Se dijo de él que levanta enormes rocas con las que aplastaba al enemigo, que se enfrentó en solitario al Ejército francés y dejó más de 500 bajas, que arrancaba puertas de cuajo en pleno asedio y que eliminaba enemigos aleteando un montante, una enorme espada que se maneja con dos manos. Soldado de los Reyes Católicos y de Carlos V, a las órdenes del Gran Capitán, guardaespaldas de los Borgia, y al servicio del Papa, Diego García de Paredes fue uno de los personajes más célebres del Siglo de Oro.
Un gigante, un Hércules, o un Sansón fue cómo las gentes del siglo XVI y XVII recordaron a este Trujillano, nacido en 1468, y que tiene el insuperable honor de aparecer citado cuatro veces en Quijote: “Fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado y de tantas fuerzas naturales, que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia. Y, puesto con un montante en la entrada de un puente, detuvo a todo un innumerable ejército, que no pasase por ella; y hizo otras tales cosas, que si como él las cuenta., y las escribe él asimismo, con la modestia de caballero y de cronista propio, las escribiera otro, libre y desapasionado, pusieran en olvido las de los Hétores, Aquiles y Roldanes”, aparece descrito en la obra magna de la literatura española.
Cervantes relataba la obsesión de su protagonista por los míticos soldados que creaban el ideal caballeresco, pero a diferencia de otros, García de Paredes sí que existió, aunque sus hazañas fueran exageradas hasta moldearlo en una figura casi mítica. Los aspectos coincidentes en las distintas crónicas apuntan a un hombre de un tamaño gigantesco, posiblemente por encima de los dos metros, extremadamente fuerte y con un coraje e ímpetu que traspasaba los límites de la prudencia. La fama del soldado castellano le garantizó la eternidad por aparecer en otros textos como la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, una de las obras más fascinantes de la literatura española, y por protagonizar una de las comedias de Lope de Vega, décadas después de haber muerto.
Soldado del Gran Capitán, del Papa y de Carlos V
Participó bajó las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba en la conquista de Nápoles en 1503 donde dejó para el recuerdo una de sus más recordadas hazañas. Franceses y españoles habían establecido su frontera en el río Garellano, y según la leyenda, retó en solitario al Ejército francés. Con el orgullo zaherido por una reprimenda del Gran Capitán, el extremeño cruzó el puente en solitario y desafió a los enemigos.
“Con la espada de dos manos que tenía se metió entre ellos, y peleando como un bravo león, empezó de hacer tales pruebas de su persona, que nunca las hicieron mayores en su tiempo Héctor y Julio César, Alejandro Magno ni otros antiguos valerosos capitanes, pareciendo verdaderamente otro Horacio en su denuedo y animosidad", relataba la crónica de Hernán Pérez del Pulgar.
"Tan encendido en ira...tenía voluntad de pasar el puente, a pelear de la otra parte con todo el campo francés, no mirando como toda la gente suya se retiraba, quedó él solo en el puente como valeroso capitán peleando con todo el cuerpo de franceses, pugnando con todo su poder de pasar adelante", aseguraba una de las crónicas del Gran Capitán que contabiliza medio millar de bajas francesas.
Los relatos contemporáneos también apuntan a una personalidad de mecha corta. Una rabia que transformaba a este militar en un monstruo descontrolado. En Nápoles se había enfilado él solo a por los franceses y
Antes de enrolarse en las tropas del Gran Capitán había servido a los Borgia y a otros nobles italianos. Las crónicas también recuperan algunas acciones del trujillano como la de Montefiascone, donde en pleno asedio arrancó los cerrojos de cuajo de un portón para dar acceso al resto de la tropa pontificia.
Quedó él solo en el puente como valeroso capitán peleando con todo el cuerpo de franceses, pugnando con todo su poder de pasar adelante
Desafío de Barletta y coronación imperial
Además de ser una especie de tanque humano capaz de arrollar y abrir el camino a sus compañeros, las crónicas también destacan su destreza en los duelos individuales, pues el trujillano gozaba de una agilidad impropia para su corpulencia. El más célebre de sus enfrentamientos fue el conocido como desafío de Barletta, de 1502 y de nuevo en el contexto de las Guerras de Nápoles. En este caso, el Sansón hispano luchó junto a una decena de españoles frente a 11 soldados galos. Tras cinco horas de combate, García de Paredes seguía en pie y había causado bajas al enemigo, cuando se ordenó detener la contienda, algo que no pasaba por la mente del extremeño que en un nuevo ataque de cólera gritó: "De aquel lugar los había de sacar la muerte de los unos o de los otros". Sus voces de rechazo a finalizar el duelo las acompañó con el lanzamiento de enormes piedras a los franceses.
García de Paredes continuó su carrera, fue pirata en el Mediterráneo y escolta y soldado del ejército imperial de Carlos V. Tal era su prestigio que asistió a la ceremonia de coronación de Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el Papa Clemente VII en Bolonia. Hasta el último pasaje de su vida está envuelto de misterio y brutalidad, ya que según los testimonios, aquel gigantón que había combatido del Mediterráneo al Danubio murió en un accidente mientras jugaba con unos jóvenes a lanzar puñados de paja.