Conocer cómo algunos seres humanos nos adaptamos genéticamente a beber leche de animales durante la edad adulta es una de las discusiones más prolíficas de los últimos años en materia evolutiva. Se estima que solo el 35% de la humanidad puede beber leche sin tener un buen dolor de estómago después de la infancia, gracias a una mutación que permite que la enzima lactosa siga activa. Esta actividad, que se denomina como “persistencia de la actividad lactasa” ("Lactase persistence”), está presente sobre todo en poblaciones europeas actuales y en otros focos en distintos lugares del planeta, pero ¿dónde se produjo este cambio y cómo sucedió?
Un trabajo publicado este miércoles en la revista Nature Communications aporta nueva información muy valiosa sobre este asunto. El equipo de Madeleine Bleasdale en el Instituto Max Planck de Ciencia de la Historia Humana ha analizado el sarro conservado en los dientes de los restos humanos de 41 individuos en 13 sitios arqueológicos en Kenia y Sudán y ha descubierto que en ocho de ellos había restos de proteínas de la leche de animales. Los investigadores han utilizado una técnica de análisis proteómico que permite identificar estas moléculas en restos muy antiguos. “Algunas de las proteínas estaban tan bien conservadas que era posible determinar de qué animal procedía la leche”, explica la investigadora principal. “Y algunas de las proteínas tenían muchos miles de años, apuntando a una liga historia de consumo de leche en el continente”.
“Esta es la prueba directa más temprana hasta la fecha del consuno de leche de cabra en África”
En concreto, las proteínas de la leche más antiguas fueron identificadas en los dientes de un individuo del yacimiento de Kadruka 21, un cementerio en Sudán con 6000 años de antigüedad, aunque también se dataron otras muestras similares con una edad de 4000 años en el que pudo determinar que se trataba de leche de cabra. “Esta es la prueba directa más temprana hasta la fecha del consuno de leche de cabra en África”, apunta Bleasdale. “Es probable que las cabras y las ovejas fueran fuentes importantes de leche en las primeras comunidades de pastores en los ambientes más áridos”.
Sin adaptación para la leche
Combinado estos hallazgos con los datos genéticos obtenidos de individuos de la misma antigüedad en África, los investigadores también han llegado a la conclusión de que aquellos primeros pobladores del continente africano aún no se habían adaptado al consumo de lactosa y no tenían el cambio que permite la “persistencia de la actividad de la lactasa”. Es decir, que estaban consumiendo aquella leche a través de métodos de fermentación, como la creación de quesos o yogures, para poder asimilarlos sin consecuencias. Los autores consideran que aunque este hecho no permite identificar el momento en que se produjo la mutación, es una muestra de cómo se produjeron las condiciones favorables para que se produjera aquel cambio. “Esto es un ejemplo maravilloso de cómo la cultura humana ha moldeado, durante miles de años, la biología humana”, asegura Nicole Boivin, coautora del estudio.
Referencia: Ancient Proteins Help Track Early Milk Drinking in Africa (Nature Communications)