La larga y prolífica carrera del cineasta francés François Ozon está llena de dramas y de historias intensas y melancólicas, pero hay que reconocer que, cuando se pone divertido, el director de En la casa se convierte en uno de los cineastas más irresistibles del panorama europeo actual. Ese es el caso de Mi crimen, su nueva película, una comedia deliciosa con la que viaja a los años 30 para contar una historia de solidaridad entre mujeres que abraza las causas del Me Too desde la distancia y con mucho sentido del humor.
Mi crimen se desarrolla en París en 1935, donde un prestigioso productor muere asesinado. Madeleine, una actriz joven, guapa y pobre es una de las principales sospechosas y, con la ayuda de su mejor amiga, Pauline, una joven abogada sin trabajo, es absuelta en legítima defensa. Nadia Tereskiewicz y Rebecca Marder son las protagonistas de esta comedia, en cuyo reparto también figuran Isabelle Huppert, Fabrice Luchini y Danny Boon.
Ozon, que años antes había abordado la condición femenina también desde la comedia con Ocho mujeres (2002) y Potiche (2010), pensó de nuevo en recurrir a la comedia durante el confinamiento, una "época sombría" que se recrudeció con la "crisis económica" y la "guerra de Ucrania". "Era hora de volver a hacer algo más ligero y por casualidad descubrí esta obra de teatro, que me pareció genial para adaptarla al cine. Quise mantenerla en los años 30 pero con una resonancia en la actualidad", ha señalado en referencia a la obra de Georges Berr y Louis Verneuil de 1934 en la que está basada la película.
Con Mi crimen, Ozon cierra pues una trilogía dedicada a la mujer que siempre ha tomado distancia temporal: mientras que Ocho mujeres se desarrolla en los años 50, Potiche lo hace en los años 70 y ahora viaja a los años 30. "Eso me permite tomar un distanciamiento y reírme, dar toques de humor. Si sitúo la misma trama en el momento actual, probablemente la película se habría parecido más a una de mis recientes películas. Estar en un tiempo anterior me permite subrayar ciertas cosas", comenta a varios medios, entre ellos Vozpópuli, en videoconferencia.
Del mismo modo, Ozon subraya que "la situación de las mujeres en los años 30 era mucho más complicada y difícil" que en la actualidad, ya que "no podían casarse sin el permiso de su padre y sin una dote, no tenían derecho al voto, ni podían tener una cuenta bancaria o un talonario". "Me permite mostrar personajes más combativos y más amorales, porque el combate es mucho más duro, más fuerte", celebra el director francés.
No diría que en Francia hemos llegado a ese nivel, no hemos tenido a Harvey Weinstein, pero está claro que hemos tenido a personas que abusan de su poder", afirma Ozon
Durante esta película, en la que se abre una investigación para encontrar al asesino de Montferrad, es imposible no pensar en los casos que afloraron a raíz del Me too y, en especial, en el caso del productor de Miramax, que dio sentido a la eclosión del movimiento. En este sentido, y preguntado acerca de los nombres que existen en la industria del cine, Ozon afirma que no ha sido una excepción.
"Desde luego existe, no me cabe duda. Todos conocemos los abusos de poder de Harvey Weinstein. No diría que en Francia hemos llegado a ese nivel, no hemos tenido a Harvey Weinstein, pero está claro que hemos tenido a personas que abusan de su poder, tanto en el cine como en otros medios artísticos, y que fuerzan y persiguen tanto a mujeres como a hombres", ha dicho.
Mi crimen: Renoir, Capra y "screwball comedies"
Mi crimen, en una frontera entre la comedia más absurda y la más ingeniosa, está inspirada en el cine de los años 30 y 40 y, en especial, en el universo de películas de cineastas como Renoir, Capra y las llamadas "screwball comedies", en las que un personaje femenino centra la historia. "Me di cuenta de que todas tenían un ritmo tremendo, y que además eran tremendamente modernas. Tenían para las mujeres papeles muy importantes y fuertes, algo que desapareció en los años 50", cuenta el director.
Asimismo, esta comedia trata de mostrar una imagen diferente en el mundo de la interpretación, en el que ha menudo se ha representado las guerras y los celos entre las actrices. Aquí, en cambio, reina la solidaridad entre las mujeres y desafía el "cliché" por el que se piensa que existe "rivalidad entre las mujeres", que a juicio de Ozon es una "visión del patriarcado".
"No digo que no existe cierta rivalidad, pero no exageremos. Ya es hora de no manipular esta realidad y creo que el movimiento feminista de hoy en día ha entendido que el combate ha de ser unido, frontal, sin divisiones", opina. En cualquier caso, y aunque está convencido de que "aún hay mucho que cambiar", cree que "una película no es un manifiesto político" y que su intención, en todo caso, es "plantear preguntas". "La política y el arte no tienen nada que ver, son cosas muy diferentes", concluye.
Uno cualquiera
Sin haberla visto, puedo imaginarme qué tipo de humor se va a gastar aquí, y contra quién va a ir dirigido (he dicho bien, "contra"). Por la descripción y las declaraciones del autor, suena a la enésima chapa ideológica copy-paste que nos sirven de desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena todos los días y en todas partes. Creo que pasaré, pero ya no a modo de protesta ni nada, sino por pura pereza.