Me entristece la situación de Iker Casillas en el Real Madrid. Corrijo, me entristece su situación en el fútbol. Es ocioso insistir en las partes del juego que peor domina, en esos balones cruzados que ponen en vilo a sus compañeros y seguidores, en ese juego con los pies que no está a la altura del de los mejores. Puntos débiles que, a su vez, propician situaciones de peligro que podrían haberse evitado.
Pero, aún así, he perdido la cuenta de cuántos partidos imposibles ha salvado a su club. De cuántas vergonzosas goleadas –sí, goleadas- ha impedido; de entre ellas, las dos más frescas en mi memoria son una frente al Bayer Leverkusen (que significó un título, por cierto y si no me fallan los recuerdos) y otra frente al Athletic de Bilbao, con menos transcendencia internacional.
Y aunque no se pueden jugar los partidos dos veces, estoy razonablemente seguro de que sin sus prodigiosas paradas, el ya brillante palmarés de La Roja sería a estas alturas mucho menos lustroso. ¿Cuántos penalties ha sellado? Y, más importante quizá, ¿cuántos “uno contra uno” ha desbaratado en esas ocasiones en los que nuestro equipo nacional se embarroca en posesiones estériles que concluyen en pérdidas de balón y fulgurantes contraataques rivales?
Ahora se ha convertido en un villano para una parte muy importante de la afición. Ver para creer. Pero pienso, y me duele pensarlo, que se lo ha ganado a pulso. Ha crecido en un club que ha incurrido en errores inconcebibles como cuando Lorenzo Sanz desde la tribuna se empeñó en que su hijo Fernando triunfara en el césped, complicándose la vida y complicándosela a su hijo, como a la de sus compañeros y entrenadores. Se revivió el disparate con Michel González y su hijo Adrián. Ha tenido Iker unos capitanes “no amigos” como Raúl y Fernando Hierro que pagaron caro su egoísmo y el estar más cerca de la Prensa que de sus compañeros y de sus jefes. Y va Iker y consiente con que su pareja trabaje con la Prensa deportiva y aún que alardee sin disimulos de su “línea caliente”. Inconcebible.
No voy a entrar en si en esta periodista 'no periodista' aporta algo a una retransmisión deportiva. Los he visto –y oído- mejores, pero también peores, incluso siendo futbolistas y hasta entrenadores. Pero cuando vi aquel programa mexicano en la que Sara soltó lo de “como todo el mundo sabe, el ambiente del vestuario blanco no es el mejor” quedé atónito.
¿Cómo Sara Carbonero e Iker Casillas han podido estar tan ciegos? ¿Cómo han podido ser tan torpes? ¿No se han dejado aconsejar? ¿Se han creído por encima del bien y del mal? Se les dejó hacer mientras Iker lo paraba todo. Quizá ahora, pasada la treintena, ya no se entrena igual, ya no tiene tanta “hambre”. Entra dentro de lo normal. Si lo habitual fuera mantener siempre la autoexigencia en el tope máximo, una figura como Rafael Nadal, por ejemplo, no tendría tanto valor como el que tiene. Pero Iker tenía que saber que tan pronto bajara el listón, se le cobraría la factura.
¿Cómo ha sido tan torpe? No me lo puedo creer.