Las mascletás son uno de los símbolos de las fiestas de las Fallas de Valencia: desde principios del mes de marzo, se celebran cada noche estos espectáculos cargados de pólvora, humo y color. Duran solo unos minutos, pero estos shows pirotécnicos provocan la liberación de multitud de compuestos y partículas metálicas.
Algunos fenómenos de contaminación atmosférica son naturales (como la llegada de polvo sahariano) o debidos a una combinación de causas naturales y antropogénicas (como las condiciones anticiclónicas y emisiones del tráfico). Sin embargo, otros episodios, como los relacionados con los fuegos artificiales, tienen un origen únicamente humano.
Todos sabemos que la calidad del aire que respiramos es importante para nosotros, por esa razón tenemos leyes antitabaco y estamos intentando reducir el volumen del tráfico en nuestras ciudades. Respirar aire contaminado es claramente malo para la salud: causa problemas respiratorios y cardiovasculares, sobre todo en niños, ancianos y gente debilitada por enfermedades.
El tamaño de las partículas que contaminan el aire es importante para este efecto: cuanto más pequeña sea la partícula, más lejos llegará en nuestro pulmón y de ahí, podrá ser distribuida al resto de órganos a través del flujo sanguíneo.
La química del humo pirotécnico
La composición química de los penachos de humo de los fuegos artificiales es especialmente heterogénea, ya que presenta concentraciones elevadas de diferentes metales utilizados como propulsantes, oxidantes y estabilizantes, así como para añadir colores y efectos especiales.
Los compuestos de potasio son dominantes en la pólvora, pero también hay otros metales como el bario que, además, es uno de los agentes colorantes más importantes. El carbonato de bario se emplea para crear efectos blancos y, en presencia de cloro, un color verde brillante. El estroncio produce color rojo cuando se combinan con cloro. Los compuestos de cobre producen una coloración azul y, si se mezclan con compuestos de estroncio, crean efectos púrpuras. Con cromo, son catalizadores de los propulsores de los cohetes.
Antimonio y titanio también son utilizados para producir efectos plateados y brillantes, incluso el plomo se emplea como colorante rojo y para producir microestrellas. El calcio produce llamas de color naranja y el magnesio colores blancos brillantes. Finalmente, el aluminio puede también utilizarse como componente en el combustible y para producir efectos de chispas y ruidos.
Parece claro, por tanto, que las partículas emitidas por la combustión de fuegos artificiales tiene una composición química muy diferente a otras posibles fuentes de contaminación.
Diferentes metales son responsables de los colores de los fuegos de artificio. Adrià Mtnz/Flickr, CC BY-NC-SA
Consecuencias para la salud
Los episodios de contaminación relacionados con fuegos artificiales, aunque transitorios, son generalmente muy intensos y muy metalíferos, produciendo nubes de partículas extremadamente pequeñas y por lo tanto fácilmente respirables. Estos contaminantes han planteado inevitablemente interrogantes sobre los posibles efectos negativos en la salud a corto y largo plazo.
Algunos efectos a corto plazo son claros en gente ya debilitada por una enfermedad preexistente, en particular, el asma severa o una enfermedad coronaria. Sin embargo, los efectos a más largo plazo de la inhalación de un cóctel químico tan concentrado y complejo, con diferentes sustancias tóxicas en forma de partículas micrométricas, siguen siendo desconocidos.
Pero nos gustan los fuegos artificiales, así que es razonable preguntarse: en comparación con el problema diario de tener que respirar aire contaminado por el tráfico de la ciudad, ¿representan realmente un riesgo para la salud lo suficientemente importante como para ser tomado en serio?
Para una persona medianamente saludable, los efectos inmediatos más obvios de la inhalación de humo de fuegos artificiales incluirán una ligera irritación de los ojos, la nariz y la garganta, y una disminución temporal de la función pulmonar. ¿Pero solo eso?
Considerando lo que sabemos sobre la toxicidad de partículas metálicas en el aire es razonable aplicar el principio de precaución, que exige la prueba de que el humo de los fuegos artificiales no sea perjudicial para la salud. Mientras tanto, es recomendable que las personas reduzcan su exposición a concentraciones tan altas de humo. Entonces, ¿cuáles son nuestras opciones?
La más extrema es prohibir el uso de fuegos artificiales: en Suecia, por ejemplo, donde solo se permiten los cohetes, la mascletà de las Fallas sería impensable. Quizás un enfoque más moderado, y más apropiado para ciudades como Valencia donde el uso de fuegos artificiales tiene un alto valor cultural, sería informar al público y reducir al mínimo la inhalación de dicho humo.
Siempre que sea posible, los festivales de fuegos artificiales deberían celebrarse en zonas donde sea poco probable que la columna de humo se extienda sobre áreas densamente pobladas y los espectadores deberían colocarse teniendo en cuenta la dirección de viento predominante.
Con más planificación y atención sobre la composición de fuegos artificiales, debería ser perfectamente posible disfrutar de ellos sin que la gente tenga que inhalar altas concentraciones de humos metálicos. Pero, mientras tanto, mejor disfrutar de ellos mirando en la dirección del viento.
Teresa Moreno, Director of the Institute of Environmental Assessment and Water Research (IDAEA), Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA - CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.