Los Juegos Olímpicos de Londres echaron el telón con una ceremonia de celebración del espíritu de una ciudad que ha querido entregar al mundo lo mejor de su cultura, con la música como factor fundamental, antes de pasar a Río de Janeiro el testigo de la organización de las XXXI Olimpiadas de la era moderna. El evento, que cerró 16 jornadas de competiciones deportivas, apeló a la conciencia colectiva de una audiencia planetaria que vivió, de la mano de los enclaves más emblemáticos del paisaje londinense, una particular jornada de la vida de la capital, desde primeras horas del amanecer en la estación energética de Battersea Park, al oeste de la capital, hasta el puente de la Torre, en la punta Este, pasando por el Big Ben, la noria del London Eye, o la catedral de Saint Paul.
Todo ello, unido a un viaje musical de la mano de algunos de los artistas más destacados de los últimos 50 años, entre los que resaltaron George Michael, Madness, Fatboy Slim, Annie Lennox, Muse o las Spice Girls, que se reunieron para la ocasión. Con la ayuda de 3.500 voluntarios que se sumaron al espectacular escenario en el que se convirtió el estadio olímpico, Londres creó una fiesta global bajo el mantra de la ceremonia, 'Una Sinfonía de la Música Británica'.
Aupada por el éxito de la de apertura, 'Esto es para todos', era una cita para poner en valor los aspectos de los que los londinenses se encuentran más orgullosos, motivo por el que la música se convirtió en el eje principal, como una de las exportaciones culturales más destacadas de su historia reciente. A través de 30 canciones de cuño británico, pero trascendencia global, personalidades de la esfera musical se pasaban el relevo de cada tema, sin dar tregua a un estadio de 80.000 personas que vibraba al ritmo de piezas convertidas en himnos.
En consecuencia, si la Apertura había hecho hincapié en las revoluciones que Reino Unido registró a lo largo de su historia, la industrial, la social y la promovida por las nuevas tecnologías, en la despedida se trataba de una fiesta a modo de declaración de amor a la creatividad de un país con hambre de sorprender al mundo a través de las artes. De ahí la integración en directo de la banda británica Elbow en el desfile de parte de los 10.490 deportistas, los grandes protagonistas de las últimas dos semanas, uno de los momentos estelares, una vez se cerró el peculiar viaje por una jornada en Londres. En él, y como en la inauguración, 'La Tempestad' de William Shakespeare jugó un rol fundamental, esta vez por boca de un Winston Churchill que se presentó en lo alto del particular Big Ben instalado en el estadio.
La aparición del exprimer ministro dio paso, además de a la entrada del Príncipe Enrique, quien representaba a la Monarquía británica, y del presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, a la promoción de las tradicionales fiestas callejeras que se organizan en las cuatro esquinas de Reino Unido coincidiendo con eventos de relevancia nacional, amenizados esta noche en Stratford por Madness, Pet Shop Boys y One Direction.
Todo ello, tras de una puesta de sol muy especial que dio paso a una feria de color y música con Ray Davies entonando el 'Waterloo sunset', de su mítica banda, The Kinks; antes de que Emile Sandé reapareciese para emocionar con su segunda interpretación de 'Read all about it' en una actuación que, con las imágenes de las lágrimas de estos Juegos, abrió boca para recibir a los héroes, los deportistas, en un desfile en el que como abanderado español actuó el piragüista Saúl Craviotto, medalla de plata en K1 200 en Londres y de oro en Pekín en la modalidad K2.
De esta manera, los atletas pudieron disfrutar de cerca de una espectacular acción que, con el tema 'Running up that hill', de Kate Bush, de fondo, llevó a la construcción de una pirámide compuesta por 303 cajas blancas, cada una de ellas en representación de cada evento olímpico, para recordaron de nuevo algunos de los momentos más destacados de esta edición de 2012, con la proyección de las victorias, las lágrimas, las decepciones, las gestas deportivas y las sensaciones humanas que componen una cita olímpica.