El miedo al pene es una fobia como otra cualquiera, aunque es cierto que no es de las más comunes. Conocida como falofobia, se engloba dentro del grupo de trastornos fóbicos específicos como la aracnofobia (miedo a las arañas), la claustrofobia (miedo a los espacios cerrados) o la hidrofobia (miedo al agua) y refleja un terror irracional al ver o tocar el miembro genital masculino.
La falofobia forma parte de las conocidas fobias sexuales o erotofobias. Además de este miedo al pene, existen otros miedos que tienen que ver con los momentos de intimidad o el sexo. Algunas de estas fobias son la coitofobia (miedo a las relaciones sexuales en sí), gimnofobia (terror a la desnudez), erotofobia (miedo a hablar de sexo), la itifalofobia (miedo a tener una erección) o la hafefobia (miedo al contacto o a ser tocado por otra persona), entre otras.
Tanto hombres como mujeres pueden sufrir este trastorno y provoca en muchas ocasiones que se evite el sexo para no tener que enfrentarse al estímulo fóbico que lo provoca.
Una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad que provoca un temor fuerte e irracional hacia algo que representa poco o ningún peligro real. En el caso de la falofobia, ese miedo al órgano sexual masculino se produce tanto frente a un pene flácido como en estado de excitación (en este caso se conoce también como medortofobia) y provoca situaciones de malestar, estrés y ansiedad en la persona que lo padece y puede llevar a sentir miedo al contacto sexual e incluso a las relaciones íntimas. Ese temor puede aparecer no solo al ver un pene, sino también ante una mención de este órgano o una imagen no real del mismo.
Causas de la falofobia
En muchas ocasiones se habla de una causa traumática o de un episodio desencadenante ante muchas de las fobias más comunes. Ese origen de un determinado temor lo encontraríamos por lo tanto en un evento del pasado y generalmente se tratará de una experiencia que ocurre a una edad temprana. En esta fobia, también haber vivido relaciones sexuales poco satisfactorias o dolorosas en el pasado pueden ser una de las causas.
A esto habría que añadir también los factores internos o predisposiciones de cada persona ya sea por herencia o genética. Incluso la educación o las creencias religiosas pueden tener mucho que ver. Pero no siempre tiene que ser así y hay veces en la que ese miedo irracional se va manifestando de manera progresiva a lo largo de los años.
Esta ansiedad ante el órgano masculino es muy probable que se vaya produciendo de forma paulatina y a través de un doble mecanismo: primero un desasosiego ante la visión del miembro viril y luego se trata de evitar cualquier situación que conlleve un contacto con el falo y que en el tiempo, si se mantiene y uno se cierra a la vida sexual, irá haciendo que ese temor se vaya haciendo más y más grande cada día.
Incluso algunas personas que padecen esta fobia no saben identificarla hasta que acuden a la consulta de un psicólogo o un sexólogo y piensan que ese miedo es al sexo en general y no al miembro masculino.
¿Cuándo debemos acudir al especialista?
Como explicábamos antes, la falofobia puede provocar que se huya de las relaciones sexuales de cualquier tipo y que una vida sexual saludable pueda convertirse en un suplicio para el que la padece. Hay algo positivo en todo esto y es que es fácil identificar esta fobia, ya que los síntomas son comunes a cualquier tipo de fobia, ya que son trastornos de ansiedad. Esa es precisamente la clave que nos puede dar una pista sobre cuándo es el momento de visitar a un especialista y contarle eso que nos asusta.
Muchas personas sienten vergüenza o sentirse ‘ridículas’ al pensar que son las únicas que padecen falofobia o alguna fobia relacionada con el sexo y si no se habla con un especialista puede llevar a problemas mayores.
Si sentimos ansiedad o malestar ante una conversación en la que se hable del órgano genial masculino, si nos encontramos mal o nos estresa ver una imagen de un pene o no ‘soportamos’ o incluso nos da asco ver un pene ‘al natural’ y huimos de ese momento (evitamos cualquier relación sexual que requiera verlo o tenerlo cerca), lo mejor es ir a un experto en Psicología o Sexología que nos indique cómo superar el problema antes de que se haga más complicado solucionarlo y nos provoque mayores consecuencias en nuestra salud mental.
Hay síntomas físicos que nos indican que estamos ante un problema, como son la hiperventilación (falta de aire), un exceso de sudoración e incluso taquicardias al estar ante el miembro viril de un hombre, temblores, dolor de estómago, sensación de mareo o dolor de cabeza y, en estados más angustiosos, opresión en el pecho y sequedad en la boca.
Estos son los síntomas más fáciles de identificar por cualquiera a simple vista, pero también puede haber otros a nivel psicológico (como por ejemplo, pensar que viendo un pene puede sucedernos algo terrible, falta de deseo sexual...) y a nivel conductual (salir corriendo ante el estímulo, cambiar de conversación radicalmente si se está hablando de ese tema…).
Pensemos en cuando por ejemplo alguien tiene miedo a las arañas. ¿Qué hace? Pega un salto al verla, sale corriendo, grita o piensa que le puede ‘atacar’. Pues con la fobia a los penes se puede sentir algo similar y actuar de una manera muy parecida.
Es fácil de solucionar
Pese a que de primeras pueda parecernos un gran problema, desde la web Psicología y Mente aseguran que en cualquier tipo de fobia, el tratamiento psicológico es muy efectivo y es la psicoterapia la mejor opción para acabar con la falofobia. Una de las terapias más utilizadas en estos casos es la terapia cognitivo-conductual, que sirve para “corregir aquellas creencias o comportamientos que interfieren en el bienestar del paciente”.
Las técnicas más usadas son las de relajación y las de exposición, que exponen al paciente de forma gradual a esas situaciones que le dan miedo al mismo tiempo que se le dan las herramientas que le ayuden en el proceso. El terapeuta también le explicará cuáles son las funciones del miembro masculino y hasta por qué se produce una erección para que entienda que todo forma parte de un proceso humano natural. Se usan también otras terapias como el Mindfulness o la hipnoterapia para acabar con los trastornos de ansiedad.