La vida se ha ido dejándole a deber muchas cosas a María de Villota. Entre otras, una investigación profunda sobre lo ocurrido el 3 de julio de 2012 durante un test de velocidad en el aeródromo inglés de Duxford donde la piloto española sufrió un grave accidente que, meses después, ha sido el causante de su muerte.
María perdió entonces el ojo derecho y la vida le concedió una prórroga, pero el impacto contra la rampa bajada de un camión fue brutal y, pese a las numerosas operaciones a las que se sometió la madrileña, la zona interior de su cabeza dañada no pudo ser reparada con garantías suficientes.
El desenlace sobrevenido la noche del jueves al viernes en un hotel de Sevilla es irreversible, pero tanto la memoria de María de Villota como sus familiares y amigos merecen de una vez explicaciones. Es de justicia saber si las medidas de seguridad fueron las correctas aquella fatídica mañana de julio y depurar, aunque ya sea tarde, responsabilidades.
Porque María fue bondadosa hasta en eso. No salió de su sonriente boca ni un reproche, ni una exigencia. Nada. Ni siquiera cuando su escudería, Marussia, emitió un vil comunicado en el que, literalmente, mostraba su satisfacción al comprobar que la culpa no había sido del coche y, además, los daños sufridos por su carrocería no eran graves.
"Tras examinar detalladamente todos los datos e información complementaria y disponible en ese momento, el equipo tuvo la satisfacción de saber que no hubieron problemas relativos al monoplaza y que el chasis estaba en buenas condiciones para poder participar en el Gran Premio de Gran Bretaña", opinó el equipo ruso en el que María ejercía de piloto probador.
Tras el accidente, la Asociación de Pilotos de Fórmula 1, presidida por Pedro Martínez de la Rosa, pidió a la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) que investigara el percance y, sobre todo, que apretará las tuercas a los equipos en materia de seguridad a la hora de organizar dichas pruebas.
La FIA se puso de perfil. Se comprometió con la boca pequeña a interesarse por lo ocurrido mientras, por otro lado. filtraba a algún medio afín que al ser una prueba de carácter privado no tenía competencias para ejecutar investigación alguna.
Y eso que el meollo de la cuestión es muy simple y se resume en dos preguntas básicas: ¿Por qué estaba aparcado y con la rampa bajada en una zona que se supone de máxima seguridad el camión contra el que impactó brutalmente el Marussia pilotado por María? y ¿quién supervisa la seguridad o, dicho de otra forma, quién cuida de que no se comenta precisamente ese tipo de errores dramáticos?
De momento, un portavoz de Health and Safety Executive (HSE), organismo britanico que investiga los accidentes laborales, ha desvelado que han pedido los informes sobre el fallecimiento de la expiloto para, en caso de que su muerte esté relacionada con lo sucedido en Duxford, adjuntarlo a la investigación que tampoco ellos han cerrado aún.
Por María de Villota ya nada se puede hacer, pero seguro que los familiares y amigos -sobre todo los relacionados con el automovilismo- querrán que al menos la muerte de la joven piloto española sirva para que no se puedan reproducir accidentes tan graves como el suyo.