Conversar con Patricia Godes es hablar sobre la historia de la música popular, tanto de aquí como de fuera. Precursora en muchos aspectos, ha trabajado en prensa, radio, televisión, y publicado libros sobre George Brassens, Alaska y los Pegamoides, Héroes del Silencio, Michael Jackson, Elvis Presley, moda, soul o Eurovisión. Buena conocedora del tema, el último día de Filomena concluía junto a Javier Adrados el libro Yo tampoco gané Eurovisión (Libros Cúpula, 2021), una didáctica guía para conocer detalles y pormenores del festival. Comentamos el desprecio con el que muchas veces se habla de él, recibiendo en muchas ocasiones calificaciones como “casposo”, cuando echando un pequeño vistazo al elenco de participantes y autores que han pasado por él, encontramos artistas internacionales muy reconocidos, aunque algunos de ellos lo hicieron con escaso éxito en el festival: Franco Batiatto, Domenico Modugno, Françoise Hardy, Iva Zanicchi, Olivia Newton-John, The Shadows, Ofra Haza, Dulce Pontes, Kali o Serge Gainsbourg, que lo hizo como autor en tres ediciones, pero solo ganó en 1965 con Poupée de cire, poupée de son interpretada por France Gall.
Pregunta: ¿A qué crees que se debe esa imagen de Eurovisión? ¿Élites menospreciando la cultura más popular?
Respuesta: Están esas élites culturales y clasistas y están los que desprecian a los que no pertenecen a las mismas. Tú has dicho exactamente ‘menosprecio a la cultura popular’ y voy a completar añadiendo ‘menosprecio a lo que conoce todo el mundo’. Pero, dejándolo de lado, Eurovisión es… Yo no diría ‘caspa’. Quizás una palabra más adecuada es ‘kitsch’. No nos olvidemos de que es un programa de televisión. Ha habido canciones buenas a lo largo de los tiempos. En mi libro he hecho una selección de 30 canciones después de haberme visto todos los festivales para hacer el libro, me habré dejado muy pocas fuera: ha habido siempre mucha más basura musical. Creo que en el evento eurovisivo es mucho más interesante lo que cuento en la parte político-social del libro que en la parte musical.
P: En las previas de este año se ha dejado fuera a Luna Ki por pretender utilizar autotune (procesador/recurso que permite afinar o modificar la voz), con la consiguiente controversia.
R: ¿Qué polémica? Si está prohibido llevar música en directo en Eurovisión. A partir de este año es obligatorio llevar enlatados hasta los coros, solamente puede ir en directo la voz solista. Puestos a eso… ¿Qué más da que una cantante use un efecto o no? El autotune es un efecto de grabación como pueda ser el wah wah. El escándalo supongo que viene por si lo usa para corregir la afinación… Pero… ¡si hemos visto festivales enteros con todos los cantantes fuera de tono! –me temo que precisamente por cantar sobre pregrabados. Entre escuchar desafinar y escuchar voces tratadas, creo que es más caritativo con el espectador el autotune”, concluye.
No creo que deba existir una cadena de radio pública dedicada a apoyar festivales, lanzamientos discográficos, etcétera, que son negocios privados
P: Al ser un festival promovido por TVE, ¿qué te parece la protesta de muchos artistas sobre la poca atención que presta la televisión pública a la música?
R: Está claro que los medios públicos no cuidan nuestra música, pero teniendo en cuenta que la música es un negocio privado, tampoco me parece bien que se publiciten inversiones privadas con dinero público como hace determinada emisora. No creo que deba existir una cadena de radio pública dedicada a apoyar festivales, lanzamientos discográficos, etcétera, que son negocios privados. No sirve más que para crear desigualdad y regalar privilegios en el mundo artístico. Supongo que habría que encontrar otra manera de llevar a cabo la difusión musical en los medios públicos. Han cambiado los tiempos : la fórmula que se estableció en los años 70 no cumple ya su cometido como servicio público y la insatisfacción de los oyentes está cada vez más generalizada.
Memoria como opción ante la nostalgia
P: Recientemente has publicado la Guía musical de Londres (Anaya Touring, 2021), antes llegó la del Madrid de la movida con Jesús Ordovás. ¿Te interesa más la nostalgia o la memoria?
R: ¡La memoria, siempre la memoria! Pero, en este caso, aunque son unos libros con una gran carga histórica, mi intención es hacer unas guías de viajes y promocionar el tipo de turismo más culto, más histórico y, concretamente más musical, que el turismo convencional. Ten en cuenta que vengo de una región turística –Castellón– que ha sido machacada en todo: medio ambiente, cultura, economía, etcétera, para halagar al turista más rastrero y más salchichero. Detrás del trabajo de recopilar y redactar estos libros está la intención de aportar un granito de arena en contra de este turismo vandálico. Me parece una razón de más para visitar los barrios no turísticos de las grandes ciudades con la excusa de dónde hubo un club o donde se fotografió una portada”.
P: Has escrito también sobre Alaska y los Pegamoides, Héroes del Silencio, Aviador Dro, Michael Jackson iconos pop, incluso alguno maldito como Georges Brassens. ¿La curiosidad es tu motor, como cantaban Aviador Dro?
R: No lo sé. Sí, es posible... Yo vengo de un entorno de música. En mi familia ha habido compositores de canciones para rondallas, ha habido concertistas y compositoras, ha habido músicos amateurs y profesionales. Ha habido mucha gente de la música y yo he estado siempre expuesta a muchísimos tipos de música. Para mí es normal que me emocione Rubén Blades o Fela Kuti, que el mejor concierto que he visto fuera el de la Liberation Music Orchestra y que termine oyendo a Michael Jackson, Adamo o Carlos Gardel. Pienso que los estados de ánimo de la persona cambian y exigen diferentes bandas sonoras a lo largo del día y también de los años. Me parece que la curiosidad la tengo más presente en relación con los libros: tengo que abrir y, por lo menos saber de qué va, qué hay dentro. Los temas de los libros no tienen mucho que ver porque han sido casi todos encargos. Ese mal llamado eclecticismo tiene también relación con el hecho de haberme dedicado profesionalmente a la difusión musical: creo que no puedo hablar de los Misfits si no he oído a Beethoven, que nunca sabré valorar el verdadero mérito de un artista si no conozco un abanico los más amplio posible de músicas. Oír muchas cosas variadas es necesario para la profesión, pero además las músicas se van encadenando… El ejemplo que ponemos siempre es el de cuando de pequeña veías que los Rolling Stones cantaban canciones firmadas por Berry o Pickett, tú te vas a escuchar a Chuck Berry y Wilson Pickett y con eso volvemos a la curiosidad que tú decías.
P: ¿Te consideras pionera del periodismo musical en España
R: Anteriormente había estado Mercedes Arancibia, que hizo unos reportajes de morirse del festival de la Isla de Wight de 1970 para la revista Mundo Joven en clave de nuevo periodismo. Mercedes fue la primera directora de un diario –la edición española de Liberación–, luego por supuesto Bertha Yebra, musa, alma, corazón y todo lo demás del Popular 1, que tenía una manera de comunicarse con sus lectores muy rockanrolera, muy frívola, muy divertida y también muy periodística. Tina Blanco estaba en RNE... y luego Marga Bonet, muy amiga, que empezó más o menos en la misma época que en Popular 1”, apostillando: “históricamente el periodismo musical era cosa de chicas y para chicas, como de hecho era la música pop en general: mira las fotos de Elvis, mira las fotos de los Beatles, mira las fotos de Sinatra… El público es eminentemente femenino y las revistas eran para chicas. Los tebeos románticos en la España franquista llevaban un gran contenido musical. La primera directora de una revista musical pop fue Patricia Kenneally, que luego se casó con Jim Morrison. La primera que se llamó rock critic fue una señora de Cleveland, Ohio, que se murió en 2011 y que posteriormente estuvo detrás de la creación del Rock and Roll Hall of Fame en su ciudad… en esa época en que Magda y yo empezamos a escribir, el periodismo musical se había convertido en un dominio masculino, me atrevería a decir apropiación de una cultura femenina y seguramente del negocio que la sostenía.
P: ¿Cómo viviste aquellos momentos?
R: Personalmente tengo que decir que me trataron muy bien. Enseguida entré en la radio, Radio Nacional, y pasé a escribir en revistas más serias. Tengamos en cuenta que hice una gran aportación con el tratamiento serio de la música negra y disco. A los popes de la difusión yo les hacía gracia, les caía bien y valoraban mi aportación y mi atrevimiento y se me abrieron muchas puertas en un principio. Pero yo era más joven, era mujer y además hablaba de música negra: o sea lo tenía todo en contra. Además, me creía humorista y me burlaba de todos los tópicos. No te puedes imaginar la de insultos y barbaridades que me llegaban, hasta amenazas de muerte. Mis compañeros en alguna de las revistas –no voy a decir cuál– se dedicaban a publicar en la sección de cartas todos los insultos contra mí. Estoy segura de que llegaban cartas que no publicaban en contra de otros artículos, pero se ve que les parecía muy divertido ponerme de punching ball. Divertido y además, pensaban que tenían derecho, ya que la crítica musical no era mi sitio. A mí me daba exactamente lo mismo, ahora pienso que no tenía que haberlo consentido.
P: ¿Cómo ves la prensa musical?
R: En mi opinión ha desaparecido, se ha desplomado y no tiene ninguna capacidad de convocatoria. Y ¿sabes por qué lo sé sin duda ninguna? Por lo que pagan las colaboraciones en las revistas. No future. Creo que hemos vuelto a la época de mi madre cuando la información iba de boca oreja y no necesitaban un ‘prescriptor’ para elegir las canciones que les gustaban que ¿cómo se atreve nadie a llamarse ‘prescriptor’ de los gustos de los demás y de los sentimientos de los demás? Nadie necesita que un ‘prescriptor’ decida sobre tus gustos. Lo que decía: creo que se ha vuelto a la época anterior a la eclosión de los medios de difusión musical. Los años 20 y 30 del siglo pasado. Y no me parece mal.
P: ¿En qué medio te has sentido más a cómoda?
R: En la radio, sin duda alguna. Si no tengo una carrera más larga y una presencia más constante en la radio, es porque no me han dejado, si fuera por mí es lo único que seguiría haciendo. Es lo que más deseo y además creo que está demostrado que hago muy buena radio, no soy de los que se limitan a poner discos.
A todos mis compañeros que hacen cosas gratis, que dan conferencias gratis, que hacen radio gratis, que escriben libros gratis, todo por pura vanidad, pues me parece que son una panda de irresponsables, de vendidos y de esquiroles
P: ¿Qué no volverías a hacer?
R: No volveré a hacer trabajo gratis para nadie. ‘Ya te pagaremos cuando mejoren las cosas’, ‘Tienes ilusión’, ‘Esto es para amigos’, ‘Esto no se hace por dinero’… Pues mira, ¡no! Si no hay dinero, no se montan negocios, ni se montan eventos, ni tampoco canales de difusión institucionales, ni nada… Si no se puede pagar al trabajador, ¡no se hace nada! Se llama esclavitud. Y a todos mis compañeros que hacen cosas gratis, que dan conferencias gratis, que hacen radio gratis, que escriben libros gratis, todo por pura vanidad, pues me parece que son una panda de irresponsables, de vendidos y de esquiroles. O es que les mantienen los papás o son meros diletantes que tienen otra profesión y están arruinando y devaluando la de los demás.
P: Tu trabajo destaca por el amplio abanico de escenas que trata, hasta el punto de que muchos lectores no tienen claro qué te interesa personalmente.
R: No sé con qué músicas me identifican. Excepción hecha de determinados momentos, casi nunca me han dejado escribir sobre lo que me gusta, que normalmente ni está de moda en España, ni atrae lectores, ni saben lo que es. Mis compañeros son más autoritarios que yo y les importa más imponer su gusto y sus conocimientos… A mí me da igual, es mi trabajo, no un tratamiento del sicólogo. Y siempre hay un filtro muy personal en lo que aceptas tratar y en cómo lo tratas, pero sí que es verdad que cada vez se cierra más el contenido de las revistas. Un ejemplo: en el primer Rockdelux, el que se hacía en Madrid en 1985, podías comentar el último descubrimiento que te acababas de comprar en el Rastro, fuera lo que fuera. King Hannibal, recuerdo haber hecho… Ahora eso sería imposible. No sé si es mejor o peor, quizás es inevitable no recomendar discos que el lector no podía encontrar. Pero no me parece normal, ni entiendo que la prensa musical especializada ni las páginas musicales de los diarios, se olvide sistemáticamente de analizar –o, al menos, reseñar– los grandes fenómenos musicales de las últimas décadas (no años, ¡décadas!), como son los musicales y los concursos televisivos de cantantes noveles. Me temo que esa desconexión con la realidad ha sido bastante dañina para los medios de difusión musicales.
KVLT
"En cuanto oigo hablar de Eurovisión, busco mi pistola". -- Hanns Johst