Toda España parece rendida ante Rosalía. ¿Toda? No, una pequeña aldea de escépticos resiste al zafarrancho mediático, empeñados en que se está exagerando. Su actuación en los Goya, con una versión de Los Chunguitos, ha superado ampliamente los tres millones de visitas en YouTube, pero también ha tenido cierto efecto rebote.
Durante la emisión, las redes sociales ardían con elogios, salpicados de algunos reproches: unos la acusaban de “desgitanizar el flamenco”, otros de estar más cerca de Enya que de la rumba, mientras la revista satírica El Jueves mostraba su hartazgo publicando un texto donde solo aparecía repetida la palabra “Rosalía” más de cincuenta veces. ¿Tienen razón los descreídos o es solo una pataleta? Estemos del lado que estemos, aportan objecciones muy argumentadas.
El diario que mejor representa la resistencia a Rosalía es ABC, donde Jesús Lillo escribía una pieza larga y cáustica sobre la versión de 'Me quedo contigo': “Mala elección del tema principal -conformista, muy de prime time, previsible como una serie de amplio espectro familiar- y aún más tibia ejecución vocal, de carácter coral, emplastado en una suavona reiteración de planos sin contraposición ni violencia. Ni el pinchadiscos del programa de Bertín Osborne lo hubiera hecho mejor. A Rosalía y a su multinacional de bienes de consumo nadie en su sano juicio les va a pedir que ensayen un trabajo coral con grupos como Cucina Povera o, algo menos transgresor, el Beacon Sound Choir que ha montado Peter Broderick, pero sí una mínima dosis de altibajos sonoros”, señalaba. En una línea: la misma acusación de apoyar por un sonido fácil y pomposo de quienes la compararon con Enya.
El mérito de la tradición
También marcaba distancias Chistina Heeren, dama de alta sociedad internacional entrevistada en El Mundo. “Rosalía tiene mucha personalidad y mucho futuro. Se está buscando todavía. No sé cómo acabará. Es una chica que tiene talento indudablemente, pero su sitio no está en el flamenco”, señala. Millonaria volcada en la cultura, que presta “sorollas” al museo de El Prado, es una de esas aficionadas clásicas que defienden que hay más mérito en estar a la altura de la tradición que en mezclarla con estilos de moda. “El flamenco tiene mucha personalidad, pero a la vez es muy frágil. Cuando introduces algo que no es lo apropiado, se destruye. Eso es lo que más sufro hoy en día, cuando hay gente que dice que es flamenca, pero no lo es”, subraya. La legitimidad de Heeren para valorar viene de su larga trayectoria como oyente y de su escuela de flamenco en Triana, por donde han pasado promesas como Rocío Márquez.
“Rosalía es el producto perfecto para el turbocapitalismo: sabe disfrazarse de independencia aunque Sony esté detrás; tiene las dosis justas de diversidad identitaria y feminismo sin resultar provocadora ni molesta"
Una aclaración: no se trata del típico debate de 'jóvenes contra mayores', ya que entre los críticos culturales de la quinta de Rosalía también existe quien la cuestiona. Es el caso de Blanca Martínez, más conocida como HJ Darger, investigadora cultural especializada en la escena trap española. “En mi opinón es el producto perfecto para el turbocapitalismo: sabe disfrazarse de independencia aunque Sony esté detrás; tiene las dosis justas de diversidad identitaria y feminismo sin resultar provocadora ni molesta; y suple la falta de carisma con frescura y espontaneidad, a fuerza de tablas y profesionalidad”, explicaba hace unos meses.
Un error de análisis muy común es confundir al artista con el fenómeno. Muchas veces son los medios, deseosos de agradar a sus anunciantes, quienes regalan un espacio exagerado a los artistas ‘fashion’. En el caso de Rosalía, estamos ante alguien que conoce perfectamente esas dinámicas y -con toda la legitimidad del mundo- las explota en su propio beneficio. Sobre este aspecto en particular, merece la pena recordar dos tuits de Guillermo Galván (miembro de los superventas Vetusta Morla) escritos al calor de la gala. “La he visto en directo varías veces en el último año y me da la sensación de que comprendes todo lo que quiere contarnos cuando al día siguiente ves el vídeo de la actuación. No piensa en el público que está en la platea sino quien la ve a través del móvil, televisión... Sabe chino”, destaca. “Más allá de lo obvio, una artista sobresaliente en lo técnico y conceptual, lo que más me fascina de Rosalía es su capacidad de convertir cualquiera de sus actuaciones en eventos escénicos diseñados para ser retransmitidos y visto en pantalla, grande o chica. Como hacía Elvis”, añade. Por supuesto, manejar a los medios tan bien como Elvis Presley no implica que hayas alcanzado su nivel artístico ni su impacto social.
Decepción comercial
¿Conclusión general de quienes miran a la artista con distancia? Rosalía no ha hecho nada reprochable, pero ha sabido dar a la industria justamente lo que pedía. Estamos ante una artista que les sirve para cubrir la cuota flamenca, aunque sea en el plano estético, sin las molestias ni el esfuerzo de comprender los conflictos del flamenco en el siglo XXI. Tener una diva joven, cool y con gancho entre los mileniales les ahorra la atención e investigación sobre el género. “Si vamos a reinventar el flamenco, que sea con seriedad y no con un postflamenquito que quita el sentido común y cuyo adanismo resulta sonrojante”, sentenciaba Lillo en su crónica.
"A pesar de ser la artista más mimada por los medios, su primer álbum no alcanzó el podio de los más vendidos en España, quedó cuarta por debajo de Manolo García y por encima de Melendi"
Seguramente la crítica más dolorosa al ‘fenómeno Rosalía’ la formuló Adrian Vogel, ejecutivo discográfico de amplia experiencia, que recordaba en su blog el fracaso del lanzamiento del álbum. Con toda la prensa española a su favor, habiendo copado portadas en suplementos dominicales y revistas de moda, ‘El mal querer’ no consiguió llegar al número uno de ventas en su primera semana. Solo lo alcanzó en la segunda, pero reduciendo su atractivo a la mitad (descenso del 48%). Vogel también reprochaba que se le atribuyera un disco de oro cuando solo llevaba 13.437 copias vendidas, cuando el mínimo exigido es de 20.000. “Seguimos confundiendo maliciosamente el producto que se coloca en el punto de venta con el que realmente se vende al público”, lamentaba. A pesar de ser la artista más mimada por los medios, su primer álbum no alcanzó el podio de los más vendidos en España; solo pudo queda cuarta, por debajo de Manolo García y por encima de Melendi (en estas cifras se incluyen ventas digitales y streaming, que ya son el 70% del mercado total). La pregunta se hace sola: ¿es hora de ir ajustando las expectativas sobre Rosalía? Seguramente sería beneficioso tanto para la prensa como para la artista.