Canarias es uno de los grandes paraísos nacionales en donde disfrutar de playas salvajes, conocer la historia y la cultura a través de la arquitectura local, disfrutar de su cocina propia elaborada con productos kilómetro cero y descubrir toda la naturaleza que recorre cada una de sus islas desde la costa hasta interior. Las Islas Canarias son uno de los diamantes en bruto de nuestro país, pero es posible que no conozcas estos cuatro rincones (aunque los que faltan son muchos más). Este es un pequeño abreboca de la riqueza que puedes descubrir en algunas de estas islas.
Una villa con mucha historia
Si bien la isla de Tenerife tiene numerosos pueblos y ciudades hermosos que visitar, existe solamente uno, de esta isla y de todas las Islas Canarias, cuyo centro histórico está prácticamente intacto: la Villa de La Orotava, ubicada en el valle que le da nombre. Su historia comienza con el reino de Tahoro, el territorio más rico y poderoso de los existentes en la isla, entre cuya extensión se encontraba esta villa.
Con un casco antiguo declarado Conjunto Histórico Artístico, el aire señorial que respira este municipio se puede percibir en un paseo por el centro. Su paisaje está coronado por el Teide y se encuentra rodeado de toda la naturaleza que compone su parque nacional y tres espacios más: el Parque Natural de la Corona Forestal, la Reserva Natural de Pinoleris y el Paisaje protegido de La Resbala.
En al villa encontramos La Casa de los Balcones, construida en 1670, uno de los ejemplos de arquitectura de la zona. Está hecha en madera de tea, cuenta con un patio interior y dos galerías abiertas en forma de L. La iglesia de la Concepción es otra visita imprescindible considerándose la máxima expresión de la arquitectura barroca en Canarias. Y el Liceo Taoro, una parada estupenda para disfrutar de sus jardines, el palacio de principios del siglo XX que guarda en su interior y las vistas desde su terraza.
Una villa de interior
A 44 kilómetros de la capital de Gran Canaria, se encuentra Tejeda, uno de los pueblos con más encanto de todas las Islas Canarias. Incluido en la Asociación de Pueblos más Bonitos de España, y rodeado de montañas y casitas blancas, esta villa se convierte en una visita indispensable en un paseo por el interior.
En paseo a pie por su casco histórico, no hay que dejar de visitar la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro -un templo que data del 1921- o la famosa Cruz de Tejeda, una gran cruz de piedra que preside la entrada a la villa ubicada cerca de diferentes puntos de venta de productos típicos. Y, para los que les guste pasear y hacer senderismo, el recorrido que lleva al Roque Nublo es uno de los senderos más bonitos de la zona. Sin olvidar de pasar por el Charco de La Paloma, La Culata de Tejeda y la Cruz de Timagada.
Un pueblo con nombre normando
Conocida por sus playas, Fuerteventura también cuenta con numerosas pequeñas localidades que merecen la pena descubrir. Pueblos como Betancuria, una de las villas más bonitas de esta isla de Canarias y la que fuera su antigua capital, cuyo nombre viene dado por el normando Jean de Bethencourt, que la fundó en 1404.
Localizado entre montañas en la costa oeste, llaman especialmente la atención sus casas e iglesias blancas que contrastan con el paisaje árido de su alrededor. No se debe olvidar visitar la Iglesia de Santa María, el Museo Arqueológico y Etnográfico, la Ermita de Nuestra Señora de la Peña, el Parque Rural de Betancuria y los miradores de Morro Velosa y Guise.
Una joya en bruto
El color negro de la tierra de Lanzarote es uno de los grandes distintivos de esta isla de Canarias, una de las más bellas para recorrer. Sin embargo, además de sus playas y calas paradisíacas, histórica y culturalmente tiene mucho que mostrar a los visitantes.
Uno de sus pueblos, considerado también uno de los más bonitos y curiosos de la isla es El Golfo, una villa pesquera con casitas a pie de mar y barquitos de vela en su puerto que da acceso a una de las playas más sorprendentes -en la que está prohibido el baño-, el Charco Verde, una laguna con un intenso color verde a la que vale la pena acercarse para contemplarla.
