Cultura

Del prostíbulo a la Unesco: el triunfo cultural de la bachata

El reconocimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad reivindica un estilo víctima del clasismo

Según cuentan las crónicas, no fue una decisión sencilla, ni tampoco unánime. Algunos delegados de la Unesco consideraban que la bachata era un género afectado por la “sobrecomercialización” y no suficientemente ligado a la comunidad. Los partidarios, en cambio, subrayaron su "presencia constante en las reuniones sociales" y actos colectivos de la República Dominicana, así como su discriminación durante décadas, especialmente en los años de la dictadura de Rafael Trujillo. El premio sigue una línea de trabajo consistente, ya que en 2015 se reconoció al merengue como la misma distinción.

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Así lo explicaba en 2016 el historiador Alejandro Paulino Ramos: “Es muy posible que fuera a partir de la muerte de Trujillo (1961) que eclosionara con el rasgar de las guitarras y el retocar del bongó acompasado con la marimba y otros instrumentos, atrayendo la atención de las clases medias; sin embargo, en el gusto del pueblo ya la bachata era una palpable realidad constreñida en los extractos urbanos más bajos, disfrutada sin sonrojos en los barrios más populares y en muchas ciudades y campos de la República. Una realidad que en el caso de la capital, se expandía desde Borojol, Villa Francisca y la calle Barahona, que se presentaba sin rubor en gran parte de las avenidas Duarte y Mella en los puntos de ventas de discos de 45 rpm, escapando de los bares y los cabarets de ‘mala muerte’ para insertarse en las barriadas en el soporte estridente de las velloneras (gramolas) instaladas en las pulperías y en las pocas emisoras de radio que en aquellos días se atrevían a transmitirla, como lo eran Onda Musical y La Voz del Trópico, y especialmente Radio Guarachita”, recuerda.

“Antes se prefería llamar guarachas a verdaderas bachatas, por evitar el uso de este último término, considerado de mal gusto entre la gente de la alta sociedad”, lamenta el profesor.

Ramos señala que hay signos de la existencia de la bachata a comienzos del siglo XX, como se recoge en el libro Por amor al arte, del musicólogo Julio Alberto Hernández. Se refiere a partituras del músico Julio Costa que “poseían todas las características del ritmo de los bachateros”. ¿Cómo es posible que haya una diferencia de varias deácadas entre el nacimiento de un género y la percepción general de su importancia? Precisamente por el ninguneo clasista al que fue sometido. “Antes se prefería llamar guarachas a verdaderas bachatas, por evitar el uso de este último término, considerado de mal gusto entre la gente de la alta sociedad, estigma que se mantuvo vigente en el país todavía reciente”, lamenta el profesor.

Desprecio español

En nuestro país, el género también ha sufrido grandes dosis de menosprecio, como casi todas las músicas populares provenientes de América Latina. El problema lo ha explicado de manera muy clara el superventas de Badalona Juan Magán, pionero del género electrolatino, que hoy reside en la República Dominicana. “Sobrevive esa categoría a la que llaman ‘pachanga’, que para mí remite al juego, algo gracioso, que no tiene valor cultural. Por eso no creo que la música latina sea pachanga. Es de una ignorancia grande. Y el que sabe de lo que habla y usa ‘pachanga’ está faltando al respeto a los latinos”, destaca. La solución es bien sencilla: usar los términos correctos para cada sonido, además de reconocer su historia y peculiaridades. “Meter todo en 'pachanga' es ocultar nuestra riqueza y diversidad sonora”, resume. La bachata explotó comercialmente  en España en los años noventa, debido a un doble fenómeno social y de consumo: la llegada masiva de migrantes latinos y la popularzación de las vacaciones en ‘resorts’ del Caribe, donde muchas veces se impartan clases de este baile.

En la prensa musical, sigue tratándose con máxima solemnidad la música popular anglosajona, mientras se desprecia la latina, especialmente la de baile. Los periodistas celebran la concesión del Nobel a Bob Dylan como una victoria personal, mientras menosprecian la enorme riqueza de la música caribeña cantada en castellano. La realidad es que la obra de Juan Luis Guerra , Luis Miguel del Amargue y Romeo Santos -clásicos latinos que han cultivado la bachata- no tiene nada que envidiar a iconos con enorme prestigio cultural como Lou Reed, Van Morrison y Patti Smith, por citar ejemplos que aparecen elogiados de manera constante en los suplementos culturales.

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No podemos olvidar que la Unesco ha distinguido no solo a un genero musical, sino también al baile que lo acompaña. Estas palabras del prestigioso musicólogo Simon Frith explican porque las músicas de baile son menos apreciadas por la critica dominante en nuestros días: “El baile ha sido la puerta de entrada a la música para la mayoría de los seres humanos a lo largo de la Historia. Todo el mundo quiere bailar, pero los supuestos especialistas en música estamos demasiado centrados en los discos y casi nada en los lugares de encuentro y relación. Seguramente el comienzo de este trágico malentendido está en los años setenta. Los defensores del rock, en un intento algo idiota de legitimación cultural, trataron de venderlo como ‘arte serio’, una experiencia que se disfruta sentado y en solitario. Esto es un disparate porque la mayor ventaja del rock y otras músicas populares es que están hechas para vivirlas en movimiento”, explicaba en la revista Rockdelux en septiembre de 2013.

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