Podría parecer que oír al despertador cada mañana nos acerca más a la depresión que a la felicidad, pero la realidad es que adelantarlo una hora y madrugar un poquito más aleja el riesgo de sufrir esta enfermedad, que afecta a más de 300 millones de personas a nivel mundial y que en España, según los últimos datos globales obtenidos (en 2017) afectaba a un 6,68% de la población, es decir, casi 3,5 millones de personas.
Los síntomas de este trastorno mental, de sobra conocidos, incluyen bajos estados de ánimo, sentimiento de tristeza, además de alteraciones del comportamiento, del pensamiento y de la actividad. Se apodera así del que la sufre una tristeza patológica y la pérdida del interés, incluso la capacidad de disfrutar, todo ello acompañado también del cansancio exagerado.
Irritabilidad, pesimismo, desconfianza, desconcentración, trastornos del sueño e intranquilidad se suman también así a los estados de ánimo aparejados a la depresión, la cual se puede tratar con psicoterapia y con psicofármacos, que se pueden pautar para los tres tipos de depresión que se conocen: mayor, reactiva y distimia, siendo también distintas las causas que provocan cada una, muchas de ellas agravadas por el confinamiento y la pandemia de covid-19.
Es el caso de algunas depresiones que se asocian a enfermedades orgánicas, pero la mayor parte se determinan por la interacción de factores biológicos con psicosociales o de la propia personalidad, e incluso donde afecta nuestra propia dieta, siendo estos algunos de los alimentos que ayudarían a combatir la depresión.
Sin embargo, lo que no estaba tan claro es cómo afectaban nuestros ciclos de sueño a esta enfermedad y lo que se ha probado ahora, después de un estudio realizado por la Universidad de Boulder Colorado (Estados Unidos) a más de 850.000 personas (85.000 con rastreadores de sueño portátil, 250.000 con cuestionarios de preferencia de sueño y el resto con datos genéticos sin identificar) es que las personas que madrugan, más allá de que Dios les ayude como dice el refrán, también son menos susceptibles de sufrir depresión que las personas que trasnochan o que se despiertan tarde.
Nuestros genes y su relación con madrugar
Para entender por qué levantarse antes o acostarse más tarde puede influir de forma notable en nuestra salud mental debemos poner sobre la mesa un concepto necesario: el cronotipo, que no es otra cosa que la sincronización de los ritmos circadianos o, dicho de manera más sencilla, el ciclo fisiológico de 24 horas que se da en los seres vivos, entre ellos los humanos.
Como podéis comprender, no compartimos genes con toda la humanidad, pero sí algo más de 340 genes entre los cuales se encuentra el PER2, bautizado por la comunidad científica como gen reloj, y que según el citado estudio explica de manera colectiva entre un 12% y un 42% de nuestras preferencias horarias al dormir.
Como veis, desear o no madrugar, o desear acostarse más tarde, también tiene una influencia genética más allá de que nos consideremos perezosos o que se nos peguen las sábanas, o que creamos que rendimos mejor por la noche.
Búhos y alondras
Lo que sí es cierto es que estos cronotipos se suelen catalogar a través de diversos animales, siendo alondras las personas eminentemente matutinas y siendo búhos las personas vespertinas o nocturnas. Tras comparar los datos con varios bancos genéticos y de ADN, los investigadores de la Universidad de Boulder Colorado llegaron a la conclusión de que sus más de 850.000 sujetos de estudio pertenecían en un 33% a las alondras, un 9% a los búhos y el resto, más de la mitad del total, estaba entre medias de ambos comportamientos.
Se planteaba así un escenario donde el punto de sueño medio -entre que nos acostamos y que nos despertamos- era sobre las tres de la mañana, lo cual significaba que las personas entrevistadas se iban a dormir sobre las once de la mañana y amanecían a las seis.
La cuestión, no esclarecida por el estudio, está en averiguar por qué, tras comparar datos y las encuestas a los pacientes, madrugar puede reducir el riesgo de depresión. El resultado, publicado en Jama Psychiatry, una importante publicación de medicina psiquiátrica, establece que para las personas con horarios nocturnos (como acostarse a la una de la madrugada) podrían reducir el riesgo de sufrir depresión hasta en un 23%.
En ese caso bastaría con atrasar su punto de sueño medio una hora. Incluso el estudio va más allá, asociando para esas personas que acotarse a las 11 de la noche podría minimizar el riesgo de caer en depresión hasta en un 40%. Por desgracia, la evidencia encontrada no aportó beneficios de madrugar aún más para personas que ya se despertaban pronto.
Lo que tampoco demuestra el estudio, dejando la puerta abierta a interpretaciones y ciertas teorías que podrán ser desarrolladas más adelante, es que no se sabe por qué razones las personas que madrugan más sufren menos depresiones. Desde ScienceDaily apuntan que puede deberse a una mayor exposición a la luz, lo cual tiene un impacto hormonal importante en los cambios de ánimo.
Otras teorías, aún por enarbolar, también irían enfocadas al tipo de comportamiento social, como explica para el citado medio el doctor Iyas Daghlas, que considera que "vivimos en una sociedad diseñada para las personas matutinas". Esto explicaría a su juicio que "las personas nocturnas a menudo se sienten como si estuvieran en un estado constante de desalineación con ese reloj social", indica.
Del mismo modo que la segregación de la melatonina -que es una hormona natural-, necesaria para regular los ciclos del sueño, o la del cortisol, bautizada como la hormona del estrés, que es el que comienza a segregarse cuando despertamos, nuestras hormonas se ven trastocadas por estos cambios y rutinas, demostrando que la depresión tiene un importante componente orgánico.