Las palabras de Arturo Pérez-Reverte que más han dado de qué hablar esta semana, las escribió el académico en su cuenta de Twitter en respuesta a un usuario. “Tiene usted mi palabra”, respondió el escritor ante una persona que aseguraba que el autor de La tabla de Flandes dejaría la Real Academia Española (RAE) si ésta apoyaba el cambio del lenguaje de la Constitución por uno inclusivo. El novelista no lo desmintió. Al contrario, se reafirmó en sus ideas al respecto.
Tiene usted mi palabra.
— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) July 10, 2018
El revuelo ha surgido luego de que esta semana la ministra de Igualdad y vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, anunciara en la Comisión de Igualdad del Congreso que ha encargado a la Real Academia Española un estudio para adecuar la Constitución a un lenguaje "inclusivo", que incorpore a las mujeres, porque, ha dicho, la Constitución está "en masculino", es "de ministros y diputados", como hace 40 años. La institución, de momento, niega haber recibido cualquier documento o petición.
No es una nueva la reticencia de la RAE a los cambios coyunturales en el lenguaje. Así lo ha planteado, tanto en boca de sus portavoces, como en sus publicaciones: “Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto”, explica el diccionario Panhispánico. La mención explícita del femenino, explica la institución, solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto, mientras que la actual tendencia “al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas”.
En muchas ocasiones las autoridades de la RAE han insistido en el hecho de que su papel es recoger el pulso del lenguaje, no censurar ni abolir las que se usan en el diccionario. Ese mensaje ha aparecido en distintas ocasiones: desde la modificación de acepciones atribuidas a determinados colectivos, el caso de gitano con trapacero, o lo concerniente a temas de género. Este debate, en otras sociedades, ha generado respuestas mucho más radicales. En octubre de este año, la Academia Francesa acordó plantar cara al lenguaje inclusivo, todo ocurrió a raíz del manual escolar firmado por Sophie Le Callennec, profesora de geografía. La respuesta fue contundente.
Los 40 integrantes de la Academia Francesa, los llamados inmortales,difundieron un comunicado donde se declaraban opuestos al uso de un lenguaje igualitario. "Ante esta aberración inclusiva, la lengua francesa se encuentra, a partir de ahora, en peligro mortal. Nuestra nación es responsable ante las generaciones futuras", sostuvo la institución, fundado en 1763. La Academia francesa no sólo se negaba a atender el femenino como uso genérico, sino que plantaba cara directa a una discusión que se debate entre lo lingüístico y lo ideológico. Una nueva lucha de poder que emplea el lenguaje como campo de batalla.
El tema no es nuevo, pero sí se expande y cobra interés con una inflamación cada vez más mediática y en las que las raciones de frivolidad y gresca se reparten en raciones contundentes cuando se trata de debates de orden político y de no poca tragicomedia, porque algo de eso resumen el historial de palabra del año que retratan la forma de nombrar aquellas cosas que cobran presencia en la vida de un determinado corpus social.