La Federación Belga de Ciclismo ha confirmado un hallazgo que ha conmocionado al ciclismo mundial: un motor en la bicicleta de Femke Van den Driessche, la gran favorita al triunfo en la prueba Sub-23 del Mundial que se disputaba en la localidad de Zolder y de la que la corredora, por consiguiente, ha tenido que retirarse. Con esto, el ciclocross se convierte en la especialidad en que inaugura la triste lista de dopaje tecnológico en las bicicletas.
El escándalo siembra la duda sobre una prometedora ciclista que este mismo año ya conseguía alzarse con el Campeonato de Europa. Según el reglamento de la UCI (aunque, obviamente, aún no existe jurisprudencia), la belga se enfrenta a una sanción de un mínimo de seis meses y una multa de entre 20.000 y 200.000 francos suizos (hasta unos 180.500 euros).
"Efectivamente, podemos confirmar el caso -ha declarado Peter van den Abele, mandamás del ciclocross en la UCI-. Nuestros comisarios lo han contrastado en los controles que se realizan tanto en la zona de salida como en los boxes de material".
El padre de la corredora, por su parte, ha salido en defensa de su hija en el diario De Standaard. "No se trata de la bicicleta de Femke -ha declarado-. Alguien se su entorno, que entrena con ella de vez en cuando, la ha traído hasta el box de material. Nunca ha sido la intención de Femke utilizar esa bicicleta. La persona que la ha traído se ha disculpado mil veces en este tiempo. Femke no ha utilizado esa bicicleta en la carrera y nunca fue su intención".
La noticia, ofrecida en primicia por Nicolás Van Looy, abre una peligrosa senda al borde de la cual el ciclismo llevaba transitando un tiempo. Las acusaciones de dopaje tecnológico en este deporte se habían llegado a extender en el pasado incluso hasta nombres ilustres del pelotón como Fabian Cancellara, al que se acusó también en 2010 de utilizar un motor para elevar su velocidad sobre las dos ruedas. La UCI, por aquel entonces, lo desmintió rotundamente.
