Salió un hombre de la casa, como se cansó de advertir Vicente del Bosque a todos los que se molestaron en escucharle. De hecho, mucha culpa de la elección de Julen Lopetegui la tiene el antiguo seleccionador, que recomendó a alguien que no estuviese marcado por su pasado en uno de los clubes grandes del fútbol español. Del Bosque ha sido atacado por los azulgranas por su pasado madridista, por atléticos por su relevancia en el Real Madrid, e incluso desde el Real Madrid por la facción florentinista que jaleaba la llamada prensa genuflexa, esos periodistas-voceros que escriben al dictado del presidente.
Del Bosque recomendó un hombre sin pasado en ese aspecto y Lopetegui encajaba en el perfil. Además Julen reúne las características que busca Ángel María Villar, otro Iñaki Sáez. Un seleccionador de la casa, casi interino, perfil bajo y buena relación y conocimiento de la cantera. Lopetegui tiene el respeto de la nueva hornada de internacionales, pero tendrá que lidiar con pesos pesados como Sergio Ramos y Gerard Piqué. Se da por hecho que Iker Casillas no volverá a aparecer en una convocatoria de la Selección y ganarán peso en el equipo jugadores como Koke, Isco o Morata.
Claramunt cuenta con el apoyo de los pesos pesados y Lopetegui, que tiene el respaldo de los jóvenes, no destaca por su gestión de grupos. Mal asunto
Pero el verdadero problema de Lopetegui es la directora de la Selección, cargo creado ad hoc por Juan Padrón para María José Claramunt. Una figura que ha creado no pocos dolores de cabeza a Del Bosque en sus últimos meses como seleccionador y que no era bien vista desde el cuerpo técnico. Claramunt hace y deshace en la Roja, donde cuenta con la confianza del núcleo duro del equipo, ese con el que Lopetegui tendrá que negociar, algo por lo que no ha destacado en su pasado como entrenador. Mal asunto. Claramunt es una suerte de Soraya Sáenz de Santamaría en la Selección, donde manda mucho, y en este periodo de necesaria revitalización del equipo tras los fiascos de Brasil y Francia, se antoja en una figura incómoda para Lopetegui.
Más allá de eso, la elección de Lopetegui no ha levantado ningún entusiasmo entre la afición. "Será una revolución tranquila", ha advertido el nuevo seleccionador. Es decir, no habrá revolución, no habrá decisiones traumáticas y tendremos un técnico tan accesible como intrascendente ante los medios. No ha tenido suerte en sus aventuras en clubes, Rayo Vallecano y Oporto, lo que deja muchas dudas sobre su capacidad para gestionar el día a día de un grupo, pero en la Selección no tendrá que hacerlo. Si ofrece su perfil más diplomático y pusilánime, se lo comerán Claramunt y los pesos pesados de la Selección. Si muestra su lado más carismático e intervencionista, tendrá problemas con los dueños del vestuario. Sea como fuere, España necesita una revolución y Villar ha elegido para ello a un técnico sin experiencia ni carisma para ello. Malos tiempos para la lírica...