparable a ese mundo literario que casi creó de la nada Ocampo.

R: Evidentemente no es el mismo país. Ocampo también tenía la suerte de estar casada con quién estaba casada. También la dictadura destrozó a muchas: María Teresa León desapareció, Maruja Mallo, etcétera. El franquismo las borró. Hace poco se ha demostrado que unos cuadros atribuidos a Lorca eran en realidad de Mallo.

Los Kirchner no tienen nada de izquierdas, idea que llegó a vender Podemos; era un nivel de corrupción y de intervención tipo 'este fiscal me sobra, me lo cargo…'

P: En la novela España parece “la liberación” para los personajes argentinos ¿Es tanta la diferencia social entre los dos países?

R: No lo tengo claro: para ellas España es una liberación porque se tienen que ir. No sé si has leído la historia de María Marta García Belsunce, que murió en un country, una especie de territorio donde la policía no puede entrar. Tenemos esa idea literaria de Argentina, diferente a la realidad, porque los exiliados que vinieron aquí eran una elite…

P: Era una élite progresista huida de Videla…

R: Tenían dinero y cultura. En realidad, Argentina es como cualquier país latinoamericano: hay gente riquísima y paupérrima. Esta última vive vidas muy duras. Luego, los Kirchner no tienen nada de izquierdas, idea que llegó a vender Podemos. Era un nivel de corrupción y de intervención, “este fiscal me sobra, me lo cargo…”

P: ¿Cuánto de Lucía Etxebarria hay en cada personaje? Parece que cada uno de estos caracteres tuvieran rasgos tuyos tanto propios como deseados…

R: ¿Por ejemplo?

P: La valentía de Sol en aplacar a los enemigos del género femenino.

R: Sol es un personaje muy trabajado. De ella se cuenta que un personaje en la novela es asperger; escanea los sitios y los huele: tiene lo que se llama “baja inhibición latente”, que es típico de las personas que han tenido abusos. Se concentra en sobrevivir, exclusivamente. Yo lo creé como personaje, pero si lo he hecho yo algo sería mío (risas). Ambas, Sol y Selene, están concentradas en sobrevivir.

P: ¿Te has servido de la psicología para crear personajes?

R: Sí, por supuesto. Se nota muchísimo. Yo nunca he tenido editor, pero varias personas me han comentado sobre la obra a medida que se escribía: “esto sí” o “esto no”. Son personajes creados como método narrativo.

P: ¿Utilizas estos personajes como método de venganza contra los problemas sociales? Es decir, la trata de blancas, los abusos sexuales, etc. ¿Es el género “noir” un criptogénero de cara hacer novela social? Lo han practicado con éxito Vázquez Montalbán o Petros Márkaris.

R: En todo caso yo habría pensado en Chester Himes, pero el género ya era así en el inicio ¿eh? Cuando era niña yo leía mucha novela negra porque hay una colección pequeñita, de Águila creo, con una carga social muy fuerte. El trío de autores clásicos del “noir” eran Raymond Chandler, Dashiell Hammett y Chester Himes. El último es divertido, porque cuando lo leí siendo niña no me di cuenta de que los protagonistas eran negros (risas) ¡Yo vivía en un mundo blanco!

P: ¿No piensas que esta obra ambiciosa y notable va a ser “ninguneada” en la prensa por tus posiciones en temas actuales? Me sorprende que no se haya promocionado más, sobre todo tratando temas de primera mano que conciernen al abuso de mujeres…

R: Absolutamente. No se va a promocionar y todos sabemos el porqué. Aquí hay un gobierno “supuestamente” progresista que ha llegado a vetar preguntas de feministas. Es una pena que sea así, pero qué le voy a hacer.

P: ¿Cómo van tus problemas legales? ¿No habrías sido más feliz con perfil bajo en redes sociales?

R: Hubiera sido más feliz, por supuesto. Yo sufrí un acoso salvaje en el que participó una ministra, y esto es imperdonable. Hay un vídeo con una ministra (Irene Montero) aplaudiendo cuando a mí me llaman TERF (trans-exclusionary radical feminist) y plagiadora. La Vanguardia llegó a decir que había sido condenada por plagio. Este periódico centenario, con el cual había colaborado años y que tiene miles de lectores, no tuvo la capacidad de decir que había mentido. Me dolió enormemente y tuve que demandar a la publicación.

Todo ello por ejercer un derecho democrático, enseñar una ley, y por ello esta obra será ninguneada. Para mí ha sido desastroso, desastroso, desastroso, pero si miro hacia atrás ¿habría hecho lo mismo? Mira, ahora vamos ganando: el Reino Unido, Islandia o Dinamarca ha retirado leyes, ya que se está viendo que es verdad que no se puede hormonar a un niño de nueve años. Yo no estaba en contra de los transexuales, sino en contra de esta ley.

P: ¿Le queda ilusión por escribir a una autora que ganó el Planeta y el Nadal y, sobre todo, tu primer premio literario de la marca Coca Cola?

R: (Risas) Yo en realidad podría dedicarme a otras cosas, incluso podcast o bitcoins. Me han llegado a decir “métete a Onlyfans, que viejas les encantan” (risas). El problema es que me encanta escribir y hacerlo con esta ha sido muy divertido. Ha sido enriquecedor. De hecho, la novela tendrá segunda parte…

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