Todos los ojos se centraban a un desfondado Kirani James, favoritísimo al que parecía que incluso la plata le empezaba a quedar grande. Sólo cuando el cronómetro de carrera se detuvo, el gran público miró a la calle ocho, donde el fibroso Wayde van Niekerk acababa de completar una de las machadas de todos los tiempos en el 400 metros. No ya por batir a dos titanes para subirse al oro, sino por hacerlo pulverizando un récord de esos que los gurús consideraban extraterrestres.
Ahora, esos expertos hablan de que quizá el Estadio Joao Havelange fue testigo del relevo en la cúspide del atletismo mundial. Usain Bolt acaparó todos los focos volviendo a volar en los 100 metros lisos, pero la proeza de la noche la consiguió el sudafricano, firmando un inesperado 43'03 y borrando de los libros aquel correr de pato de Michael Johnson en los Mundiales de Sevilla en 1999.
Y todo ello transitando por una calle ocho que, según todos los cuatrocentistas, es infernal para correr, porque te deja sin referencias. Todos los velocistas pueden mirar de reojo a su lado para comprobar si su progresión es buena, pero el dueño del último carril no tiene más que el anillo exterior del tartán como vecino.
La carrera de su vida lo sitúa, a sus 24 años, como máximo aspirante a suceder a Bolt como gran estrella de la velocidad. No está surgido de la nada (fue, de hecho, el abanderado de Sudáfrica en la pasada ceremonia de inauguración). Sorprendente campeón del mundo el año pasado en Pekín, Van Niekerk es ya el primer atleta de la historia que ha bajado de los 10 segundos en los 100 lisos (9'95), de los 20 en los 200 (19'94) y de los 44 segundos en los 400 (43'03). Cuentan que el propio mito jamaicano ya le ha ofrecido un desafío para que ambos se midan sobre 300 metros, una distancia intermedia.
Con solo 183 centímetros de altura y un físico lejos de los musculosos atletas de 100 metros, Van Niekerk lo tiene todo para ser el mejor doscientista y cuatrocentista del panorama mundial en los próximos años. Y no es utópico plantear que baje de 43 segundos en el cuádruple hectómetro (él, cuentan, le confesó a un familiar que apunta a los 42), algo que ya trasciende los límites del atletismo para frisar con los de la propia naturaleza humana.
La bisabuela entrenadora
Hay una intrahistoria peculiar en casi todo lo que rodea a Wayde van Niekerk. Comenzando por su entrenadora, una venerable señora de 74 años llamada Anna Sofia Botha, a la que conoció hace tres años en Bloemfontein, donde el de Ciudad del Cabo vive y estudia marketing.
Botha, es una ex velocista y saltadora de longitud que compitió en la década de los cincuenta. En 2010, su hoy pupilo comenzó a participar sólo en los 200 metros, con prometedores resultados, pero contracturas y desgarros frecuentes en los isquiotibiales le lastraban. Fue ella quien, testigo de sus tratamientos, le recomendó cambiarse a los 400. A partir de ese momento, se volvieron inseparables. Y en Río han entrado en la historia derribando la puerta principal.