A las cuatro y media de la madrugada, la Catedral Techno de Monegros era un lugar divino. La afilada artista sueca SPFDJ y el británico Dax J estaban bordando una sesión de techno clásico a cuatro manos, recordándonos a todos que este género nacido en Detroit a finales de los ochenta está aguantando el paso del tiempo mejor que cualquier otro. El rock está moribundo, el house vive un letargo y el hip-hop ha perdido mordiente, pero podemos disfrutar de una generación de alquimistas techno que han revitalizado un sonido inmortal. Puede ser que nunca haya llegado al gran público, pero a los devotos les ha cambiado la vida, dándoles acceso a una fuente de felicidad sonora continua. No se comprende la grandeza de esta escena musical hasta que te tiras a ella de cabeza, luego muchos de los que se mojan se quedan a vivir en la piscina.
La escasez de elementos sobre los que se construye el techno exige un rigor estético espartano para que cada pieza funcione en la pista. Estos dos DJs consiguieron bordar el reto, tirando de sencillez y oscuridad, hasta animar el cierre con "Jaguar" de Rolando, un clásico para rematar una sesión impecable.
Muchos salimos de allí con los oídos radiantes, pensando que habíamos escuchado la mejor propuesta de la noche. Recordemos que el año anterior SPFDJ ya bordó la sesión más potente en el escenario Industry City, con su mezcla de ritmos rotundos, alegría ravera y una remezcla memorable del himno "Born slippy" de Underworld. Hay prestigios que crecen y otros que declinan. El espléndido 'back to back' (espalda con espalda) con Dax J fue otro triunfo incontestable, además de un contraste con la actuacion de Richie Hawtin, en la que veinte minutos bastaron para comprobar que sonaba inexpresivo con armas no tan distintas.
Lo que no esperábamos es que a las siete de la mañana apareciese un pletórico I Hate Models en el escenario grande para dar una lección magistral de electrónica que desbordó las mejores expectativas. Toda una exhibición de intensidad y criterio para volver loca a una audiencia de adictos al techno. El musicón perfecto para ver amanecer.
Monegros y las sesiones desbordantes
I Hate Models es el nombre artístico de Guillaume Labadie, un pujante artista francés que llamó la atención en 2019 con su afilado y personal reciclaje de los estilos más duros. Algunos acudimos a verle con las expectativas a la baja porque pensamos que, a estas alturas, ya había dicho lo mejor que tenía que decir. Lo que encontramos en su arrolladora sesión fue un artista maduro y febril, capaz de redefinir los ritmos clásicos con la facilidad de quien da la vuelta a un calcetín. Su manejo profundo del techno, la música rave, el hyperpop y la Electronic Body Music (EBM) le sirvieron para encadenar temazo tras temazo, todos en su versión más sencilla posible. La gestualidad que transmitía desde la cabina era la del artista en tensión, atento al mínimo detalle, que aplaudía cada transición celebrando la conexión que sentía con el público. Al final bebía 'redbulles' en dos tragos y fumaba con avidez a través de su emblemática mascarilla, como quien corona una larga sesión de sexo en la que todo hubiera salido perfecto. Las sensaciones en las primeras filas eran de alegría completa, regada con bromas, abrazos y hasta búsqueda colectiva del dueño de un teléfono móvil encontrado en la arena. El despliegue de talento duró dos horas, aunque la mayoría hubiésemos preferido tres y seguramente disfrutado cinco. Fue la consagración completa de un artista en su mejor momento: diría que pagar por verle es la mejor inversión posible en placer musical en 2023.
Otra sesión para el recuerdo fue la del maestro techno Óscar Mulero, seguramente el artista que más ha repetido en el cartel del festival y el más querido por una mayoría de asistentes (por algo ha sido el gran difusor y referente del techno en España). Mulero es conocido por sus sesiones más brutas, pero aquí demostró que la intensidad no está reñida con los matices. A la salida de la catedral, muchos de sus seguidores recordaron su elogiada actuacion del año pasado en el escenario Open Air, donde también tiró por los recursos más sutiles. En un momento de su sesion en del sábado el director del festival, Juan Arnau, apareció unos segundos en la cabina, haciendo un corazón con las manos para agradecer al público el cariño y apoyo a un festival que apuesta por estilos de abajo en vez de por las tendencias que marcan las modas de la industria musical.
El techno ha demostrado ser un género de larga duración, capaz de satisfacer durante décadas a los oyentes más entregados
En el apartado hip-hop, los legendarios Wu-Tang Clan ofrecieron un concierto que dividió a los asistentes. Una parte disfrutó la oportunidad de escuchar en directo uno de los repertorios más impresionantes del rap, mientras que el resto nos quedamos fríos ante un sonido amortiguado y previsible, ejecutado con un enfoque más próximo al pop-rock que al estilo que representan. Mucho repetir "¿Amáis el hip-hop real?" para luego ofrecer un recital huérfano de la adrenalina y crudeza que caracteriza a sus álbumes clasicos. Quentin Tarantino, admirador máximo del colectivo neoyorquino, se autoimpuso que solo quería hacer diez películas en su carrera porque odiaría convertirse en "un director con la polla blanda". Justo a eso sonó un grupo de hip-hop callejero huérfano de cualquier sensación de peligro. Quien sí mostró una buena erección creativa fue nuestro Midas Alonso, que triunfó ante un sol de justicia a las cuatro de la tarde, gracias a sus rimas románticas y depresivas, que reflejan la vida de los barrios populares españoles. Alguna vez sus fraseos en vivo no alcanzaban la fluidez de sus grabaciones, pero demostró ser un artista con sustancia y sensibilidad, capaz de conectar con su público desde el primer minuto.
Al final el gran triunfador de la noche fue la música techno, el estilo que ha vertebrado la trayectoria del festival. No se trata de un espejismo ni de una opinión de nicho: una asistente a Monegros que reside en Milán y frecuenta los círculos de la alta costura, nos comentaba que allí también es el estilo dominante, desde las fiestas de Prada hasta los cumpleaños de los diseñadores más demandados. Cierto que la moda de lujo suele vaciar de contenido todo lo que toca, pero también que el sector tiene olfato para las formas estéticas más relevantes. Este año en Monegros triunfó rotundamente el techno ante la competencia del house, el dub, el rap y todo lo que se pusiese por delante. La enésima prueba de que estamos ante un género eterno, capaz de satisfacer durante décadas a los melómanos más exigentes (todo ello
con una historia que se desarrolla al margen de la industria discográfica). Victoria completa de un festival que ha conseguido expandirse sin perder su esencia.
Franz Chubert
El techno le ha cambiado la vida a mucha gente ... y se la ha arruinado a mucha más.
Yomismo
Que horror!!!!
Contrigosape
Gran contaminación acústica y humana en Los Monegros. ¿Dónde están los ecologistas-sandía?
Urente
¿Lo mismo, lo mismo? ¿De verdad lo cree?