Cristiano es el futbolista del momento, el jugador más en forma (posiblemente junto al español Diego Costa) y determinante de lo que va de curso. El hombre que permitió que el Madrid sumara puntos durante su largo periodo de búsqueda, mientras encontraba una alineación y una manera saludable de jugar. Más allá de la exageración y pesadez de la campaña a favor de su candidatura para el Balón de Oro 2013, el mejor jugador del mundo durante los meses de octubre y noviembre. Un delantero indiscutible.
Y sin embargo ha sido nada más lesionarse (apenas unas horas después de proclamar que no se lesiona nunca porque hace las cosas bien) cuando su equipo se ha puesto a volar y a enseñar números estratosféricos. Es verdad que la reaparición de Xabi Alonso fue el punto de inflexión a partir del cual el Madrid empezó a enseñar un juego poderoso. Que la lesión de Khedira, cuando parecía descubierto un once definitivo, le dio un punto añadido de brillantez (gracias al regreso de Isco). Pero ha sido con el contratiempo de Cristiano cuando se ha terminado de soltar, cuando ha empezado a maravillar con un apisonador juego colectivo. El fútbol y sus paradojas.
Ya no es sólo la sensación de obra coral que ha dejado el Madrid de Ancelotti en los 210 minutos que se ha desenvuelto sin el portugués (media hora contra el Almería y los partidos completos ante el Galatasaray y el Valladolid). Son también los números: 12 goles (uno cada 17,5 minutos), frente a los 50 (uno cada 31,8 minutos) que anotó con Cristiano al volante en 17 partidos más los 60 minutos que aguantó en el campo el día de su lesión.
Cristiano marcó personalmente la mitad de esos 50 goles del Madrid mientras le disfrutó. Es decir, que sus compañeros marcaron los otros 25, prácticamente el doble de los que han sido capaces de marcar en sólo estos dos partidos y pico que se han visto huérfanos de su referente. El mencionado gol cada 17,5 minutos de media actual frente al gol por cada 60,3 minutos que lucían antes. Bale ha firmado cinco de esos 12 goles sin Cristiano, uno más de los que había empujado con él.
Mientras el Barça se ha resentido de la pérdida de Messi, el Madrid (como poco) no ha notado la baja de su máxima estrella. No es plan de dudar ahora de Cristiano, de cuestionar su titularidad ni su conveniencia. Pero el dato (con la cuota de mentira que llevan las estadísticas), cuando menos es llamativo. Y hasta positivo para el club blanco: Cristiano no es imprescindible. Cuando está sobre el campo, sus compañeros juegan para él y el Madrid se vuelve cristianodependiente. Sin él, asumen más galones y mezclan mejor (aunque la verdad, sin demasiado rival enfrente). Un experimento de 210 minutos que le ha funcionado bien al Madrid. Ya vuelve Cristiano. Le toca ahora a sus compañeros animarse a brillar también con él.