La educación del deportista tiene que ser integral. En el tenis no vale solo con hacer series para ganar velocidad o manejar bien la raqueta, también es imprescindible que la cabeza funcione, saber relativizar la derrota y aceptar con deportividad el éxito. En eso Nadal siempre tuvo mucha suerte, desde que era un niño entendió que lo suyo no podía ser la histeria, que a la gloria se llega desde la calma. Un ejemplo de esto lo cuentan Ángel García y Javier Méndez en su recientemente publicado libro ‘De Rafael a Nadal’ una biografía que escruta los inicios y el desarrollo de la carrera del mayor ídolo del tenis español.
Era la tarde del 11 de septiembre 2001, día de difícil olvido, y Rafa se encontraba en el club Brezo de Osuna buscando su primer punto en la ATP. Tenía 15 años y jugaba contra Guillermo Platel, jugador más experimentado que él. Venció el primer set, iba 5-2 en el segundo. El punto estaba al lado, lo tocaba con las yemas de las manos, pero se le escapó. Nadal no rompió la raqueta, no estalló, no pareció frustrado. Se fue al vestuario y, ahí sí, rompió a llorar. Su tío, su entrenador y mentor, estaba allí para consolar al desconsolado. Toni le calmó y le recordó eso que en el deporte siempre se sabe: la derrota es una opción.
A veces se olvida, pero Nadal también puede perder, incluso en su santuario, Roland Garros. Tal es la costumbre de verle ganar, año tras año, que hay algo de vértigo en esta edición. Por primera vez en mucho tiempo no será favorito. No puede serlo, Djokovic está ganando mucho más que él, que ha estado renqueante en la gira previa de la tierra europea. “Cuando llegábamos con muchas victorias sabíamos que era el lugar para confirmar nuestro buen juego. Ahora tenemos una inquietud diferente”, reconoce Toni Nadal, el hombre que siempre enjugo las lágrimas de Nadal en los días difíciles.
El no ser favorito no es óbice para que Nadal sea uno de los jugadores más temidos en el sorteo del cuadro. Tener que pasar por encima del nueve veces campeón suena a labor hercúlea. Su tío cree que el nombre, en este caso, no pesa: “La gente tiene miedo al juego, no al jugador, cuando uno viene con muchas victorias de inicio la gente le tiene mayor respeto, pero lo tienes que confirmar siempre con el juego”.
El tiempo corre a favor de los intereses de Nadal, su juego evoluciona positivamente y si va pasando rondas volverán las mejores sensaciones. “Llegamos con menos confianza porque no hemos tenido las victorias necesarias para tenerla. Pero llegamos con un buen juego. El torneo son dos semanas, si logramos pasar la primera semana, espero que todo cambie”, dice Toni, programando un torneo que siempre es duro y en el que solo los muy bien preparados físicamente consiguen no naufragar.
Habla Rafa Nadal, que cuando llega a París no se expresa con tanta libertad como en Madrid. Hay más tópicos y más cumplidos. “Lo afronto con la máxima ilusión, como todos los años, para estar preparado, y con el mismo ánimo que cada año, para disfrutar de la ciudad, una de las más bonitas del mundo”. Bonita, sí, pero también fría. Con Nadal hostil incluso, aunque tengan que aceptarle como dominador. “Siempre hablamos en España de la tirria que nos tienen los franceses. En el caso de Rafa la ha habido en algunos partidos en la central. Pero siempre he pensado que Rafael es una persona muy admirada en Francia”, resuelve su tío, que recuerda también que París es una ciudad con alcaldesa española y el país tiene un primer ministro de raíz hispana. La capital francesa tiende puentes con alguien que, al fin y al cabo, también es historia de la ciudad. Fue condecorado con “Grand Vermeil”, la mayor distinción que otorga la ciudad.
No quita para que los espectadores quieran verle perder, también es normal, cuando hay ganadores que parecen rutinarios la gente quiere verles caer. En París, ciudad iconoclasta, quieren un nuevo rey y, si de apostar se trata, ese debería ser Novak Djokovic.