Cultura

¿Qué dice la historia sobre las movilizaciones de reservistas?

La España de la Restauración no ha sido el único contexto en el que una movilización de reservistas ha resultado contraproducente para el sistema político que la decretó

  • Fondo Car-Kutxa Fototeka / Wikimedia Commons -

Una de las grandes crisis a las que se vio sometido el sistema político de la Restauración española (1875-1923) fue la Guerra de Marruecos. Esta aventura colonial que pretendía construir en el norte de África un sucedáneo de los territorios perdidos contra los EEUU en 1898 (Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam) provocó grandes movilizaciones populares. Las protestas se iniciaron en 1909 en Barcelona, el puerto en el que se concentraban las tropas de refresco con las que el gobierno de Antonio Maura pretendía apoyar el despliegue en el teatro norteafricano.

El principal motivo de descontento popular fue la llamada a filas de los reservistas de las quintas de 1902 a 1907. Eran, en su mayoría, hombres de clases populares que ya habían contraído obligaciones familiares después de superar el servicio militar. Sin su presencia, sus familias perdían su sostén económico y se arriesgaban a caer en la indigencia.

Para los más privilegiados, la legislación de la época ofrecía diferentes salidas que les permitían escapar del servicio militar y de morir o ser mutilados en Marruecos, como pagar a un sustituto o hacer frente a un enorme pago. La protesta social por la injusticia de este servicio se puede resumir en uno de los lemas del socialismo español de finales del siglo XIX: ¡O todos o ninguno!

La universalización real del servicio militar en España no llegó hasta la dictadura franquista: ni la Restauración, ni el régimen de Primo de Rivera ni la II República fueron capaces de terminar con el trato preferente a las clases altas. A su manera, fue un problema que lastró la popularidad de todos estos regímenes.

Movilizar reservistas

La España de la Restauración no ha sido el único contexto en el que una movilización de reservistas ha resultado contraproducente para el sistema político que la decretó. En general, este recurso es visto como una muestra de emergencia y fracaso militar: el prolegómeno de una derrota o una guerra larga llena de calamidades y carestías. Además, extiende por toda la población el miedo a sufrir en primera persona las consecuencias directas de la guerra. No sólo se trata ya de frío y hambre, también de muerte y destrucción.

En la antesala de la I Guerra Mundial, Rusia realizó una movilización total que supuso el llamamiento de millones de reservistas el 30 de julio de 1914. No se puede entender el estallido de las revoluciones rusas de 1917 sin el descontento de las clases populares por su participación en la Gran Guerra y el sobreesfuerzo que se les exigió. El reclutamiento fue obligatorio y el llamamiento de reservistas se centraba en la población menos favorecida. La mala dirección estratégica y táctica de la campaña no ayudó. Tampoco la incapacidad de la población de entender qué se jugaban en una guerra cuyas razones no comprendían. El ejército estaba mal armado y peor dirigido, la falta de conocimiento sobre el estado real de sus propias tropas hizo a la maquinaria bélica rusa inútil, desmoralizando a sus soldados y a su población civil.

La movilización popular favorable y el nivel de compromiso general con el esfuerzo bélico suelen marcar los límites por los que un llamamiento de reservistas es recibido de una manera positiva o no.

Dibujo de un soldado alemán agachado ante un francés.

La sensación de agresión injusta de la guerra franco-prusiana de 1870-71 movilizó a la sociedad civil francesa en 1914. El recuerdo de la derrota francesa entonces animó el revanchismo en la sociedad gala. Por su parte, el nacionalismo militante alemán logró un gran compromiso político en el Reichstag. Esto convirtió aquella misma guerra en un conflicto popular entre los partidos políticos alemanes con representación parlamentaria, al menos en sus inicios.

Razones para luchar en una guerra

Las guerras en las que hay un claro sentimiento de agresión e indefensión suelen hacer popular la resistencia ante el invasor. El miedo a unas condiciones de paz peores que la propia guerra facilita apoyar la decisión de continuar el conflicto ante una agresión. Cuando en 1940 Winston Churchill prometió al pueblo británico “sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”, la alternativa a continuar la guerra pasaba por la propia destrucción del Reino Unido, su sociedad, su economía y todo su sistema de valores.

Sin embargo, cuando Sadam Hussein movilizó a los reservistas de Irak en 2003, estas fuerzas no tardaron en rendirse ante la superioridad de la coalición liderada por EEUU. Nadie parecía dispuesto a jugarse su vida para sostener el régimen del sátrapa. El problema fue confundir esta falta de defensa popular de la dictadura con complacencia ante la ocupación.

Conforme el grueso de la población va notando las consecuencias de un conflicto, aunque esté lejos de los frentes, la oposición interna a la guerra se manifiesta. El consenso se rompe y las divisiones aumentan, porque la victoria nunca es tan inmediata como la propaganda de las partes pretende hacer creer.

Más allá de las carencias materiales que puede traer un conflicto bélico, las cartas de pésame a los padres, novias y viudas o las comitivas oficiales para notificar las bajas suelen ser algunos de los principales elementos que ponen en marcha la resistencia a alargar el conflicto.

El caso de la guerra en Ucrania

Los países en los que existe o ha existido un servicio militar echan mano de la movilización de sus reservistas cuando son atacados. La emergencia de la situación en Ucrania en 2022 ha hecho indispensable que ambos contendientes movilicen sus fuerzas de reserva. Las diferencias entre ambos son claras.

Ucrania ha llamado a los reservistas para hacer frente a una agresión directa a su propio territorio. Los reservistas ucranianos no habrán recibido con entusiasmo la posibilidad de morir en una guerra, pero la motivación está clara: la defensa de sus hogares, la vida de sus familiares y amigos, sus propiedades y sus anhelos de futuro.

Los reservistas rusos no tienen esa suerte. La información de la que disponen aclara poco sobre las razones de la aventura bélica y de la situación militar real. Además, tendrán que entablar combate con un armamento anticuado, heredado de la época soviética, contra unos ciudadanos con los que hasta hace 30 años compartían un proyecto común.

La movilización exitosa de la reserva militar ucraniana ha ofrecido una valiosa lección militar para el siglo XXI. Contar con una fuerza estratégica de reserva resulta útil en el contexto de una guerra defensiva. Su motivación es alta y su capacidad bélica no debe subestimarse.

En el otro extremo de la balanza nos encontramos el caso ruso. Este nos recuerda ejemplos pasados. Sustentar una agresión sobre las espaldas de las fuerzas de reserva lanza un mensaje de debilidad e improvisación hacia el exterior y de confusión hacia el interior. Una narrativa interna que puede ser muy contraproducente para mantener el esfuerzo de guerra y peligrosa para la estabilidad política del agresor.

Luis Velasco, Profesor de Historia Contemporánea - Universidad de Vigo, coordinador del programa de máster en Seguridad, Paz y Conflictos Internacionales de la Universidad de Santiago de Compostela y el Instituto Español de Estudios Estratégicos, Universidade de Vigo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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