Puede decirse que fueron igual de transgresores que James Dean, Jim Morrison, Sid Vicious o Freddie Mercury, pero lo fueron a través de su obra. En su vida privada, por el contrario, llevaban un ritmo razonablemente ordenado (muchos eran hasta vegetarianos), lo que les ha llevado a superar los 60 años perfectamente en activo.
Hoy en día, puede verse a Roger Waters, fundador de Pink Floyd, más parecido que nunca a Richard Gere, hecho un figurín y con más querencia por los campos de golf que por la música. Pero tiene 70 años ya. Las noticias sobre fallecimientos o enfermedades graves en este colectivo de viejos rockeros comienzan a ser habituales. Pink Floyd, los Rolling Stones, King Crimson, Yes o incluso Leonard Cohen. Casi todos han sufrido bajas ya, y no por la droga ni la vida desenfrenada, sino porque ya son casi ancianos.
Esto es un drama, ya que difícilmente habrá otra generación parecida, aunque, afortunadamente, la historia les está devolviendo a su lugar. Si en los 80 y 90 la crítica los masacró, tildándoles de ‘dinosaurios’, ‘sinfónicos’, ‘progresivos’… son muchos los grupos actuales que evidencian influencias de estos músicos y reconocen su legado. Cualquier crítico que quiera atacar ahora a Genesis o Fleetwood Mac, quedará en mal lugar.
Enfermedades, suspensiones…
Esta semana, se supo que Supertramp debía cancelar su gira, con dos fechas previstas para España en noviembre, por cáncer de huesos de su fundador, Rick Davies, que con 70 años mantenía la ilusión por salir de gira. En jet privado, eso sí.
En junio, fallecía repentinamente a los 67 años Chris Squire, bajista y fundador de Yes, víctima de una leucemia que acabó con su vida en poco tiempo. Lo hizo al pie del cañón, estando de gira y la banda ha intentado, como homenaje, no suspenderla. El cantante de toda la vida, Jon Anderson, de inimitable voz, lleva unos años retirado de la circulación, aquejado de asma.
En diciembre nos dejó Joe Cocker, un caso más que curioso. En 1968, cuando cantaba With a Little help from my Friends en Woodstock parecía un despojo humano. Un yonki al que quedaban pocos meses de vida. Pero algo hizo para enderezarse, ya que en los 80, cuando volvió al éxito de masas (Up where we belong, Unchain my heart, You can leave your heat on…) era un gordete robusto, con rosetones en las mejillas y pelo corto, que más parecía un camionero que un hombre que coqueteó con la muerte junto a Hendrix o Morrison. Murió de cáncer de pulmón a los 70 años.
Leonard Cohen continúa en activo, a sus 81 años, pero para alimentar el mito, se ha desmayado ya en alguna ocasión en escena. Poesía y épica se unen en torno al hombre que nunca alza la voz. Lou Reed se fue en 2013, en un momento en el que parecía estar totalmente de vuelta de todas sus adicciones del pasado.
Sobre Pink Floyd, su guitarrista David Gilmour ha sacado disco nuevo a sus 69 años, pero ya falleció en 2006 su teclista Rick Wright. Phil Collins, batería de Genesis y exitoso solista también se ha tenido que retirar, aquejado de problemas de espalda que le impiden tocar la batería y el piano. De los Who ya sólo quedan dos con vida, al igual que de los Beatles, que superan los 70. Respecto a los Rolling, (España es el único país donde no se les llama los Stones) su batería Charlie Watts tuvo que superar un cáncer.
¿Qué decir de Camel? Esta banda de culto tal vez sea la más excelente y más maldita de cuantas haya dado el rock británico. Su cantante, Andy Latimer, sigue en activo a día de hoy, manteniendo el grupo, que actúa en festivales progresivos. Latimer estuvo entre 2008 y 2013 fuera de la circulación por una penosa enfermedad que ha debido superar a lo largo de los años con trasplantes de médula. Peter Bardens, teclista fundador, falleció en 2002, con 58 años. Con anterioridad, el batería debió ser reemplazado por problemas psicológicos.
John Wetton, cantante y bajista de bandas como King Crimson o Asia (¿quién no recuerda Heat of the moment?), tuvo que ser operado a vida o muerte del corazón hace años y ahora avisa en su cuenta de twitter que se le ha detectado gran cantidad de masa tumoral de la que debe operarse de inmediato.
Muchos de ellos coincidían en el crucero Cruise to the Edge, un peculiar viaje en barco por las Bahamas en el que se podía ver la actuación de estos grupos de rock sinfónico o progresivo.
Evolucionar
Todos estos músicos tuvieron algo en común: quisieron arriesgar con su música y crear obras conceptuales. No se conformaron con el rock de 4/4 Chuck Berry. Mezclaron el rock con el pop, con el jazz, con la clásica… Desafiaron a las radios, lanzando temas de enormes minutajes.
Crearon obras conceptuales, incluso con libreto incorporado. Insistían en forzar al oyente a sentarse y escuchar su producción con detenimiento. No siguieron modas. Tampoco quisieron fijar cánones estéticos ni lanzaron proclamas sociales o populistas. Quisieron hacer evolucionar la música. Apenas nada.
Eso sí, no tuvieron desprecio por la vida y cuando se sentían mal iban al médico. (Rick Wakeman, teclista de Yes y de David Bowie, se define en su cuenta de Twitter como “eterno y fracasado luchador por la pérdida de peso”). Han durado más que otros iconos, pero poco a poco la ley de vida se va imponiendo. Lo malo es que estos músicos están dejando una sensación de edad de oro que se va para no volver.
Muchos de ellos han seguido reuniéndose en tiempos recientes, seguramente para sanear sus cuentas corrientes, pero eso ya ni siquiera va a ser posible en breve. Desgraciadamente, la frase “los viejos rockeros nunca mueren” es falsa. La pregunta es: ¿hay relevo actualmente para ellos? ¿Quiénes serán los Beatles o los Pink Floyd del futuro?