Uno de los principales problemas de las bioimpresoras presentadas hasta ahora es que generan tejidos demasiado frágiles para que sean viables para su implantación. Debido a que carecen de vasos sanguíneos, su tamaño también está limitado, pues no es posible hacer llegar los nutrientes y el oxígeno a todas las células vivas que componen el tejido.
En un trabajo presentado este lunes en Nature Biotechnology, el equipo de Anthony Atala presenta algunas estrategias para contrarrestar estos problemas. Su prototipo mejora la estabilidad del tejido añadiendo una serie de polímeros biodegradables que le dan fuerza mecánica hasta que las células maduren. Para afrontar el problema del tamaño, los investigadores han añadido microcanales que permiten la llegada de oxígeno y nutrientes a cualquier lugar de la estructura.
Los autores del trabajo también demuestran que son capaces de adaptar el diseño de cada órgano, ya sea un hueso de la mandíbula o una oreja, a las necesidades individuales de cada paciente. El método consiste en utilizar imágenes clínicas en 3D para construir un modelo del tejido que falta y construir el órgano que se quiere implantar.
Los científicos han conseguido imprimir hueso, cartílago y músculos utilizando células humanas, de conejo y de ratón, aunque aún queda lejos la posibilidad de que los implantes se hagan a partir de diseños salidos de una de estas impresoras.
Referencia: A 3D bioprinting system to produce human-scale tissue constructs with structural integrity (Nature Biotechnology) DOI 10.1038/nbt.3413