Cuando un futbolista tira un balón al larguero, el público le aplaude. Lo mismo ocurre si la pelota pasa rozando el poste o si el portero rival logra despejarla. Pero, en realidad, si lo pensamos bien todas esas acciones son errores, pues el objetivo de ese jugador es marcar un gol. ¿Por qué perdonamos al futbolista y no al árbitro?
Tras el clásico del sábado en el Camp Nou, desde Madrid todo el mundo criticó el arbitraje de Undiano Mallenco, pero nadie cuestionó a Benzema por no enviar al fondo de la portería ese balón que estrelló en el larguero o a Cristiano por no batir a Víctor Valdés. Lo cómodo, lo fácil, lo más sencillo es criticar al árbitro y olvidarse de que los futbolistas también fallan.
Es indignante que se lleguen a utilizar palabras como atraco o robo, cuando lo único que ha existido, y si de verdad ha existido, es un error. Sobre todo cuando a jugadores que son incapaces de marcar un gol en 90 minutos, se le aplaude por su entrega durante el partido.
No se engañen, en el clásico no hubo ningún robo, sino que fueron los jugadores del Real Madrid quienes cometieron errores y por eso perdieron.