Corría el año 1982 cuando un imberbe Michael Jordan llevaba a la Universidad de North Carolina al título nacional. En un plantel en el que también destacaban James Worthy y Sam Perkins, los apodados Tar Heels tumbaban a la Georgetown de Patrick Ewing en un emocionantísimo partido que se decidió por un apretado 63-62.
Aquel fue el segundo de los cinco entorchados que hoy adornan las vitrinas de la sección masculina de baloncesto del college de Chapel Hill. Si en lo lectivo la comparación con su eterna rival estatal, Duke, es odiosa, es en la cancha donde UNC puede sacar pecho y mirar a los ojos a su némesis. Pudiendo, además, presumir de que el mejor jugador de todos los tiempos pisó sus aulas y se hizo un hombre en ese campus.
La edición de 2016 del Torneo Final le ha servido a North Carolina la oportunidad, de nuevo, de reinar en la NCAA, la liga universitaria que actúa en los Estados Unidos como escalón previo al profesionalismo de la NBA. No lo hacen desde 2009 y, en esta ocasión, tendrán enfrente, en un duelo decisivo inédito, a una Villanova que sólo ha ganado un campeonato (para el que habría que remontarse a 1985).
Son los dos supervivientes en una Final Four de Houston que vio como Syracuse y Oklahoma descarrilaban en semis. El equipo de North Carolina, el gran favorito en las apuestas, se impuso por 83-66 a los Orange y Villanova apalizó a los Sooners por 95-51, demostrando que venderá muy cara la final.
El majestuoso NRG Stadium de Houston presenciará un duelo por todo lo alto entre Josh Hart, que anotó 22 puntos en la primera cita en tierras tejanas de los Wildcats, y el poderío físico de las estrellas de North Carolina. El gran nombre propio de los herederos de Jordan es un Brice Johnson que firmó 16 puntos y 9 rebotes en semifinales y que intentará en el choque por el título llevar a la gloria a la institución que en su día defendió His Airness.