El 23 de mayo de 1967 los radares del sistema de detección temprana de misiles balísticos de Estados Unidos (BMEWS) sufrieron un apagón repentino. De pronto, todo el sistema destinado a detectar un posible ataque nuclear por parte de la Unión Soviética desde el Ártico parecía estar siendo interceptado o saboteado, lo que se consideraba en sí mismo un acto de guerra. En cuestión de segundos, el ejército puso en marcha el protocolo estrictamente establecido para un caso como éste. La Fuerza Aérea colocó a sus bombarderos en situación de alerta y los sistemas de misiles que apuntaban a la URSS se pusieron en preparación para el lanzamiento. Pero un instante antes de que se desencadenara la tragedia alguien consiguió hablar con el alto mando y se detuvo la escalada: el ataque no procedía de los soviéticos, sino de un gigantesco estallido en la superficie del sol.
La información se ha recabado de militares retirados que estaban aquel día de servicio
Todos estos acontecimientos eran desconocidos para la opinión pública hasta que la investigadora Delores Knipp y su equipo los han revelado en un estudio publicado esta semana en la revista Space Weather. El trabajo reconstruye los hechos provocados por la gran tormenta solar de 1967, cuya violencia interrumpió las comunicaciones por radio de buena parte del hemisferio norte durante una semana. Unos días antes, el 18 de mayo, los científicos que trabajaban para el gobierno observando la actividad solar detectaron un grupo de manchas inusualmente grande y predijeron la posibilidad de que una gran fulguración produjera una tormenta geomagnética. La sacudida de este plasma solar contra la Tierra fue tan intensa que se pudo ver a simple vista desde varios puntos de EE.UU. y produjo una emisión sin precedentes de ondas de radio en un observatorio de Massachusetts. La entrada del viento solar provocó auroras que fueron visibles en latitudes tan alejadas del polo como el sur de Nuevo México.
Imagen de la tormenta de 1967 que provocó el apagón masivo
Para los autores del estudio, aquella situación es un buen ejemplo de por qué la investigación espacial es esencial para la seguridad de Estados Unidos. El ejército había monitorizado la actividad solar desde finales de la década de 1950 y en los 60 al Fuerza Aérea había creado un departamento de climatología espacial (AWS) que daba informes diarios sobre las fulguraciones solares. Toda esta información era suministrada regularmente al Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial (NORAD) y fue precisamente este sistema, según el estudio, el que evitó aquel 23 de mayo que la escalada nuclear fuera a más. De acuerdo con sus pesquisas- recabadas gracias al testimonio de militares retirados que estaban aquel día de servicio - la información llegó a tiempo a los altos mandos e incluso pudo llegar al propio presidente Johnson para desactivar las alarmas.
“La mitad del Sol ha volado por los aires”, informó el coronel Snyder.
El coronel retirado Arnold L. Snyder, que trabajaba en el servicio de observación solar, estaba aquel día de servicio. "Recuerdo específicamente haber respondido con nerviosismo: ‘Sí, la mitad del Sol ha volado por los aires’ y después relate los detalles de una forma más calmada y cuantitativa". "De no haber sido por el hecho de haber invertido muy pronto en las observaciones y predicciones de tormentas solares y geomagnéticas, el impacto habría sido seguramente mucho más grande", explica la autora principal del estudio. "La lección aprendida de aquel episodio es la importancia de estar preparado".
Referencia: The May 1967 Great Storm and Radio Disruption Event: Extreme Space Weather and Extraordinary Responses (Space Weather)
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