Si nos propusiéramos recopilar los deseos que más a menudo se piden, seguramente uno de ellos sería viajar en el tiempo. ¿Quién no ha soñado con pasear por la Roma imperial o por la Praga medieval? ¿Quién no querría, si se lo propusieran, asistir a la coronación de Napoleón o presenciar la construcción del palacio real de Madrid? Pues bien, los viajes en el tiempo ya comienzan a ser una realidad: ni siquiera hace falta entrar en una máquina sofisticada como pronosticaban las películas futuristas hace sólo una décadas, basta con ponerse unas gafas de realidad virtual y utilizar el software que ha desarrollado Numinos, una joven start-up afincada en la República Checa.
La historia de esta (todavía) pequeña empresa tiene su aquel: la fundaron tres jóvenes españoles exiliados en Praga —Marcelo, Daniel y Álvaro— con el fin de dar un uso distinto, novedoso a la realidad virtual; con el fin de que ésta fuese un complemento en lugar de un sustituto del mundo real: "No se trata de crear una realidad paralela, sino de proveer a la que se nos ha dado de otras dimensiones que la complementen y, sobre todo, que la expliquen".
Esta filosofía les ha llevado a crear un producto que, pese a estar sustentado en la realidad virtual, tiene poco que ver con las cosas que hasta ahora se habían propuesto en este campo, como el metaverso: "Uno no puede realizar la experiencia desde su casa; puede hacerlo solamente en físico, estando aquí". Y cuando dicen "aquí"se refieren a Praga, que es la ciudad que han escogido para arrancar este proyecto porque "a pesar de ser uno de los epicentros de la historia de Europa, su historia propia, particular es bastante desconocida y explica en gran medida la del continente entero".
Con todo, Numinos aterrizará pronto en Madrid —calculan que en septiembre de este año— y en París, y su objetivo es ir expandiéndose rápidamente para poder ofrecer su experiencia en la gran mayoría de las capitales europeas. "Nuestro objetivo es ambicioso, desde luego, pero estamos convencidos de que gracias a la calidad del producto y al modelo de negocio (venden su experiencia a tour operadores locales, que luego se encargan de distribuirlo) lo lograremos".
¿Cómo funciona?
La experiencia se desarrolla en la ciudad de Praga: uno pasea junto a un guía que, además de explicarle la historia de la ciudad, le provee de unas gafas de realidad virtual y le indica en qué lugares ponérselas. Aunque aseguran que habrá más, de momento son tres, y en ellos se recrean cuatro momentos históricos. El recorrido empieza y acaba en el mismo punto: la plaza de la Ciudad Vieja, de modo que uno puede verla primero recreada en el año 1377, bajo el reinado de Carlos IV, cuando Praga era la capital del Sacro Imperio Romano Germánico, y después, justo antes de terminar la experiencia, en 1621, en plena Guerra de los Treinta Años, al día siguiente de la ejecución de veintisiete nobles checos que se rebelaron contra el emperador Fernando II.
La experiencia es realista, no requiere de ningún conocimiento previo y está acompañaba por un asistente que vela en todo momento por los viajeros
Entre medias, uno presencia la tormenta que destruyó el puente de Judith —antecesor del actual puente de Carlos— y que terminó por inundar la ciudad entera, y asiste también a la plaza de la Sinagoga Vieja-Nueva —la más antigua de Europa todavía en funcionamiento— en el año 1600, que fue el tiempo del gran rabino Loew, de Mordechai Maisel (el financiero de la corona de Bohemia) y del legendario Golem de Praga. Pero estos cuatro episodios históricos no han sido escogidos al azar: son, según el amplio equipo de historiadores del que dispone Numinos, "cuatro de los momentos clave de la historia de Praga" y han sido cuidadosamente elegidos porque "han conformado la ciudad tal y como hoy la conocemos".
Así contada parece una experiencia difícil de recrear por muchos medios y avances tecnológicos de los que uno disponga; no obstante, resulta tan inmersiva, tan realista que a uno le da la sensación de estar allí. Ése es en cierto modo el objetivo, según cuenta uno de sus fundadores: "Queremos que el viajero que pruebe nuestra máquina del tiempo sienta que está siendo testigo de la historia, que la historia está ocurriendo ante sus ojos"; quienes lo han probado (yo, entre ellos) dan fe de que lo han conseguido.
La experiencia, en fin, tiene de bueno que es realista y novedosa, que no requiere de ningún conocimiento previo y que, además del guía, a los viajeros los acompaña un asistente que vela por ellos en todo momento. Quizá lo único mejorable sea el hardware, las gafas de realidad virtual, que aunque son de última generación (Oculus Quest 2, se llaman, y las ha fabricado Meta), no tienen todavía la potencia necesaria para reproducir algunos de los objetos de las recreaciones en la máxima calidad, sobre todo los que están a más distancia del espectador.
En definitiva, se abre un buen futuro al proyecto de estos tres jóvenes emprendedores que han logrado, por fin, lo que muchos otros se habían propuesto: que viajar en el tiempo sea una posibilidad al alcance de cualquiera. Basta con desplazarse a Praga. Y, dentro de poco, estarán mucho más cerca.