Hablemos claro: ¿cuántos años llevamos discutiendo sobre los límites del humor? Cuesta encontrar el kilómetro cero, pero al menos se remonta a aquel sketch de Martes y 13 sobre una señora maltratada y llega hasta el reciente juicio al humorista David Suárez, pasando por la recurrente pregunta sobre si hay que 'cancelar' el material de Arévalo, Fernando Esteso y Jaimito Borromeo, entre otros cómicos de hace décadas. El caso es que el puñetazo del domingo de Will Smith a Chris Rock, por un chiste sobre la alopecia de su mujer durante la ceremonia de los Oscar, ha hecho avanzar un debate encallado y encanallado. Ahora la polémica resucita renovada, como suele ocurrir cuando se introduce un elemento de violencia, quitándonos los remilgos y la tontería (aunque persistan en muchos).
En realidad, el episodio podía haber sido mucho peor. Imaginemos que el chiste lo hubiera hecho Chris Rock sobre la pareja de Bruce Willis y este le hubiera sacudido también. ¿Qué reacción hubiesen tenido activistas de Black Lives Matter y sus numerosos simpatizantes de las élites de Hollywood sentadas en el teatro Dolby de Los Ángeles? Todos sospechamos, o directamente sabemos, que el episodio hubiera sido magnificado hasta extremos delirantes y tomado como un campo de batalla política atravesado por el colonialismo, la esclavitud y las actuaciones policiales en barrios pobres de mayoría social afroamericana.
Esto nos hace intuir -o más bien confirmar- lo movedizas que son las posiciones en estas polémicas, que tienen más que ver con exhibir credos políticos que con mejorar la convivencia cotidiana (como venimos señalando desde hace tiempo en Vozpópuli). Basta repasar las melodramáticas y previsibles argumentaciones del 'influencer' Roy Galán -que cuestiona las capacidades de Smith como padre- o del exvicepresidente Pablo Iglesias -que acusa al actor de rendirse a la masculinidad tóxica y nos invita a deconstruirnos-.
Las tropas ' progres' han subrayado durante años la importancia de la violencia verbal y la simbólica, pero en este caso deciden minimizarla porque conviene a su discurso político. La posición más común de la prensa y del izquierdismo tuitero ha sido la condena del puñetazo por encima del chiste malo y ofensivo de Rock, que en realidad es una pálida fotocopia de las 'sobradas' -normalmente, muy graciosas- que ha puesto de moda el humorista británico Ricky Gervais en este tipo de ceremonias. Por motivos no del todo aclarados -seguramente su animalismo entre ellos-, Gervais parece tener bula para humillar a celebridades por su físico sin dejar de recibir aplausos generalizados. Recordemos, por ejemplo, cuando declaró ante el público de los Golden Globes haber confundido a Joe Pesci con Baby Yoda.
Will Smith y el reflejo de defensa
Sigue causando sorpresa encender TVE por la mañana y escuchar a la periodista Lucía Méndez decir que “me extrañaría mucho que a Will Smith no le quitaran el Oscar”. Parece que todavía cuesta separar la esfera social de la judicial, ya que lo que propone Méndez es el equivalente a pedir que quiten una Copa de Europa al Real Madrid porque Cristiano Ronaldo decida pegar dos bofetones a un ultra que se ha colado en el palco del Bernabéu y ha soltado a Georgina cuatro groserías delante de todo su círculo social (en esa tesitura, llamar a seguridad en vez de soltar una galleta al sujeto puede considerarse incluso mezquino). ¿Está escrito en alguna ley que los humoristas tengan protegido su derecho a ser ofensivos a costa de personas sin micrófono para responder?
Un guionista destacó el hecho de que esta polémica disparará el cheque de Chris Rock en su próximo especial de Netflix
Algunas y algunos feministas condenan que un marido salga a defender a su mujer cuando ella es capaz de defenderse sola, pero todos hemos comprobado en nuestra vida cotidiana -desde el patio de colegio hasta la discoteca a las 4 de la madrugada- como las buenas personas son mucho más propensas a ejercer la violencia para defender a los demás que para protegerse ellos mismos (por lo tanto no es machismo, sino una actitud de dignidad bastante extendida). Tampoco olvidemos que Smith hace por su mujer lo hubiera hecho por su hijo y por su tía-abuela. Esta polémica tiene tanto que ver con la familia como con el género.
Que un incidente menor haya eclipsado por completo los Oscar confirma lo poco que importa al gran público el lado artístico de los galardones (y los conflictos que tratan). El palmarés se olvida casi de un año para otro y a la inmensa mayoría nos costaría citar tres películas que arrasaron en los Oscar entre el 2000 y el 2010. Un detalle irónico y revelador: el premio que estaba a punto de darse cuando Smith hizo su irrupción fue para Summer of soul, un documental sobre cómo se utilizó el Harlem Cultural Festival a finales de los sesenta para canalizar la energía de los afroamericanos lejos de las revueltas por los derechos civiles.
"Después del asesinato de Martin Luther King Jr. en 1968, la ira estalló en muchas ciudades del interior de Estados Unidos, de Detroit a Filadelfia y Atlanta. Las autoridades de Nueva York permitieron que se celebrara este festival para que lo gente tuviera algo que hacer, algo constructivo", nos contaba en 2021 su director Questlove. Aunque parezca imposible, hoy estamos ante una visión degradada de la misma estrategia cultural: las incesantes polémicas digitales sobre celebridades no son la antesala de debates o acciones políticas, sino un sucedáneo estéril más allá del exhibicionismo moral instantáneo (que tanto placer nos proporciona a todos).
Uno de los mejores tuits de ayer fue el del guionista de El Hormiguero que bromeaba con el hecho de que este incidente disparará por las nubes el cheque que ofrecerán a Chris Rock por su próximo especial para Netflix. “Will Smith no le ha dado un puñetazo, le ha hecho una Bizum”, resumía. Pasada la ebullición chistosa de las primeras horas del lunes, parece claro que Will Smith tuvo el digno gesto de defender a su esposa y Chris Rock la decencia de no denunciarle ni hacerse la víctima por lo ocurrido. La pregunta relevante sale sola: ¿por qué se creen entonces los demás con derecho a abroncar o pedir castigos?