Otoño es un magnífico momento para acercarse a León, una provincia de lo más extensa (más de 15.000 kilómetros cuadrados) y variada en sus paisajes. En esta ocasión vamos a adentrarnos en la comarca de la Maragatería, en Astorga, situada al suroeste de la provincia.
A los habitantes de esta zona se les conoce como maragatos, nombre que deriva del latín “Mercator” y que, como se puede intuir, viene a significar comerciantes. Durante siglos, los residentes en esta zona eran arrieros, es decir, transportaban mercancías con carros tirados por animales por toda la península.
Esa forma cuasi nómada de vivir influyó hasta en la gastronomía: por ejemplo, allí prácticamente se ahuma todo el embutido y la carne en salazón, como la cecina, porque el humo era utilizado como conservante que garantizaba que esa mercancía llegase bien a su destino en los viajes largos.
El oficio de arriero maragato influyó en la particular arquitectura de sus pueblos: las casas se adaptaban al oficio y por eso es común ver en este tipo de vivienda portalones y patios amplios donde se guardaban los carros del transporte. Los muros de las casas, a su vez, son muy anchos y no se solía privilegiar la luz natural sino que las ventanas de las habitaciones eran pequeñas. La luz significaba también frío, algo bastante habitual en esta parte de España.
Casa Pepa: el mejor alojamiento rural si quieres descubrir la Maragatería
Hay pueblos que han conservado especialmente bien este espíritu arriero como son Castrillo de los Polvazares, con sus hermosas puertas y sus calles empedradas, Santa Colomba de Somoza, etc. En este último se encuentra un establecimiento que hará las delicias del viajero: Casa Pepa.
Este hotel rural de cuatro estrellas es una auténtica casona maragata del siglo XVIII, restaurada y acondicionada para que la experiencia del huésped sea inolvidable. Todo se ha pensado con mimo: las mantas de lana de la zona que se ofrecen en las habitaciones, los tapetes de ganchillo de la abuela que decoran las mesillas, los muebles de madera y forja realizados por el patriarca de la familia… El cuidado de los detalles y de la decoración es máximo.
El hotel dispone de seis habitaciones situadas en dos plantas alrededor, cómo no, de un maravilloso patio maragato, y todas, con nombre de mujer: Mariflor, Marinela, Maripepa, Marijuana, Marirosa y Esperanza. Por respetar el entorno se ha conservado incluso hasta las antiguas llaves de hierro que dan acceso a las habitaciones.
En el cocido maragato, la sopa es lo último
También han mantenido los artesonados del techo, la antigua cocina de la casa y las magníficas puertas de roble. El descanso está garantizado porque no llega ruido alguno del exterior y la calidez del establecimiento es tal que costará salir a la calle. Mención aparte merece su cocina, que capitanean Pepa y Laura: fiel a las recetas de la zona y a la herencia maragata, no faltan los platos tradicionales pero, sin duda, le sorprenderán la innovación que ponen en sus recetas. Ensalada de higos, cecina (patrimonio de la zona), naranja y rúcula; huevo poché con boletus; cazuelita de garbanzos con bacalao, setas de temporada, merengue de mandarina…. Por supuesto, no falta el cocido maragato que se come al revés que en el resto de la geografía española: la sopa es lo último.
Casa Pepa es un buen punto de partida para empaparse de tradiciones y de cultura, de rutas naturales y de senderismo con bosques, cascadas y zonas montañosas. Un paisaje idóneo para olvidarse del estrés y de la angustia que arrastramos en este 2020.