Hay fiebres que se contraen lenta y dulcemente, pero ése no es el caso de Chavela Vargas. En su vida todo estuvo hecho a saltos y de exageraciones. Todo fue, a su manera, desaforado. Ella misma lo admitió en Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela. En aquella intensa carrera ganada a pulso contra la vida y el olvido, España fue para Chavela Vargas un remanso, un lugar que amó, porque en ella renació como persona y como artista.
Tras acabarse los años de fiesta en La casa azul y luego de morir su gran amigo José Alfredo Jiménez, en 1973, el México de los años dorados se hundió en la grisura y la corrupción y ella en el alcohol. Se retiró durante 15 años en su casa de Tepoztlán. Prácticamente, Chavela había desaparecido.
Después de años sin saberse nada de ella, en el bar del barrio defeño El Hábito -donde volvió a cantar esporádicamente-, un “güerito”, no hacía más que pedirle que cantara Las ciudades, de José Alfredo Jiménez. Se trataba de Manuel Arroyo, el fundador de la editorial Turner, quien la convenció de venir a España. Y así lo hizo.
Su primera presentación en España fue en 1992, veinte años después de su primera visita cuando actuó en Estudio Abierto.
“Si los milagros existen, éste es uno de ellos –recuerda Chavela en sus memorias-. Hay cantantes que se retiran en uno o dos años y cuando vuelven ya no pueden hacer nada. Yo me retiré más de quince, volví y se me abrieron las puertas. ¡Con 72 años!”, puede leerse en Dos vidas necesito.
Su primera presentación en España fue en 1992, veinte años después de su primera visita, cuando actuó en Estudio Abierto. Fue en la Sala Caracol, abarrotada de público. Entre los asistentes ese día estaba el cineasta Pedro Almodóvar, que desde ese día quedaría prendado de la fuerza de la cantante, a quien invitaría a participar en su Kika, luego en La flor de mi secreto (1995) y Carne trémula (1997). “Nos enamoramos. España y yo nos enamoramos. No lo pudimos evitar. España me dio un público muy especial y generoso y muchos amigos, sobre todo Pedro, mi único amor en la tierra”, dijo.
Dos semanas después de presentarse en la sala Caracol lo hizo en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, en el cual las localidades se agotaron el mismo días que se pusieron a la venta. De ahí en adelante en España llenó siempre, de la Plaza del Rey en Barcelona al Teatro Albéniz en Madrid, que la incluyó durante varios años en su programa Madrid encanto. Recorrió todo el país y fascinó a todos con su voz. En 1992 también recibió la Medalla de oro de la Universidad Comlputense.
Durante la década de los noventa, también durante sus presentaciones en Madrid, conoció al cantautor Joaquín Sabina, con quien trabó estrecha amistad. "Fue una noche de hace unos veinte años, en Madrid, en la sala Morasol. Dijo: “Yo vivo en el bulevar de los sueños rotos”. Y yo tuve que escribirle una canción con esa frase. Ya se había recuperado de su alcoholismo. Calculaba que había bebido algo así como 1,8 millones de botellas de tequila y solía decirme cuando me veía beberlo a mí: “Joaquín, ese tequila tuyo es muy malo; el bueno de verdad ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”. Al conocer la triste noticia, que todos veníamos anticipando, he sentido la necesidad de bajar al bar a tomar uno a su salud, aunque el brebaje sin ella siempre será de los malos" escribió Sabina en una carta pública en ocasión de la desaparición de la artista.
“Joaquín, ese tequila tuyo es muy malo; el bueno de verdad ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”
De su amistad con Joaquín Sabina surgen espléndidas versiones de Noches de boda (19 Días y 500 Noches, 1999) y Nosotros (¡Por mi culpa! Chavela Vargas y sus amigos, 2010). Esa amistad que surge de la presentación casual que hizo Almodóvar de Vargas y Sabina daría sus frutos en actuaciones conjuntas las salas Caracol en 1993 y en el Teatro Albéniz en 1994 ha sido condensada de forma estremecedora por el mismísimo cantautor, junto a Álvaro Urquijo, en la canción Por el boulevard de los sueños rotos (“Esta boca es mía”, 1994). Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón en Madrid ¡quién supiera reír como llora Chavela!
Fue amiga también de Ana Belén, Víctor Manuel, Martirio, Isabel Preysler y Sara Baras, así como Ana Botella, que la visitaba, " a escondidas de todos", decía la cantante, en la Residencia de Estudiantes.