“El pueblo español no está en condiciones, no está en condiciones de elegir su destino, porque ha estado acostumbrado siempre a que le dirijan, a que le lleven, a que le ocupe las cosas”. El hombre de unos sesenta años que pronuncia este discurso, periódico ‘El Alcázar’ en mano, asistía el 18 de julio de 1979 a un acto de Fuerza Nueva, y se envalentonaba según avanzaba su proclama: “En cuanto que se encuentran un poco ellos dueños de la situación, no hace más que echar las patas por el aire, hacer el bestia, destruir lo que teníamos, convertir a las mujeres en prostitutas, todos los tíos en invertidos, con esta libertad, con esta pornografía, con las drogas”, concluía el hombre en las gradas de una plaza de toros las Ventas repleta de banderas franquistas y saludos brazo en alto.
Si tienen tiempo en estos festivos de la Constitución no lo pierdan mareando con el mando a distancia en alguna plataforma para terminar poniendo una comedia prenavideña. Gasten tres horas con el documental Después de… que muestra algunas de las más graves tensiones de la Transición. Les servirá para congratularse con la situación actual del país, desconfiar de los que hablan de la mayor polarización de la democracia y, en el fondo, para valorar lo bien que le han sentado a España los últimos 45 años de Constitución.
No entiendan este comentario como un argumento conformista o negacionista de los graves asuntos políticos actuales, pero solo hay que aplicar un poco de perspectiva histórica para recelar de los que anuncian un apocalipsis inminente cada mañana. En Después de..., dividido en dos partes “No se os puede dejar solos” y “Atado y bien atado”, verán discursos extremistas de cada rincón político, manifestaciones del PCE coreando a Lenin, un sinfín de reivindicaciones franquistas y ciudadanos defendiendo abiertamente asesinar a un guardia civil. "Cuando muere un guardia civil pensamos que está muriendo parte del aparato opresor del pueblo vasco, en cambio, cuando muere un luchador está muriendo un luchador contra ese sistema opresor. Cuando muere un luchador por la liberación de Euskadi, lo sentimos, nos movilizamos y luchamos por él. Cuando muere un guardia civil, nos alegramos y tomamos champán", señala un joven vasco en una serie de entrevistas en la que se empieza a percibir en unos el miedo de hablar sobre el terrorismo etarra, mientras que otros quitan hierro al asunto. "No ocurre tanto como se dice, por lo menos a la gente normal", señala un matrimonio. El siguiente plano es el funeral de militante del PSOE asesinado por la banda. "ETA es como Blas Piñar y compañía, asesinos", explota un hombre un funeral repleto de banderas del PSOE y PCE.
El espectador descubrirá o rememorará que muchos de los debates que se venden como actuales ya preocupaban cuando la Constitución andaba en pañales. Desde la retirada de nombres franquistas de las calles, la tipificación de los distintos tipos de agresión sexual, la regulación (entonces despenalización) del aborto, la exhumación y reparación de víctimas del Franquismo, la despoblación y emigración de la España rural, el desamparo de los agricultores ante la subida del precio de combustible, hosteleros protestando por los impuestos, la energía nuclear… También el uso de algunos eufemismos: “20.000 nostálgicos gritaron contra el Estatuto vasco”, era el titular de ‘Diario 16’ sobre el evento de Fuerza Nueva que citamos al comienzo.
Tensión y asesinatos
La tensión empapa cada segundo del metraje y estalla en varios momentos con disturbios y cargas policiales en una manifestación andalucista y en un pequeño pueblo castellano en el que se coloca una bandera republicana. El documental, de los hermanos Cecilia y José Juan Bartolomé, cuenta además con la vitola de película maldita por los graves problemas en su distribución. El documental, que ya alertaba en testimonios del propio Carrillo de la amenaza golpista, se terminó un mes antes del 23-F. Reflejaba un país mucho más crispado que la mansa transición política que pretendía transmitir la UCD y que tanto ha calado en la memoria colectiva, y la película no contó con ningún apoyo público y no pudo estrenarse hasta noviembre de 1983.
Los protagonistas y casi único recurso, junto a alguna que otra voz en off, son decenas de ciudadanos anónimos y políticos que mostraban su parecer ante la situación del país. En primer plano daban su opinión y discutían delante de la cámara de temas como el aborto. Se grabó entre el año 1979 y 1980, la Constitución acababa de ser aprobada, Suárez había ganado las elecciones generales, pero los acuerdos entre PSOE y PCE dieron el poder a la izquierda en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza y Málaga.
El metraje representa a una izquierda descontenta que considera muy tímidos los pasos dados hasta el momento, y una derecha que alerta de la destrucción de España con la aprobación de los estatutos autonómicos como su principal preocupación. La segunda parte examina cómo se sentaron las bases para la democracia en España, pero también cómo se perpetuaron ciertas estructuras del franquismo. Quizás el momento más conocido sea el primer plano de la mujer en el Valle de los Caídos y su verborrea franquista: "Franco encontró una España destruida, desecha, llena de piojos, llena de cadáveres, saqueada miserablemente por el comunismo y la masonería, y nos dejó una España maravillosa... ¡Una España arriba! Una patria limpia y llena de alegría, y nos la han destruido, la han dejado llena de terrorismo, de miseria, de anarquía. Nos están destrozando todo, los impuestos nos destruyen, nos deshacen todo”, como el testimonio inicial la mujer va subiendo el tono en un alarde de gestualidad para concluir con un presagio providencialista del retorno del Franquismo: "Señores, nos están arruinando miserablemente. ¡Arriba España! Vencimos y venceremos, tenemos fe en Dios, somos católicos apostólico-romanos, sabemos que tenemos que pasar este baño de sangre, pero el sagrado corazón de Jesús nos ayudará".
Esta segunda parte arranca con un discurso de la actriz Charo Reina, entonces dirigente juvenil de Fuerza Nueva, glorificando el golpe de Estado del 18 de julio desde una abarrotada plaza de Las Ventas y haciendo un diagnóstico que se ha vuelto a escuchar estos días: “La patria se suma en la decadencia producida por la lucha y los intereses de los partidos políticos, la subversión comunista y los separatismos”. La intérprete cerraba su intervención justificando el uso de la violencia contra los que insultaran a sus camaradas “a Dios, a la patria o la justicia”.
El siguiente relato comenzaba con un plano fijo de un periódico que recogía el asesinato de un joven comunista de 18 años a manos de un grupo nazi, seguido de Carrillo calmando las aguas en el entierro en el que varias voces piden el ojo por ojo. “Hay que cortarles el cuello a estos fascistas”, se escuchan a varios. "Entonces en Cuatro Caminos salieron otros fachas, entonces cogimos a ese y le abrimos la cabeza ¿Cómo que no hay que agredir a los fascistas?", explica otro joven contrario con el llamamiento a la calma de Carrillo. El montaje enlaza este funeral con una entrevista en la que Felipe González se sumaba al discurso pacificador del líder comunista.
Las tres horas de documental, con manifestaciones que se saldaban con muertos por disparos de la policía y atentados mortales de distintos grupos terroristas, nos recuerdan que en el momento en el que la Constitución cumple 45 años, los españoles vivimos en una de los mejores épocas de la historia del país.