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Curso entre el césped y los juzgados para un Barça que se encomienda a Messi y al tridente

   

  • Messi es el referente futbolístico y mediático de un Barcelona que aspira a hacer historia.

El Barcelona comienza el segundo año de la era Luis Enrique con el objetivo de mantener el estado de euforia que se vive en el Camp Nou, en lo estrictamente deportivo, y convertirse en el primer equipo de la era Champions que defiende su trono con éxito. Y emprende tamaña tarea con un equipo customizado por Luis Enrique en pleno post-guardiolato que parece haber recuperado el hambre y afilado el fútbol adaptando sus sistemas para rentabilizar la verticalidad de su tripleta ofensiva.

Con un 9 con enormes recursos futbolísticos como Luis Suárez, que además de marcar y desgastar a los centrales rivales es capaz de ejercer de Juan Palomo y fabricarse las ocasiones, Messi funciona con libertad total arrancando desde la derecha para asociarse por el centro. Y Neymar ha explotado en el carril izquierdo demostrando que puede utilizar su catálogo de recursos malabares para desequilibrar en el área y sumar goles. Un dato evidencia la importancia del tridente ofensivo azulgrana: de los 175 goles anotados la pasada temporada por el equipo, ellos tres sumaron ¡122! (58 Messi, 39 Neymar y 25 Suárez).

De los 175 goles anotados la pasada temporada por el Barcelona, entre Messi, Neymar y Luis Suárez sumaron ¡122!

Este año el equipo seguirá apoyándose en la pegada de sus delanteros y en un mediocampo asentado, con Rakitic, Busquets e Iniesta. Sin Pedro, el comodín en la delantera, ni Xavi, que antes de marcharse ya había pasado el testigo al croata, el atlético Arda Turam será el recurso más lujoso del que disponga Luis Enrique en el banquillo. Pero eso será en enero, cuando concluya el plazo de la sanción que afecta al club por las irregularidades en la contratación de canteranos. Mientras, la versatilidad de Rafinha y Sergi Roberto servirán para parchear las ausencias culés.

Más problemas tiene atrás el técnico, donde Piqué y Mascherano parecen insustituibles. Ni Vermaelen ni Mathieu ni Bartra han demostrado ser, a día de hoy, centrales solventes. En las bandas no se duda de la titularidad de Jordi Alba, con el recambio desde enero del ex sevillista Vidal, y de Dani Alves, que no tiene suplente de garantías. Y la portería mantiene la incertidumbre sobre la titularidad y la distribución de minutos entre Bravo y Ter Stegen.

Conocidas las fortalezas, entre las debilidades figura una asunto que se ha convertido en tendencia en Luis Enrique en esta pretemporada: la incapacidad del técnico para influir en el desarrollo de los partidos, ya sean con modificaciones tácticas o cambios de jugadores. Ocurrió en Tiblisi ante el Sevilla, viendo cómo su equipo se derrumbaba como un castillo de naipes pese a colocarse 4-1 arriba, y volvió a pasar en la ida de la Supercopa en San Mamés, donde Aduriz anotó un hat-trick en 15 minutos ante la impotencia del asturiano que veía como encajaban un sonrojante 4-0.

Luis Enrique ha mostrado esta pretemporada una inquietante incapacidad para influir en el desarrollo de los partidos con modificaciones tácticas o cambios de jugadores

El clima de euforia no esconde cierta inquietud por conocer cómo gestionará el entrenador las situaciones de crisis cuando aparezcan. El año pasado vivió un inicio de temporada más que comprometido que concluyó con el famoso encontronazo con Messi en Anoeta. Desde entonces el vestuario rezuma cierto aire de autogestión en el que la figura de Messi juega un rol decisivo. El año pasado el Barcelona inicio la campaña necesitado de títulos después de una temporada en blanco, algo que ocurrirá esta temporada con el Real Madrid. Los azulgrana comienzan con el estómago lleno y tendrán en diciembre la reválida del Mundial de Clubes. Algo que distraerá su atención. Para ejemplo, de nuevo el Real Madrid, que el año pasado coronó el planeta futbolístico en Marruecos, para despeñarse desde la cima hasta un abismo que acabó costando la cabeza a Carlo Ancelotti. En estas situaciones la experiencia dice que suelen sacrificarse objetivos de menor enjundia como Copa o Liga, en caso de necesidad, para atacar mayores desafíos como revalidar la Champions y hacer historia.

Fuera del campo, el Barcelona ha librado una batalla, las elecciones, de la que Laporta ha salido esquilmado, pero prometiendo venganza. Más allá de eso, Bartomeu sabe que será un curso convulso para los azulgrana porque son muchas las comparecencias ante el juez anunciadas por diversos motivos, como la supuesta distracción de dinero en la tributación por parte de los Messi o el cobro y pago de comisiones ilegales en el traspaso de Neymar, que sentarán en el banquillo al futbolista, al presidente e incluso al club. De cómo sea logre Luis Enrique aislar al vestuario de estas cuitas judiciales dependerá su éxito. La llave, especialmente este año, la tiene un Messi que regresó de la Copa América relamiéndose las heridas.

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