En la ría de Bilbao, concretamente en la boca del río Ibaizabal, en el punto en el que hasta el siglo XIX el estuario navegable de Bilbao se abría al mar, se encuentra uno de los grandes símbolos de la Revolución Industrial de la ciudad, el Puente Colgante de Portugalete.
Conocido también como Puente Bizkaia, este icono de la ciudad fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2006 al ser el primer puente transbordador construido en el mundo con una estructura metálica fruto de dos grandes innovaciones tecnológicas del momento: por un lado, los avances desarrollados a mediados del siglo XIX que permitían construir puentes colgados de cables; y, por otro, la técnica de grandes vehículos mecánicos accionados con máquinas de vapor.
Estas características convirtieron ya en su momento el Puente Colgante de Bilbao en uno de los mayores éxitos de la ingeniería de fines del siglo XIX, considerándolo una de las construcciones más sobresalientes de la arquitectura de hierro europea y un avance dentro de los medios de transporte de aquel tiempo, puesto que se adaptaba a un emplazamiento de orografía difícil y con problemas de tráfico naval.
Con vistas históricas
Y es allí, en el margen izquierdo de esta ría, donde se encuentra un edificio histórico al que Lázaro Estudio ha devuelto a la vida permitiendo que todos los visitantes puedan disfrutar del pasado que tiene a sus espaldas, de su importancia histórica y cultural y, por supuesto, de sus vistas.
El Puente Colgante Boutique Hotel no ha sido siempre un alojamiento. De hecho, este edificio de marcado estilo colonial se construyó como residencia para un empresario español que, tras hacer dinero en Cuba con el cultivo de la caña de azúcar, volvió en 1898 a su Bilbao natal para fijar su residencia.
Fusión vasco cubana
Esa parte de la historia es fundamental para conocer cada uno de los rasgos que Lázaro Estudio ha otorgado a este proyecto. La historia, el carácter y la singularidad de la antigua Habana se refleja en el colorido de su interior, en su espíritu de ultramar -marcado por su fachada azulona- y en la madera y los textiles que trasladan al visitante a la calma del trópico y del Caribe.
Una de las partes que más historia cuentan del edificio es el antiguo ascensor recuperado y ubicado en la entrada, un espacio que en la actualidad es un rincón self-service de café para todos los viajeros y visitantes que pasen por el hotel. También son fundamentales la gastronomía y el maridaje, que forman parte del universo del hotel haciendo un guiño a aquellos antiguos locales de La Habana de los años 30 en los que el jazz y el blues lo inundaban todo.
El restaurante no podía llamarse de otra forma que no fuera El Paladar, haciendo referencia a esos pequeños comedores de casas cuasi privadas en donde las familias cubanas preparan la mejor cocina casera para cada uno de sus invitados. Platos de cocina vasca, basados en raciones y pintxos, con mucha inspiración cubana, tanto en elaboraciones como en coctelería, son la base de lo que cualquier huésped se va a encontrar en este hotel como la tosta o el bao bao de ropa vieja o la pelea de callos (de bacalao y ternera).
Para completar está Txoko, otro de sus restaurantes, en el que se representa toda la idiosincrasia de la gastronomía vasca con una carta de platos típicos que los huéspedes también pueden aprender a cocinar. Un hotel para vivir de cerca la historia y la cultura de Bilbao combinándola con las raíces cubanas de su creador y propietario.
