Si tras la muerte donamos partes de nuestro cuerpo para ayudar a los demás, ¿por qué no podemos hacer lo mismo con el esperma? Este es el punto de partida de los investigadores británicos Nathan Hodson y Joshua Parker, quienes quieren poner encima de la mesa la necesidad de permitir la donación de semen post mortem.
En un artículo publicado este martes en la revista Journal of Medical Ethics, los dos especialistas aseguran que extraer espermatozoides viables de una persona fallecida no solo es viable técnicamente, sino moralmente permisible si esta expresa su voluntad de donarlos. “Si es moralmente aceptable que los individuos puedan donar sus tejidos para aliviar el sufrimiento de otros con “trasplantes que prologan la vida” de personas enfermas, no vemos motivos para no extender esta fórmula a otras formas de sufrimiento como la infertilidad, que puede o no ser considerada como enfermedad”.
Los autores recuerdan que existen numerosos estudios que acreditan que el esperma es viable y puede culminar en fecundaciones y nacimientos de niños sanos incluso si se extrae 48 horas después de la muerte. Los espermatozoides se pueden obtener mediante estimulación eléctrica o cirugía después conservarlos congelados. Hodson y Parker también aseguran que abrir esta posibilidad de donar material espermático tras la muerte podría cubrir la demanda que se ha producido ante la reducción de donaciones- en parte por la proliferación de pruebas genéticas que permiten identificar el donante.
El esperma se puede extraer con estimulación eléctrica o cirugía 48 horas después de la muerte
Asimismo, los especialistas aseguran que el proceso de donación de semen puede ser incómodo en vida, un problema que se evitaría si la donación es post mortem, y que tendría algunos aspectos positivos, como la posibilidad de ayudar a otros o la de ver su línea genética continuada. En ese sentido, aseguran, la diferencia es similar a la que hay entre donar un riñón en vida y hacerlo después de fallecer. Sobre la posición de las familias, explican, estas podrían vetar la donación de semen, como pasa hoy día con los órganos, y podrían superar la incomodidad d ella idea pensando que su familiar “seguirá” viviendo a través de su legado genético. “Lo importante es que la consideración de la familia, incluyendo a la pareja sentimental que sobrevive a un hombre que muere, no justifica que se prohíba totalmente el uso de esperma recogido tras la muerte, especialmente si el donado ha especificado su deseo de donar”, concluyen.
Las ventajas son similares a las de donar un riñón después de fallecer en vez de hacerlo en vida, dicen los autores
El equipo médico que realizó un trasplante de testículos hace unos meses en un hospital de Serbia también puso encima de la mesa la posibilidad de aprovechar estos tejidos de personas fallecidas. “Tenemos que hacerlo tan pronto como sea posible”, aseguraba el doctor Miroslav Djordjevic en The New York Times, “hay que dejar de tirar órganos sanos a la basura”. Este tipo de trasplantes se han realizado de momento en solo tres pacientes que cambiaron de sexo, pero si se generalizan implicarían la posibilidad de que el receptor pudiera tener descendencia con el material genético del donante. Una posibilidad que solo será factible si se cuenta con el permiso explícito de las familias y si la sociedad logra superar sus prejuicios sobre lo que implica donar material reproductivo.
Referencia: The ethical case for non-directed postmortem sperm donation (Journal of Medical Ethics) doi 10.1136/medethics-2019-105637 | Imagen: Stewart Black (Flickr, CC BY 2.0)